jueves, 13 de marzo de 2008

UN PARTIDO DE MIERDA

Eliminando de la incierta fórmula popular al Obispo, podríamos decir que River gana de visitante cada muerte de Guinzburg. Ayer, contra la Universidad de Chile, se dio un partido típico de Copa: de mierda. Los equipos se mostraron imprecisos, nerviosos, fouleros, ignotos. De seguir jugando así, ninguno de los dos podrá aspirar a realizar un papel importante en el Torneo –dicho sea de paso: pocos esperan que esto suceda-. En el primer tiempo, la U, alentada por un público enardecido que terminó presionando más al conjunto chileno que al argentino, no encontró el balón ni hizo pesar la localía y River, que lograba recuperar pelotas con pasmosa facilidad, no tuvo demasiadas ideas para llegar al gol. Todo iba por los caminos del empate hasta que Augusto Fernández guapeó una pelota tras un pase de Ortega, la consiguió y se la pasó a Abreu que, como demostró también contra San Martín de Tucumán, se está afirmando como un temible goleador… cuando el arco rival está vacío con el arquero tirado por el piso. A poco de iniciar el segundo tiempo, el equipo chileno salió más convencido y después de una gran jugada de un brasilero llamado Ailton, pudo conectar el empate. A partir de allí el partido se inmiscuyó en un territorio aún más triste: innumerables faltas, pelotazos, jugadores distraídos, roces, todas características que instan a Niembro y Closs a hacer esos chistes privados, inentendibles y tediosos para el espectador. Carrizo, que ayer se pareció al verdadero Amadeo y no el que se comió 6 en Suecia 58’, atajó notablemente algunos pelotazos –especialmente un tiro libre de Bottinelli- pero River tuvo muchas más chances. Cuando el partido moría –si es que alguna vez estuvo vivo- el Niño de Cobre robó una pelota que parecía perdida y Rosales, que había sacado un gol sobre la línea –para River, por supuesto- recuperó la memoria y la clavó en el palo izquierdo del arquero. En caliente se puede decir que River consiguió un puntazo en tierras trasandinas. Fríamente, hay otras conclusiones.
Hay algo bueno en este triunfo además de los 3 puntos: River ganó un partido en una cancha que parecía a punto de estallar, es decir, no se achicó en las difíciles. No sé ustedes, pero yo nunca había visto el Estadio de la Universidad de Chile tan chico y tan repleto. No parecía la Bombonera pero sí una caja de alfajores desenfrenada. Tal vez todos fueron a insultar al Niño Maravilla, que se retiró lesionado y con un signo de interrogación en el rostro por la animosidad de su gente. Como aclaré anteriormente, la presión terminó obnubilando al equipo local y este 2 a 1, de clasificar River a Octavos, será el partido bisagra o clave, como ustedes prefieran. Desde otro punto de vista, el panorama riverplatense sigue siendo desolador: si la única forma de hacer goles es robar pelotas en las cercanías del área vamos al muere. Eso quiere decir que no hay forma de que el equipo hilvane una jugada de peligro a través de la interrelación de sus integrantes: a pesar de que la victoria estuvo bien, los dos goles fueron repentinos y no tuvieron mucho que ver con lo que inmediatamente estaba sucediendo en el partido. Niembro habló de un equipo explosivo en el Monumental y otro perdido de visitante. Me pregunto si la explosión es ganar agónicamente contra América de México o meterle tres goles al endeble San Martín –sin contar que los tucumanos nos hicieron 2 y quedan 10 minutos de partido-. Cualquier gallina que se precie de tal sabe que los Simeone Boys todavía no jugaron un partido entero bien, es decir, sin dejar dudas ofensivas o defensivas o en el medio o, incluso, en el arquero.
Por otro lado, Simeone tiene un problema: si saca a Cabral y Abreu, dos jugadores que ni por asomo están demostrando un nivel aceptable, va a quedar, con algún nombre de menos, el mismo equipo de Passarella y sabemos que los ingenuos hinchas de River –enojados a muerte con el Kaiser- bancan al del cuchillo entre los dientes porque desde que llegó, implícitamente, dejó en claro que su idea futbolística es diametralmente opuesta a la de su anterior colega. Cabral, que ya se hizo expulsar, es el termómetro del equipo: nunca termina de jugar bien un solo partido. Cuando roba una buena pelota, pierde otra al borde del área, cuando hace un buen pase, ejecuta un pelotazo para cualquier parte. Abreu, por su parte, juega con una displicencia demasiado enorme para no ser advertida. Está bien que hizo dos goles en dos partidos pero ¿qué sucedería si siempre tuviéramos de entrada a Falcao y Sánchez? Encima le reclama a sus compañeros que le den pases, no perfectos, sino ultra-perfectos. Antes del gol, se lo notaba totalmente desconectado del resto: fastidioso, enojado con sí mismo, reclamando habilitaciones inexistentes. Históricamente, en River, los goleadores, además de hacer goles, jugaban al fútbol. Si a esto le sumamos que los goles del Goleador son esporádicos. Ya sé que las comparaciones son odiosas pero aprovechando que los dos tienen filiaciones azulgranas: qué diferencia entre ese Romeo que deja la vida contra Potosí y este Abreu que deja pasar un delantero en el área de River levantando las manos inexplicablemente. Ortega a veces lo mira y parece decir: Pensar que yo tuve de 9 a Francescoli…
El resto del equipo estuvo para un 5 general exceptuando al guardameta lector de Paulo Coelho, Ponzio y Villagra, que no jugo del todo bien pero deja la vida en cada pelota. Ortega anduvo peleado con el mundo pero aún así, en un 50 por ciento de sus capacidades, sirve y mucho. Augusto Fernández jugó un gran primer tiempo y en el segundo se esfumó. Ferrari parece desposeído de todo lo que era con Passarella –incluyendo la capitanía-. Para ganar la Libertadores es necesario ganar este tipo de partidos, es verdad. El problema a resolver para Simeone, a partir de ahora, será jugar, alguna vez, bien. Siempre, se sabe, como lo indica la tradición riverplatense, desde algunos años es imposible. Sayonara y abrazo de gol.

PD: El partido de ayer trajo a la memoria dos nuevos jugadores Lado B de Boca y de River respectivamente: Imboden y Buljubasich.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

hay varias formas de ganar la copa:

-tener a Riquelme (claro que para River esto es imposible)
-que se le lesione Riquelme al otro equipo
-que le secuestren un familiar a Riquelme para que no pueda pensar mucho en jugar
-que secuestren a Riquelme

Anónimo dijo...

qué jodés con jorgito? sos tarado mental o qué?

wallychoo dijo...

No le quitten ni una coma, ni un punto, dejenlo asi

Abrazo domingo y gol

Anónimo dijo...

ganó Cortázar...


mi repudio total al que votó "La revolución es un sueño eterno"

Perro dijo...

sólo un detalle, el estadio no es de la universidad de chile, aquí la U, sino que la universidad católica, hay mucha diferencia entre ambos por pasión y garra.
En todo caso a ratos pareció un partido de rugby, con la catolica en especial dandose pases para atras.