1- Hay dos aspectos que hacen de The Doors una banda original, con un sonido notablemente reconocible y una leyenda que les asegura vida eterna en el paradigma del rock and roll: en primer lugar, Jim Morrison, un cantante singular, otrora estudiante de cine, borracho, interesado en la literatura y con una voz e imagen que dificultan su olvido; el segundo aspecto es netamente musical: a diferencia de casi todas las bandas de rock sesentoso/setentoso no tenían bajista pero gracias a Ray Manzarek, un sensacional tecladista curtido en el jazz y benefactor de la inclusión del órgano (instrumento poco rocker si lo hay) en el género, lograron desarrollar una música identificable. Como dijo Marilyn Manson: “La mayoría de las bandas, si el tecladista se rompe un dedo, puede seguir adelante con el recital. Los Doors no”. Me preguntó porque Marilyn estará obstinado en adosarle a sus memorables frases, discos de rock gótico prefabricado para chicos que no saben quienes son Kiss ni Black Sabbath.
2- ¿Qué es lo que gusta de los Doors? A muchos comienza por atraparlos la figura de Jim Morrison, chamán/poeta o payaso/farsante según quien lo mire. De lo que no quedan dudas es que se trata de un tipo fascinante, tanto que cuesta distinguir a los restantes miembros de la banda. Mercuri era la imagen de Queen pero todos sabíamos que detrás estaba Brian May; en los Rolling hasta sabemos que existe Charlie Watts, un individuo que habría sido un perfecto desconocido en cualquier otra banda; Page and Plant llegan a nuestro inconsciente cuando se nos nombra a Led Zeppelin, sin embargo, a los pocos segundos, comienza a sonar en nuestros oídos un ruido estruendoso que no es otra cosa que la potente batería de John Bonham. De los Doors apenas recordamos que hay uno rubio y otro dos con bigotes. Tal vez también con barba. Es que el Rey Lagarto no sólo es la imagen de su banda sino también la de una época de renacer artístico y violencia política e ideológica, los 60’. Quizás sólo las innumerables polaroid de Lennon desnudo abrazado a Yoko puedan competir con aquella clásica toma en la que se ve a Morrison con el torso al descubierto, un mugroso collarcito hippie y unos ojos misteriosos, que de tan misteriosos parece estúpido llamar misteriosos. Para el gran público Morrison es un ícono, representa, significa, “alude a…” más de lo que es. Como el Che Guevara, varios llevan su remera sin saber muy bien quién es. Yo tengo una celeste, muy hippie, con su cara dibujada en negro y violeta. Es una de mis favoritas.
3- Y por otro lado están las canciones, que entre tanta leyenda y mito suelen ser relegadas, cuando no menospreciadas…hasta que se escuchan. Ya no existen bandas como los Doors, tan personales y perturbadoras, con un mensaje oscuro que no suena impostado sino necesario y exuberantemente artístico. Si hasta nos hacen creer que Morrison era un poeta (perdón, pero desde el Lagarto hasta Cobain e incluso Lennon y Spinetta tengo un problema con los libros y textos de poemas de las estrellas de rock). El primer disco, que ahora mismo cumple 40 años, parece operar como el lado B del verano del amor hippie, la otra cara del “Todo lo que necesitas es amor” que los Beatles grababan ese mismo año (1967) en Magical Mystery Tour. Sin dudas el momento más estremecedor del álbum –y quizás de la historia del rock and roll- es el fragmento de The End, el emblemático tema que cierra el disco, en el que Morrison, reelaborando el mito de Edipo, recita: “¿Padre?/ Sí, hijo/ Yo quiero matarte/ Madre, yo quiero…”. Un aullido indescifrable y siniestro hace indecible las palabras de Morrison aunque es probable que al escucharlo comprendas porqué el rock es subversión como así también una incitación a los pensamientos sojuzgados y peligrosos para la sociedad. Habitúes del bar Whisky a Go Go, en una noche de caos lisérgico, Morrison fue más allá y pronunció la frase maldita: “¿Madre?... ¡Yo quiero cogerte!”. En forma inmediata los dueños del Bar echaron al grupo del recinto y comenzó una triste costumbre en los Estados Unidos: la cancelación de conciertos de los Doors. Los Doors se conviertieron en el hecho maldito del país burgués. Éste hecho llevó a Morrison a un estado anímico cada vez más provocador y en un concierto fue acusado de mostrar su pene. Más gracioso fue lo que ocurrió en un recital de Hendrix donde Morrison subió y declaró que deseaba chuparle la pija al eximio guitarrista. Acto seguido Janis Joplin ingresó a escena para partirle una botella en la cabeza. Parece una skecht de Peter Capusotto y sus videos pero hay quienes dicen que fue verdad. Leyenda mil veces contada o no, la historia encuentra juntos a 3 leyendas del rock que pocos años después morirían a los 27 años, igual que Cobani. Y entre realidad y leyenda, yo me quedo con la leyenda.
