viernes, 23 de mayo de 2008

RECAPITULACIÓN

El comienzo de la elaboración crítica es la conciencia de lo que realmente se es, o sea, un “conócete a ti mismo” como producto del proceso histórico desarrollado hasta ahora, el cual ha dejado en ti mismo una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario. Hay que empezar por hacer ese inventario”- Antonio Gramsci.

Este post no apunta a profundizar antagonismos, la intención es recapitular algunos conceptos vertidos en este espacio que no dejan de dar vueltas por mi cabeza. No hablo de términos borrosos. Se me dijo “tibio” porque en un breve análisis sobre el campo no nombré a la multinacional Monsanto. Quien lo dijo seguramente sabe que todo texto parte de un discurso premeditado, un recorte, y que el análisis criticado se centraba en la utilización demagógica del lenguaje por parte de los representantes del campo y no en la incidencia de un determinado grupo económico en el conflicto. Esto es como cuando Barney entra a la reunión de las niñas exploradoras. Lisa lo echa y él pregunta: “¿Es eso o es que no quieren aceptar que tienen un problema?”. Seguramente las niñas exploradoras tienen muchos problemas y fallas pero, simplemente, ése no era el contexto para que entrara el amigo de Homero. ¿Alguien en su sano juicio le pediría a Paco Gerlo que juegue como Riquelme? No, todos saben que Paco Gerlo se dedica a pegar patadas y reventarla en el área chica. Espero que el punto haya quedado claro: más adelante, quizás, me dediqué a escribir sobre Monsanto, en los posts que vengo escribiendo sobre la trifulca campo/gobierno no fue mi finalidad mencionar la incidencia de tal empresa en el conflicto. No porque no la acepte, sino porque no tuve ganas. Una solución sería pasarles el mando del blog a las personas que esperan mucho del mismo y creen estar más capacitadas para escribir que yo, un tipo arbitrario, mediocre y tibio. Otra solución, un tanto más plausible, sería que quien lea el blog y sienta la necesidad de hablar de Monsanto lo haga sin descalificarme, pero tal vez sea pedir demasiado. Me dijeron que mis textos son “gastados”, por ejemplo. Es cierto. Creí que me lo decía alguien con un extremado swing poético, original, no gastado, alguien revolucionario en el campo de la escritura y el pensamiento sino Occidental, marplatense, alguien con la suficiente autoridad para sentirse seguro de sí. Aunque se trata, sin dudas, de alguien que escribe mucho mejor que yo, no era el caso. No, no. Me dijeron “mediocre” por defender mi postura y por querer saber el nombre de alguien que firmaba como anónimo y, para presentarse, utilizó la rara práctica de insultarse en tercera persona creyendo que con el autoescarnio dejaba todo claro (¿?). En el Planeta donde yo nací (la Tierra) si alguien se llama X, suele presentarse a sí mismo diciendo: “Me llamo X”. Nadie diría, en cambio: “X es mediocre”. Sin embargo, el mote que más me hizo ruido fue el de “apolítico”. La discusión es tan conocida como la secuencia en que un muchacho de Villa Fiorito elude a 7 ingleses en un estadio mexicano: están los que dicen que hacer política es militar y formar parte de un partido o decidir y opinar vehementemente sobre situaciones particulares (problemas burocráticos u estructurales de una carrera, por ejemplo) y están los que dicen que hacer política es, meramente, coexistir en una sociedad y tener elecciones, sean éstas explícitas o no. Personalmente, no estoy de acuerdo con ninguna de las dos acepciones (aunque nunca olvido que puedo no estar en lo cierto). Sobre el primer punto de vista, tengo un grave problema: formar parte de un partido presupone la existencia de un pensamiento único en un grupo de personas. A excepción de ciertas convenciones sociales, no creo que nada idéntico pueda convivir en la mente de un conjunto de personas. Mucho menos cuando se trata de una larga lista de pautas políticas. Seguramente quien forma parte de un Centro de Estudiantes me dirá que estoy errado y que existe la disociación, pero ningún partido político se forma a partir de la divergencia de sus integrantes. Cuando esta última ingresa a uno, el partido se disgrega o remueve parte de sus actores. Creo que lo que propulsa al mundo hacia el lado bueno es la diferencia, escapo de los lugares donde rige la uniformidad de pensamientos (aunque éstos me identifiquen). No podría incorporarme a un espacio político representativo sin estar de acuerdo en todo. Y, concretamente, es imposible que uno esté de acuerdo con todo lo que manifiesta un partido político. No confío en las personas, no creo que, a largo plazo, salgo algo bueno de un pensamiento compartido por múltiples sujetos, la historia me respalda. Todo lo que empieza con fines venerables se transforma en pesadilla (Gramsci, un extraordinario pensador marxista, fue uno de los fundadores del Partido Comunista en Italia; Stalin, en Rusia, pervirtió el marxismo y llevó a cabo un genocidio). No creo que la política esté podrida, no creo que los chicos del Centro de Estudiantes sean malos o no tengan buenas intenciones, para nada: no creo, simplemente, en la abstracción que representan. Creo en ellos individualmente, como engranajes necesarios que aportan a la sociedad, no en conjunto, como representantes de una entelequia. Si una agrupación política triunfase con buenas intenciones, no pensaría que triunfó la Agrupación sino la suma de individualidades