No soy un gran seguidor de la carrera de Clint Eastwood. Vi, sin mucho interés, películas en las que realiza la tarea de ser actor y director. Algunas de las características de su cine me gustan (especialmente esa pulsión arrolladora por contar historias y cierto laconismo no exento de maldad) y otras me aburren o me dejan estupefacto o no causan efecto alguno en mí. Hace unos días vi El sustituto. La experiencia fue ambivalente: por un lado me atrapó la anécdota (una madre pierde a su hijo y recibe otro de manos de la policía) y la pericia narrativa con que está tratada; por otro, sufrí ostensiblemente la actuación de Angelina Jolie, actriz con la que mantengo un prejuicio sobre sus capacidades de trabajo muy cercano a la realidad. En los últimos días fui instado (a través de recomendaciones de conocidos, comentaristas del blog y artículos de prensa) a ver Gran Torino. No le tenía mucha fe y tal vez por la distancia que hubo entre lo que esperaba y lo que finalmente me pareció, al terminar de verla, la consideré excelente.
El núcleo a partir del cual se activa la acción de la película se centra en el devenir de su personaje principal: Walt Kowalski (interpretado por el mismo Clint), un militar retirado a quien se le acaba de morir la mujer. Walt (quien odia que lo llamen de ese modo) es un tipo fácilmente irritable, armado hasta los dientes, que responde con gruñidos o insultos hirientes cuando algo no le gusta, con una bandera norteamericana flameando en el porche de su casa, un Torino del 72’ en su garaje y una estructura mental anclada en los años 50’, época en la que peleó en la guerra de Corea. Más que practicar la xenofobia (entre otros, contra los coreanos que viven al lado de su caso), la sufre, ya que ésta no le permite tomar contacto con el mundo (en su caso, un barrio al que van a parar las distintas etnias que llegan a EE.UU) y lo lleva a permanecer inerte en el porche de su casa tomando cerveza y maldiciendo a todos. (Es gracioso su parecido estético con los personajes de Los reyes de la colina). Años de culpa (una relación tormentosa con sus hijos, que se quieren quedar con sus cosas y se burlan de él a sus espaldas; el recuerdo de los soldados que mató) lo han depositado en un estancamiento emocional eficazmente reflejado en la rigidez de su rostro.
Esa cara de piedra marca Eastwood, sumada a otros elementos con los que el actor construye al personaje que encarna (su andar desconfiado, el murmullo amenazante de su voz, la postura tensa al sentarse), de por sí, hacen imprescindible la vista del film. Es notable la carga expresiva (entre dramática y cómica) que Eastwood amalgama en Walt. Para ir de un tenor a otro, Eastwood sólo necesita cerrar un puerta, como cuando, alcanzado por la tristeza de estar solo en su cumpleaños, asiste a una reunión en la casa de sus odiados vecinos. Durante la velada no deja de desgranar su desconfianza y sarcasmo, hasta que se encierra en el baño y mirando al espejo se dice que está solo, sin familia, rodeado de desconocidos y tosiendo sangre. Esa breve escena puede causar escalofríos.