4- “Es country y blues, eso es lo que es” responde Morrison al periodista de Rolling Stone en 1969, cuando éste le preguntaba por la música de su banda. Y algo de eso hay. Los Doors parecen encarnar una evolución musical donde el rock and roll siempre está combinado con una interesante performance rutera y country, sutiles pinceladas de jazz (a través del órgano de Manzarek), el blues más ortodoxo y hasta el funk en su último disco L.A Woman. Como rarezas que ponen en evidencia la constante mutación del grupo, aparecen Spanish Caravan, de Waiting For The Sun, donde el guitarrista Rolly Krieger (que para no ser menos tampoco tocaba como la mayoría de los guitarristas de los 60’; tenía una extraña forma de mezclar los sonidos suaves con la electrificación más penetrante) interpreta punteos de indisimulable raíz flamenca y el álbum The Soft Parade, junto a una orquesta sinfónica. Generalmente se nombra al primer disco como el mejor. A mí me gustan todos. Sin embargo allí se encuentran gemas difíciles de igualar: el hit Ligth My Fire, síntesis perfecta de la lírica de Morrison y la preponderancia del órgano de Manzarek, el mencionado The End, el conocido Break On Trough, la atmósfera inquietante de End Of The Night, Alabama Song, un tema compuesto por… ¡Bertolt Brecht!, el misterio de Cristal Ship y la exquisita Take it as it Comes, donde los Doors suenan tan modernos como Franz Ferdinand.
5- Si existiera la hermosa posibilidad de que alguien me obligará a elegir el mejor disco de cada una de mis bandas preferidas, de los Doors elegiría el segundo, Strange Days, editado entre 1967 y 1968. El disco es una joya que de algún modo refleja a través de sus sombrías canciones un estado de ánimo en la sociedad norteamericana que tendía hacia la violencia y el fin de las utopías (las muertes, con diferencia de apenas dos meses de Martin Luther King y Robert Kennedy, el comienzo de la guerra de Vietnam, etc.). Allí está la hippie triste de Unhappy Girl, la extrañeza de People are Strange (quizás el tema más conocido del disco, reversionado en los 80’ por una de las tantas bandas oscuras de esa época que vieron en los Doors un referente: Echo And The Bunnymen), el clásico Love Me Two Times y el poema que Morrison le recitó a Manzarek para que éste último ideará la formación de una banda: Moonlight Drive.
6- Waiting for the Sun es entendido como un disco menor pero creo que de todas formas contiene varias canciones interesantes. El hit Hello, I Love You marca la entrada de los sintetizadores y un juicio de plagio que ganó el líder de Los Kinks, Ray Davis; el manifiesto contra la guerra de The Unknown Soldier y también algunas baladas que, como reza el título del disco, parecen esperar una nueva época de redención bajo un sol un tanto menos violento que el que se avecinaba: Love Street, Summer’s Almost Gone, etc. El disco junto a la orquesta, Soft Parade, de 1969, puede entenderse como un paso en falso que refleja el legendariamente sombrío camino que tomará la vida de Morrison en los próximos dos años.
7- Como en un cuento del género fantástico y cuando todos creían que los Doors estaban acabados, salen, uno detrás del otro, los tres últimos álbumes de la banda, uno grabado en vivo, Absolutely Live, incendiaria muestra de la capacidad escénica de Morrison como así también del buen tino de la banda para dejarse llevar y colgarse en solos de piano o de guitarra mientras el Lagarto hace de las suyas. Pero el mayor tesoro se haya en los discos de estudio. Morrison Hotel de 1970, evoca a una banda que sonaba como una locomotora de carga en tanto el histórico líder ya no era el muchacho delgado y misterioso de los primeros tiempos sino más bien un tipo desaliñado, barbudo y excedido de peso que dejaba atrás su voz de barítono por una perorata de aullidos y gritos que se encuentran entre los registros más geniales de la historia del rock and roll. Como una Janis Joplin masculina… aún más masculina que Janis. El disco está plagado de blues y rock and roll primitivo: hay temas conocidos e impecables como Rodhouse Blues y el típico country-rock and roll marca Doors de You Make Me Real como así también espacio para la excelente Waiting For The Sun y la hipnótica música de feria de Land Ho! Los Doors demuestran aquí ser un combinado y también un paseo por las distintas vertientes de la música norteamericana.
