Vos sos de la A

Ahora que la B es la pregunta que nos van a hacer los nietos que nunca vamos a tener, ahora que las camisetas con colores tan mal combinados son un recuerdo, hay que decir, aunque bufen los eunucos, que era necesario que River se fuera a la B. Porque institucional y deportivamente lo mereció. Y porque, por lo menos el estereotipo del hincha de River, ese tipo tan xenófobo y recoleto, tenía que sentir, alguna vez, que éramos iguales a todo el mundo, muchachos. Que nos podía ganar Atlanta y Patronato de Paraná. Y no pasaba un carajo. Por otro lado, se terminó el eterno mito de los intocables, de las súper conspiraciones por un juez de línea pelotudo que se equivocó en marcar o no un off side. Los que sigan pensando en que River ascendió por una mano oscura, que descendió por otra, que vayan a En Terapia. El fútbol es un juego y sus leyes están regidas por tipos que se pueden equivocar. Existen las operaciones, pero no todo lo que hace mal el Gobierno es culpa de Magnetto. 

Personalmente, el dolor del descenso no estuvo tan relacionado al hecho puntual de un mal promedio o una Promoción, sino a la certeza espantosa de que nada dura. Ni un amor, ni la felicidad, ni un equipo icónico de la A. Todo corre el riesgo de dejar de existir. Una problemática más relacionada con la metafísica que con el fútbol. El regreso a Primera, entonces, supone la esperanza de que, a veces, para salir a la superficie, hace falta tocar fondo. Pero, como todas las esperanzas, habrá que llevarlas de la teoría a la práctica.

Yendo estrictamente al verde césped (de paso, Angelito, podés abrir los ojos de a poco) hubo algunos jugadores que mantuvieron una regularidad importante. Pero casi todos bajaron el nivel en los últimos partidos y sufrieron el nerviosismo a través de pases mal dados, penales fundamentales errados, pelotazos a propósito de nada y desempeños paupérrimos. Vega, un arquero de perfil bajo que hasta tuvo que soportar ser suplente de Chichizola, fue uno de los más sobrios. Ponzio y Cirigliano formaron algo así como el primer doble cinco lírico que vi en mi vida. En sus mejores momentos supieron generar juego, abrir la cancha y crear las condiciones necesarias para el gol. Sánchez tuvo una primera rueda excepcional, pero se cayó en la segunda, hasta lesionarse. Atrás estuvieron los jugadores más flojos. La defensa de River nunca dio seguridad y en casi todos los partidos (incluso contra los equipos más débiles) parecía que podía llegar un gol que arruinara todo (algo que sucedió en varias ocasiones). Trezeguet es un jugador sofisticado y muy efectivo, que además se ganó el favor de la prensa, que cada vez que lo elogiaba en realidad criticaba veladamente al bocón de Domínguez y a Cavenaghi, barbudo y un poco gordito, todo lo contrario al francés. Tuvieron altibajos pero, especialmente en la primera rueda, fueron esenciales. Incluso Cavenagui es el goleador del equipo. 

Según cuentan, el retiro puede ser mortal para un futbolista. Como cuando acaba una serie, como cuando se termina una relación (o como cuando suceden las dos cosas juntas), el futbolista se siente desamparado y no sabe de qué modo llenar las horas vacías que antes pasaba en la gloria. En Ser de River, un libro excelente, Andrés Burgo dice que luego de colgar los botines, Almeyda la pasó muy mal. Allí se detalla algo escalofriante: Almeyda sólo se sentía tranquilo cuando apagaba las luces de su habitación y se quedaba acostado en la cama, esperando que las tinieblas del costumbrismo doméstico se lo traguen. Ésta es una escena muy íntima y cualquier persona que estuvo deprimida puede reconocerla. Pero en el año 2009, Almeyda se levantó y participó de un Torneo para veteranos. Francescoli le dijo que estaba para jugar en Primera y volvió. Todos lo miraron como a esas viejas bandas que se reúnen por guita, pero con el correr de los partidos, se convirtió en la figura de un River en bancarrota. Incluso jugaba mejor que en su época de esplendor noventoso. Nadie podía entender por qué ese tipo corría tanto. Lo que vino después es conocido: River se fue al descenso y Almeyda pasó a ser su director técnico, sin tener ningún antecedente en el cargo. Hoy, con mucha dificultad (de otra manera no podía suceder), logró que River vuelva a Primera. Hay una enseñanza muy cursi y trillada que deja la experiencia de Almeyda y de River en la B: la vida es una rueda en constante movimiento y debemos acomodarnos a los vaivenes, porque a veces estamos arriba, pero muchas veces nos toca estar abajo. Tal vez en la oscuridad de su habitación, mientras miraba el techo de Moris y escuchaba el tic tac existencial del reloj, Almeyda entendió que estar en la A o en la B son circunstancias pasajeras, acaso banales, lo más importante es no permitirse dejar de girar.