domingo, 24 de enero de 2010

Charly en el Polideportivo: Lo que ves es lo que hay

Cuesta conectar a ese hombre relleno que camina el escenario lánguidamente con el esquelético saltimbanqui de otrora. Cuesta conectar esta tranquilidad al borde de la anestesia con aquel tornado en constante movimiento. No sé qué es mejor o peor. Sé que es diferente y es imposible no evitar las comparaciones.

Antes a la hora pautada te enterabas de que Charly recién estaba saliendo de Buenos Aires y que había que hacer dos horas de “aguante”. Esta vez, Charly salió pocos minutos después de las 22:00 ante un Polideportivo con escaso público.

Antes Charly se bajaba los pantalones. Ahora pide disculpas porque se le caen.

El arranque del show y la mayor parte de la lista de temas es idéntica a la de Vélez. Un greatest hits implacable, con énfasis ochentoso, con algo de karaoke familiar. Todo es correctísimo al borde de la perfección pero también de la monotonía. Y es Charly y uno espera el gesto fuera de lugar, la frase ácida, el solo inigualable, pero no pasa nada. Son canciones bellas cantadas con fervor y tocadas con profesionalismo.

García López, con sus mechas largas y sus anteojos negros, parece salido del Guitar Hero: toca con la boca, pasa su guitarra por detrás de la espalda, se arrodilla. Hilda Lizarazu es la loca que recorre el escenario danzando sobre las tarimas y yendo de aquí hacia allá. El Zorrito es el encargado del ensamble de teclados. El trío chileno en un segundo plano ante la gran performance de los históricos.

¿Y Charly? Charly está ahí. Baila. Mira sin ver. Sonríe enigmáticamente. Se para y se vuelve a sentar un tanto desorientado. A veces parece que está a punto de decir algo, de pronunciar una palabra, pero se queda en silencio y arranca otro tema. Musicalmente, se limita a tocar algunas breves melodías en el piano de cola (que casi ni se escucha ante la potencia de la banda que lo acompaña). El resto es representación, dirigir la batuta con las manos (manos que hacen insólitos arabescos, manos que indican el final de un tema, manos que se paralizan y vuelven a agitarse) y seguir el sonido concentrado en cantar las letras con conmovedora dedicación después de casi 20 años de no hacerlo o hacerlo con desgano o mal gusto.

No me interesa si se droga o no. Si está bien de salud o se muere mañana. Si está flaquísimo o gordo. Si se salvó él o lo salvó Palito Ortega. Más allá del obvio cariño de fan obsesivo que escuchó desde Vida hasta Kill Gil, nunca me interesó. De eso que se encarguen sus seres queridos y los cholulos. Lo que me importa es el resultado del potencial disco, el desempeño en un concierto, no su vida privada. Pero todo se mezcla.

No prefiero al Charly deshecho con la cara cromada por el aerosol, con arrebatos fascistoides. No prefiero al “Nuevo Charly” (“Charly deluxe”) promocionado/rebajado/serializado por sus agentes como un puto producto de consumo masivo y no como el genial artista que en verdad es. El tipo brillante que compuso el soundtrack de los momentos culminantes de nuestras vidas. El amor, la muerte, la soledad, la felicidad, la bronca. Para cada estado primordial hay una canción perfecta de Charly García que nos identifica. Actualmente, su luz parece estar apagándose. Insertado entre los hombres de carne y hueso (en la playa mostrando sus kilos de más, como espectador en una revista de verano, con un gorrito en la cancha de Atlanta), bajado del pedestal que estuvo a punto de llevarlo a las “tumbas de la gloria”, por momentos parece uno más. E incomoda adivinar en el escenario al García de la vida cotidiana, asimilarlo con la generalidad, no porque sea un Dios ni mucho menos, sino porque siempre fue especial. Y en esos instantes parece que algo parecido a la esencia se perdió irremediablemente.

Algo faltó. No sé si es alteración. No sé si es rock and roll. No sé si es que en el puente de “Deberías saber por qué” (esa parte en el que hay un ataque letal de gerundios) se nota que la voz está grabada porque Charly se da vuelta justo para que no vean que está haciendo mímica (al mejor estilo “Una que sepamos más o menos”).

