La idea de que el desamor puede sobrellevarse con elegancia es una mentira atroz de la entelequia llamada “arte”. Discos, películas y novelas afirman que tener el corazón roto es cool. Que yo sepa nada tiene de interesante estar triste, odiar, llorar, extrañar, querer asesinar gente. Sin embargo allí están 500 Days of Summer, Pucca, Blood on the tracks, Eternal sunshine of the spotless mind y los cuentos de Bioy Casares. El corazón fantasma (2009), último disco de Alvy Singer Big Band, es parte de esta farsa con tintes de conspiración mundial. Y le sale una obra redonda, con temas tan bien hechos y adictivos como los que daban forma a Volumen Uno (2003) y La elegancia (2005). Los sonidos que acompañan sus tragicómicas composiciones remiten a la música de salón, el jazz, la milonga, el folk más clásico (“Recordando” incluye homenaje explícito a Dylan), el bolero y, principalmente, la canción romántica en cualquiera de sus acepciones. Los años aceitaron el funcionamiento de esta big band clásica (cuerdas, bronces, percusión) que ahora cuenta con el acompañamiento vocal de las cantantes de Miranda y Rosal. Hay que tener un toscano en el oído para pensar que este tipo de artistas (en el mismo híbrido genérico pero con distintas vertientes podemos ubicar a Onda Vaga, Pablo Dacal y siguen las firmas palermitanas) hace rock; pero la poca imaginación de los periodistas especializados (y bloggers, chequear la etiqueta de este mismo post) y el agujero negro del género que por prejuicio coopta todo lo que suena bien (Rodrigo era rockero, el Polaco Goyeneche era rockero, Sandro era rockero) hicieron de las suyas. Mientras, ajeno a este tipo de “dilemas”, la pluma de Alvy Singer (el alter ego detrás de Jano Seitún, que probablemente con ese nombre tenga otro alter ego) mantiene los raptos de brillantez que lo hicieron escribir en el pasado genialidades tales como: “Una parte de mí te quiere escupir la cara, pero otra parte de mí te quiere patear la cabeza y que duela, que duela como duelen los domingo para mí” (“Que duela”, Volumen Uno). El problema de este tipo de cantautores que recubren sonidos que remiten indefectiblemente al pasado es hacer una carrera que se centre en la impostura, como si todo fuera una gran y larga parodia de algo que ya pasó y es muy gracioso. Con su tercer disco Alvy Singer saca carnet de “cosa seria” (en el mejor de los sentidos, el que lo aleja de los “cualquierismos” posmodernos) y se pone a salvo de tal encrucijada: como sucede con Leo Masliah o Flight of the Conchords, que haga reír no quiere decir que sea un chiste. El eje temático, de principio a fin, es el amor o la falta o la recuperación de éste. Aquel que es problemático, provoca dolor estomacal y bla, bla, bla. “Todas las cosas que duran nunca tienen mi nombre y se rompen” se escucha en “La cabeza rota”. “Si te busca el amor o te esquiva el amor o te encanta el amor o te cansa un poco el amor, no vuelvas va a hacer lo mismo” en “Contra la corriente”. Tales frases establecen el leitmotiv amargo que se esparce en El corazón fantasma. Siempre con las dosis justas de swing y resignación cómica para eludir la victimización insoportable del romanticismo FM. Es difícil elegir un tema que sobresalga porque casi todos son muy buenos, pero podría asegurarse que “Ya la olvidé” (“Salí herido de una guerra y era la guerra del amor, entré rengueando a otro guerra y era también la del amor, qué rápido llegué hasta teniente, el general me trata de doctor”) y principalmente “Cantando la canción de la destrucción” están un escalón arriba del resto, por efectividad, por buen gusto, porque dan ganas de cantarlas todo el día. Un fragmento de esta última nos servirá de cierre de reseña de este recomendadísimo disco de amor: “Cuando voy a dormir/ Siento el ruido de tus pensamientos/ Dicen que sos feliz/ Y que mandás un beso con el viento/ Yo lo agarro, lo torturo/ Y lo encierro en un cajón oscuro/ Sólo a veces lo dejo salir/ Y hablamos mal de vos hasta reír/ La canción de la destrucción/ De esta relación/ Tiene acción y pasión/ San Valentín, el horóscopo del Clarín/ No dijo: Corre sangre como en San Fermín”.