8- Hubo ediciones póstumas, discos en vivo y hasta, en una broma pesada, la banda salió de gira sin Morrison, pero el último disco de los Doors es el fabuloso L.A Woman, de 1971. Grabado con la intención de volver a las raíces, igual que el anterior, el disco exuda vitalidad y madurez artística con temas imborrables como el homónimo, Lover Her Madly, el funk de The Changeling y la apoteótica despedida de Riders Of The Storm, una cinematográfica canción, uno de los mejores y más conmovedores temas finales que una banda de rock and roll ha compuesto.
9- “He’s hot, He’s sexy and He’s dead ” (Es lindo, es sexy y está muerto) tituló la revista Rolling Stone en septiembre de 1981 cuando a través del film Apocalipsis Now y un Grandes éxitos, la banda volvió a estar en la vidriera del rock and roll, ahora para siempre. Los últimos días de Morrison no hacen más que alimentar su mito. Partió a París (histórica cuna de poetas malditos, intelectuales y escritores famosos) buscando inspiración y paz. Es de suponer que no la encontró ya que, el 3 de julio de 1971, al conocerse su fallecimiento, se halló un anotador en el que se leyó escrito miles de veces: “Que dios me ayude”. Más a o menos lo mismo escribirá 23 años después Kurt Cobain antes de volarse la cabeza. Probablemente es todo lo que pueden decir aquellos que se asoman al abismo, algún abismo, y se hallan sin timón y en el delirio. La única posibilidad que tienen ciertos seres es la de traspasar todos los límites por sí mismos y convertirse en campeones, sí, pero de las tinieblas. Mientras tanto, los demás, observamos boquiabiertos. A la distancia podemos advertir a Morrison como un viajero atemporal que sucumbió a las puertas de la percepción que él mismo había entreabierto. Le tocó vivir en el siglo XX pero bien pudo ser un autor gótico del XIX o un Conde estrafalario del XVII. Dada la estatura de su mito, la música de la banda suele ser subestimada. Pocas veces se los compara con The Beatles o The Rolling Stones. Tampoco se los suele nombrar junto al magistral Frank Zappa como estandartes del lado B del verano del amor. Quizás no toda su discografía merezca ocupar ese lugar pero es verdad que pocas bandas consiguieron un sonido tan reconocible y atrapante. Perderse a los Doors por Morrison, por todo lo que los fans de los Doors ven en él y puede ser entendido como una exageración, no es razonable. Recomiendo bucear en los discos de los Doors, su música es subversión, pervierte y también perturba, nos hace bailar, coger, pensar sobre aquello que las sociedades intentan tapar, lo indecible, lo que está más allá de nuestra percepción, lo que las grandes palabras ya no pueden reflejar ¿Qué más podemos pedirle al viejo y querido rock and roll?
2- ¿Qué es lo que gusta de los Doors? A muchos comienza por atraparlos la figura de Jim Morrison, chamán/poeta o payaso/farsante según quien lo mire. De lo que no quedan dudas es que se trata de un tipo fascinante, tanto que cuesta distinguir a los restantes miembros de la banda. Mercuri era la imagen de Queen pero todos sabíamos que detrás estaba Brian May; en los Rolling hasta sabemos que existe Charlie Watts, un individuo que habría sido un perfecto desconocido en cualquier otra banda; Page and Plant llegan a nuestro inconsciente cuando se nos nombra a Led Zeppelin, sin embargo, a los pocos segundos, comienza a sonar en nuestros oídos un ruido estruendoso que no es otra cosa que la potente batería de John Bonham. De los Doors apenas recordamos que hay uno rubio y otro dos con bigotes. Tal vez también con barba. Es que el Rey Lagarto no sólo es la imagen de su banda sino también la de una época de renacer artístico y violencia política e ideológica, los 60’. Quizás sólo las innumerables polaroid de Lennon desnudo abrazado a Yoko puedan competir con aquella clásica toma en la que se ve a Morrison con el torso al descubierto, un mugroso collarcito hippie y unos ojos misteriosos, que de tan misteriosos parece estúpido llamar misteriosos. Para el gran público Morrison es un ícono, representa, significa, “alude a…” más de lo que es. Como el Che Guevara, varios llevan su remera sin saber muy bien quién es. Yo tengo una celeste, muy hippie, con su cara dibujada en negro y violeta. Es una de mis favoritas.