que propició tal conducta. Algo falla, desde mi óptica, y me impide ingresar, siquiera, a sus ideas. Estoy a favor de la redistribución de riqueza y de los juicios a ex represores, pero Fidel Castro me parece un dictador que denigra a homosexuales y drogadictos. ¿Cómo se pasa por alto algo así? De ese tipo de cuestiones, entre otras, está hecho mi escepticismo. Por otro lado (y esto es en un plano demasiado subjetivo), salvo en los grandes pensadores (que, generalmente, suelen exceder los marcos de nuestras pequeñas vidas periféricas: por ejemplo, Gramsci), no creo en la política que pueda partir de alguien que se dice a sí mismo que debe “hacer” acciones políticas y para ello se autodenomina político o se afilia a un partido. Esta postura linda con la ingenuidad. Es como autoconvencerse de estar enamorado o decirse a uno mismo “escritor” porque en las horas libres garabateó tres cuentos. La política, imagino, debe partir de pensamientos individuales dentro de un contexto que permita la relación con lo social pero por fuera de toda coyuntura que obligue al sujeto a seguir determinadas coordenadas o pautas restrictivas. El pertenecer a una agrupación X sugiere la adaptación conceptual a una doctrina dada; en ese hecho observo un acto sumiso y algo artificial. No quiero parecer agresivo ni causar malestar en nadie, a pesar de algunas exacerbaciones no me considero alguien que escribe para calentar el ambiente o tirar mierda, escribo lo que pienso, me defiendo a través de la escritura si me atacan e inobjetablemente, a través del minúsculo análisis que puedo hacer de las agrupaciones políticas de la facultad (y del Planeta Tierra), no veo en ellas algo que me convenza. Ojalá logren sus cometidos, con los que estoy de acuerdo mayormente, pero tampoco puedo callarme y vacilar porque “yo no hago nada político”: ¿cómo hacer algo en un espacio que me resulta inconcebible? Esta postura es política, quiéranlo o no. Excede el segundo punto de vista que marco al inicio del post, aquel que dice que “todo es política”. Considero que no formar parte de ninguna “agrupación” política (en forma conciente) es una elección política, es también formar parte de una “agrupación colectiva” de la que, si se quiere, el único miembro soy yo (aunque de seguro hay otros que piensen lo mismo). Gramsci instaba al “pequeño intelectual amargado en su propia estupidez” a llevar la teoría a la práctica, de una, estaba convencido de que formar parte del Partido Comunista era pensar por sí mismo (frente al fascismo cualquier cosa lo era), pero, años después de su muerte, los ejes de su Partido, pienso, lo hubieran horrorizado. En estos días recordé una nota de sus diarios que me quedó grabada desde el día en que la leí: “Por causa de la concepción del mundo se pertenece siempre a una determinada agrupación, y precisamente a la de todos los elementos sociales que comparten ese mismo modo de pensar y de obrar. Se es conformista de algún conformismo, siempre se es hombre-masa u hombre-colectivo (…) Cuando la concepción del mundo no es crítica y coherente, sino ocasional y disgregada, se pertenece simultáneamente a una multiplicidad de hombres-masa”. Y también: “¿es preferible pensar sin tener conciencia crítica de ello, de un modo disgregado y ocasional (…) o es preferible elaborar uno su propia concepción del mundo conciente y críticamente, ya, por tanto escoger la propia esfera de actividad en conexión con ese esfuerzo del cerebro propio, participar activamente en la historia del mundo, ser guía de sí mismo en vez de aceptar pasivamente y supinamente la impronta puesta desde fuera de la personalidad?”. En conclusión (y contradicción con el pensamiento general de Gramsci, no con esta pregunta iluminadora): no creo que la única praxis política correcta esté intrínsecamente arraigada con el hecho de saberse “político”, de pertenecer a un partido, de creer que uno está haciendo algo y otro no está haciendo nada. Si alguna vez ofendí a alguien, pido disculpas. Lo mismo corre en cuanto a lo dicho sobre las actitudes de los estudiantes universitarios en clase. Es inédito que formemos parte de una Institución en la cual los estudiantes, escondidos detrás de un vergonzoso corporativismo, podemos criticar todo (profesores, planes de estudio, rectores) a excepción de nosotros mismos. La autocrítica de los estudiantes debe existir y, como tal, debe ser lapidaria. Cuando digo que soy un estudiante mediocre no ensayo una pose o, en modo implícito, me postulo como “el argentino perfecto” (anónimo dixit) levemente progresista que escucha a Pez: estoy repasando mi libreta universitaria, mi actitud abúlica, mi desidia hacia temas que deberían interesarme. Yo también estudio en una Universidad, pensar que porque llamo la atención sobre algo chistosamente nefasto que ocurre allí, me autoexcluyo, es equivocarse o, por lo menos, no leer frecuentemente este blog o intentar ver algo turbio donde no lo hay: las cosas que escribo parten de mi experiencia y, por consecuencia, de la autocrítica. Esta última, quizás, deba llegar a quienes nunca aceptan tener un desliz y se pierden por la peligrosa tangente de la descalificación y la autoindulgencia. Por lo pronto, me declaro incompetente y doy el tema por terminado. El que quiera decirme algo (lo que sea) puede mandarme un mail a ilcorvino@hotmail.com así evitamos el típico debate de blog hecho de insultos y anónimos. Sayonara.