La cuestión es sencilla y esperable: el duro comienza a ablandarse ¡Y (oh, las vueltas de la vida) justamente con los coreanos a quien tanto detesta! Contar cada una de las peripecias del film sería atenuar la sorpresa del espectador. Digamos que Walt se convierte (sin quererlo) en el guardián protector de sus vecinos de al lado, quienes son hostigados por una malvada pandilla de su misma nacionalidad (que parece salida de un comic), quien quiere convertir al joven de la familia (el tímido y balbuceante Thao) en uno de ellos. Este último, se ofrece a Walt para realizar trabajos de mantenimiento (en recompensa por haberle querido robar el auto y por haberlo defendido inconscientemente) y entabla con el viejo una relación entrañable, hecha de momentos muy graciosos, como cuando el ex militar le quiere enseñar al pequeño coreano de qué forma hay que blasfemar para ser respetado por los hombres norteamericanos. Es así que Walt pasa de ser, durante el transcurso del film, un reaccionario irascible sin atisbo alguno de corazón a una especie de maestro Miyagi invertido, políticamente incorrecto, poco tolerante y con mala onda, que en vez de enseñar el abc de las artes marciales, explica a Theo el funcionamiento de un desagüe. No sé si la película será fascista, reaccionaria o retrógrada. (Como dijo Quintín en su columna de Perfil, raramente se entiende qué piensa Eastwood del mundo). En este caso no creo que importe demasiado, desactivando nuestras coordenadas cerebrales circa Siglo XXI (adeptas al “cualquierismo”, doctrina que alguna vez explicaré), creo que se puede disfrutar muchísimo. Reconocido republicano, es usual que el contenido de sus manifestaciones artísticas sea etiquetado con reservas. El excepcional final de Gran Torino, con Walt desarmado ofreciéndose cual kamikaze para vengar y salvar el futuro de su (ahora) amada familia de coreanos, no deja dudas al respecto. En un mundo caótico, que perdió el sentido de la bondad y el respeto, Eastwood (valiéndose de un personaje polémico), como la madre de El sustituto, que sigue buscando a su hijo hasta el último día de su vida, parece adherir a costumbres y factores éticos lamentablemente en desuso. Sayonara.
7 comentarios:
amo a clint. le doy hasta que se muera alguno de los dos, a ver cual primero. amo su mirada, amo que sea rudo, amo que sea gris, todo lo que nunca encuentro en los "hombres" de la vida real. y eso de fui instado a ver...deci que fue gracias a tu hna y su gran banda ancha de 3 megas adquiridas por lost. mañana te espero hasta la una del mediodia para ver lost, sino arranco.
Comento con respecto a El Sustituto, porque la otra no la vi.
Disiento con respecto a Jolie. No se si fue la precisa dirección de Eastwood o el personaje que le tocó, pero hasta no parecía Angelina. Guardó esa pose de diosa sexual y compuso, con mesura, una madre destruída, cosa que podría haber dado para un derrape a la primer lágrima. Que querés que te diga, Corvino, a mí me convenció.
El resto es como vos decís. Me gusta cómo Eastwood se toma el tiempo, no se apura, va pacientemente apilando una cosa sobre la otra hasta que todo explota con las escenas de la granja y los hachazos. El personaje del psicópata es escalofriante. Me gustó mucho también cómo se introduce esa segunda trama dentro de la primera, cómo cuando Jolie atraviesa la sala de la estación de policía hacia una de sus entrevistas con el "policía malo" se escucha en segundo plano un diálogo sobre la deportación de un chico que podía haber sido sólo un relleno para darle color a la escena, pero que es la puerta para abrir la historia de la granja.
En fin. Si al guión lo hubiera agarrado otro hubiera salido una peli de lágrima fácil y denuncia obvia contra la corrupción policial, en lugar de esto.
Eastwood subió los 13 escalones, pero no los pisó todos y se salvó.
Quiero tu opinión del Ogro Fabiani.
Fix: Exceptuando lo que decís sobre Angelina, coincido en lo bien manejado que está el tiempo y el temor que provocan las escenas en que aparece el "mata-pibes" (¿?).
Natanael: ya tengo un post en el que hablo de The Ogro.
Momia: muy bueno Lost, casi tan bueno como antes.
Adoro las pelis de Eastwood, así que fui a ver El sustituto. Lamentablemente, también vi antes la colilla. Media peli te la cuentan ahí. Por eso mejora tanto cuando aparece el "matapibes": porque en realidad ahí empieza lo que no sabemos.
Voy a ver Gran Torino de una. Saludos.
Hace no mucho vi Gran Torino.
El típico caso del malo que se redime.
Pero Clint es Clint.
PD: Me encanta su gruñido.
enorabuena, es de las mejores criticas que he leido de una pelicula!!!
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