3- Y por otro lado están las canciones, que entre tanta leyenda y mito suelen ser relegadas, cuando no menospreciadas…hasta que se escuchan. Ya no existen bandas como los Doors, tan personales y perturbadoras, con un mensaje oscuro que no suena impostado sino necesario y exuberantemente artístico. Si hasta nos hacen creer que Morrison era un poeta (perdón, pero desde el Lagarto hasta Cobain e incluso Lennon y Spinetta tengo un problema con los libros y textos de poemas de las estrellas de rock). El primer disco, que ahora mismo cumple 40 años, parece operar como el lado B del verano del amor hippie, la otra cara del “Todo lo que necesitas es amor” que los Beatles grababan ese mismo año (1967) en Magical Mystery Tour. Sin dudas el momento más estremecedor del álbum –y quizás de la historia del rock and roll- es el fragmento de The End, el emblemático tema que cierra el disco, en el que Morrison, reelaborando el mito de Edipo, recita: “¿Padre?/ Sí, hijo/ Yo quiero matarte/ Madre, yo quiero…”. Un aullido indescifrable y siniestro hace indecible las palabras de Morrison aunque es probable que al escucharlo comprendas porqué el rock es subversión como así también una incitación a los pensamientos sojuzgados y peligrosos para la sociedad. Habitúes del bar Whisky a Go Go, en una noche de caos lisérgico, Morrison fue más allá y pronunció la frase maldita: “¿Madre?... ¡Yo quiero cogerte!”. En forma inmediata los dueños del Bar echaron al grupo del recinto y comenzó una triste costumbre en los Estados Unidos: la cancelación de conciertos de los Doors. Los Doors se conviertieron en el hecho maldito del país burgués. Éste hecho llevó a Morrison a un estado anímico cada vez más provocador y en un concierto fue acusado de mostrar su pene. Más gracioso fue lo que ocurrió en un recital de Hendrix donde Morrison subió y declaró que deseaba chuparle la pija al eximio guitarrista. Acto seguido Janis Joplin ingresó a escena para partirle una botella en la cabeza. Parece una skecht de Peter Capusotto y sus videos pero hay quienes dicen que fue verdad. Leyenda mil veces contada o no, la historia encuentra juntos a 3 leyendas del rock que pocos años después morirían a los 27 años, igual que Cobani. Y entre realidad y leyenda, yo me quedo con la leyenda.
4- “Es country y blues, eso es lo que es” responde Morrison al periodista de Rolling Stone en 1969, cuando éste le preguntaba por la música de su banda. Y algo de eso hay. Los Doors parecen encarnar una evolución musical donde el rock and roll siempre está combinado con una interesante performance rutera y country, sutiles pinceladas de jazz (a través del órgano de Manzarek), el blues más ortodoxo y hasta el funk en su último disco L.A Woman. Como rarezas que ponen en evidencia la constante mutación del grupo, aparecen Spanish Caravan, de Waiting For The Sun, donde el guitarrista Rolly Krieger (que para no ser menos tampoco tocaba como la mayoría de los guitarristas de los 60’; tenía una extraña forma de mezclar los sonidos suaves con la electrificación más penetrante) interpreta punteos de indisimulable raíz flamenca y el álbum The Soft Parade, junto a una orquesta sinfónica. Generalmente se nombra al primer disco como el mejor. A mí me gustan todos. Sin embargo allí se encuentran gemas difíciles de igualar: el hit Ligth My Fire, síntesis perfecta de la lírica de Morrison y la preponderancia del órgano de Manzarek, el mencionado The End, el conocido Break On Trough, la atmósfera inquietante de End Of The Night, Alabama Song, un tema compuesto por… ¡Bertolt Brecht!, el misterio de Cristal Ship y la exquisita Take it as it Comes, donde los Doors suenan tan modernos como Franz Ferdinand.
5- Si existiera la hermosa posibilidad de que alguien me obligará a elegir el mejor disco de cada una de mis bandas preferidas, de los Doors elegiría el segundo, Strange Days, editado entre 1967 y 1968. El disco es una joya que de algún modo refleja a través de sus sombrías canciones un estado de ánimo en la sociedad norteamericana que tendía hacia la violencia y el fin de las utopías (las muertes, con diferencia de apenas dos meses de Martin Luther King y Robert Kennedy, el comienzo de la guerra de Vietnam, etc.). Allí está la hippie triste de Unhappy Girl, la extrañeza de People are Strange (quizás el tema más conocido del disco, reversionado en los 80’ por una de las tantas bandas oscuras de esa época que vieron en los Doors un referente: Echo And The Bunnymen), el clásico Love Me Two Times y el poema que Morrison le recitó a Manzarek para que éste último ideará la formación de una banda: Moonlight Drive.