Estoy confundido, Charly. Como dicen las chicas cuando conocen a otro y no te quieren lastimar: No sos vos, soy yo. Ya no tengo 18 años y no me dan ganas de empujarme en el pogo. Ya no tengo 18 años y no me deslumbra verte como la primera vez. Ya no tengo 18 años y “el tiempo nos ha vuelto desconfiados”. Pero quedate tranquilo, yo siempre te voy a querer y me voy a acordar de vos.

Y más allá de eso “tenemos algo para decir” porque sonó de puta madre. Es imposible no alegrarse por estar cantando una vez más en vivo maravillas excepcionales como “Canción de dos por tres” o “Adela en el carrusel” o “Chipi Chipi”. O incluso “No me dejan salir” (porque también esos éxitos algo desdeñables hasta hace poco han tomado una dimensión considerable con los años). Pedro Aznar fue el invitado de lujo (retribución de gentilezas). Acompañó en la evocación progresiva de “Perro andaluz” (probablemente el mejor momento del recital y donde Charly se soltó más con el piano) y el tecno criollo de “Hablando a tu corazón”. Cerró “No toquen”. No encuentro otra forma de terminar esta reseña ambivalente, indecisa, perdonen la obviedad: Say No More.

8 comentarios:

Nombre dijo...

Por Dios ese guitarrista, es Splash de Guns & Poses.

¿Qué tal la lectura en Sibelius?

Hernán Galli dijo...

Me hiciste recordar esta parte de la canción de Fito.


Algo llegó a su fin
y no hay caso,
debería romper la ilusión.
No volveré a salir de tu mano
todo pasó por un Marshall.

Eduardo Varas C dijo...

Snipper, directo a matar: "Antes Charly se bajaba los pantalones. Ahora pide disculpas porque se le caen"...

Es la mejor definición... hay que robártela, man...

Un abrazo

Cine Braille dijo...

Un post de colección, maestro.

La Momia dijo...

Igual a mi me encantó cantar "me siento mucho más fuerte sin tu amor" eso no te lo roba nadieeee...ni palito Ortega.

El anacoreta dijo...

es raro ver a este charly, yo no pude ir (o no fui porque me parecio excesivo el precio de la entrada) pero estuve en velez, no me gusta verlo asi, anesteciado, tenes razon en lo que decis sobre que no es importante que se drogue o no y todo eso que es mas para las viejas, pero creo que como fanatico o admirador (¡crecimos con sus canciones!!!) uno siente un poco de amor, es decir que no da lo mismo si se muere, si lo ve recontrradrogado, con la cara pintada y desnutrido, o en esta version "saludable" aunque un tanto patetica. Tal vez la sensacion de haberlo visto hecho mierda (tan comun hasta hace un año) o la de verlo asi, es la misma. Y al final siempre me lamento de no haber visto a sui o a seru o a su primera etapa solista. En ese sentido, el titulo que pusiste es perfecto. LOQUE VES ES LO QUE HAY.

saludos

M dijo...

Ver a Charly abrazado a Spinetta bajo el diluvio (la noche en que volvió épico y nosotros fuimos estoicos) y abrazado a Pedro Aznar en Mar del Plata y rodeado por los mismos que hace más de veinte años también estaban ahí “sigue, misteriosamente, agradándome”. Hace poco más de veinte años el negro García López ya se arrodillaba y ya tocaba con los dientes y ya era un hombre leal. La diferencia es que hace más de veinte años parecía más fácil porque nadie era viejo todavía, ni soñábamos de lejos con la muerte del rock. Hoy, con el panteón ilustre en la mochila, cuesta entender que el tipo que hace una década saltó del noveno piso a la pileta sea el mismo al que llevan de la mano sobre el escenario oscuro por temor a tropiezos. Sin embargo, vista desde un poquito más lejos, la imagen cambia. Lo que duele es ver cómo el siglo XXI nos va dejando a la intemperie, cómo se nos va agrietando el piso de lo que Flaubert y Franchini llamaron “nuestra educación sentimental”. Por ser lo que creyó, una vez más, Charly “es lo que está pasando”. ¿Alguien esperaba otra cosa?

ZG dijo...

Corvino, me pusiste triste, pero me di cuenta que pienso igual.
Estuve en Velez y en Rosario.
Esta crónica podría servir también para el de Rosario, ya que al de Velez todos fuimos a ver la vuelta. No había ninguna exigencia.
Con el de Rosario, salvo lo emotivo de los invitados, la diferencia con lo que contás es cero.
Pero bueno, insistiremos en el Luna en marzo y en Santa Fe en abril.
Nos vemos.