6- Waiting for the Sun es entendido como un disco menor pero creo que de todas formas contiene varias canciones interesantes. El hit Hello, I Love You marca la entrada de los sintetizadores y un juicio de plagio que ganó el líder de Los Kinks, Ray Davis; el manifiesto contra la guerra de The Unknown Soldier y también algunas baladas que, como reza el título del disco, parecen esperar una nueva época de redención bajo un sol un tanto menos violento que el que se avecinaba: Love Street, Summer’s Almost Gone, etc. El disco junto a la orquesta, Soft Parade, de 1969, puede entenderse como un paso en falso que refleja el legendariamente sombrío camino que tomará la vida de Morrison en los próximos dos años.
7- Como en un cuento del género fantástico y cuando todos creían que los Doors estaban acabados, salen, uno detrás del otro, los tres últimos álbumes de la banda, uno grabado en vivo, Absolutely Live, incendiaria muestra de la capacidad escénica de Morrison como así también del buen tino de la banda para dejarse llevar y colgarse en solos de piano o de guitarra mientras el Lagarto hace de las suyas. Pero el mayor tesoro se haya en los discos de estudio. Morrison Hotel de 1970, evoca a una banda que sonaba como una locomotora de carga en tanto el histórico líder ya no era el muchacho delgado y misterioso de los primeros tiempos sino más bien un tipo desaliñado, barbudo y excedido de peso que dejaba atrás su voz de barítono por una perorata de aullidos y gritos que se encuentran entre los registros más geniales de la historia del rock and roll. Como una Janis Joplin masculina… aún más masculina que Janis. El disco está plagado de blues y rock and roll primitivo: hay temas conocidos e impecables como Rodhouse Blues y el típico country-rock and roll marca Doors de You Make Me Real como así también espacio para la excelente Waiting For The Sun y la hipnótica música de feria de Land Ho! Los Doors demuestran aquí ser un combinado y también un paseo por las distintas vertientes de la música norteamericana.
8- Hubo ediciones póstumas, discos en vivo y hasta, en una broma pesada, la banda salió de gira sin Morrison, pero el último disco de los Doors es el fabuloso L.A Woman, de 1971. Grabado con la intención de volver a las raíces, igual que el anterior, el disco exuda vitalidad y madurez artística con temas imborrables como el homónimo, Lover Her Madly, el funk de The Changeling y la apoteótica despedida de Riders Of The Storm, una cinematográfica canción, uno de los mejores y más conmovedores temas finales que una banda de rock and roll ha compuesto.
9- “He’s hot, He’s sexy and He’s dead ” (Es lindo, es sexy y está muerto) tituló la revista Rolling Stone en septiembre de 1981 cuando a través del film Apocalipsis Now y un Grandes éxitos, la banda volvió a estar en la vidriera del rock and roll, ahora para siempre. Los últimos días de Morrison no hacen más que alimentar su mito. Partió a París (histórica cuna de poetas malditos, intelectuales y escritores famosos) buscando inspiración y paz. Es de suponer que no la encontró ya que, el 3 de julio de 1971, al conocerse su fallecimiento, se halló un anotador en el que se leyó escrito miles de veces: “Que dios me ayude”. Más a o menos lo mismo escribirá 23 años después Kurt Cobain antes de volarse la cabeza. Probablemente es todo lo que pueden decir aquellos que se asoman al abismo, algún abismo, y se hallan sin timón y en el delirio. La única posibilidad que tienen ciertos seres es la de traspasar todos los límites por sí mismos y convertirse en campeones, sí, pero de las tinieblas. Mientras tanto, los demás, observamos boquiabiertos. A la distancia podemos advertir a Morrison como un viajero atemporal que sucumbió a las puertas de la percepción que él mismo había entreabierto. Le tocó vivir en el siglo XX pero bien pudo ser un autor gótico del XIX o un Conde estrafalario del XVII. Dada la estatura de su mito, la música de la banda suele ser subestimada. Pocas veces se los compara con The Beatles o The Rolling Stones. Tampoco se los suele nombrar junto al magistral Frank Zappa como estandartes del lado B del verano del amor. Quizás no toda su discografía merezca ocupar ese lugar pero es verdad que pocas bandas consiguieron un sonido tan reconocible y atrapante. Perderse a los Doors por Morrison, por todo lo que los fans de los Doors ven en él y puede ser entendido como una exageración, no es razonable. Recomiendo bucear en los discos de los Doors, su música es subversión, pervierte y también perturba, nos hace bailar, coger, pensar sobre aquello que las sociedades intentan tapar, lo indecible, lo que está más allá de nuestra percepción, lo que las grandes palabras ya no pueden reflejar ¿Qué más podemos pedirle al viejo y querido rock and roll?