sábado, 30 de agosto de 2014

Belleza y Dignidad

I

Siempre me llamaron la atención las escenas paradigmáticas que presagian la genialidad de nuestros grandes ídolos. Charly marcándole a Falú una cuerda desafinada. Gardel diciéndole al niño Astor Piazzolla que toca el bandoneón "como un gallego". La cuestión es la siguiente: uno supone que la vida no es tan unívoca, lineal, directa o como quieran llamarla. Uno supone que esas escenas fueron inventos que el protagonista y sus biógrafos y su entorno y sus egos construyeron para que el mito cierre por todos lados, como una encomienda de papel madera cuyos pliegues han sido geométricamente diseñados por Dios.

Según I Am Your Man, biografía escrita por Sylvie Simmons, Leonard Cohen no tiene una escena paradigmática sino varias, de las que yo recuerdo dos:

1) Leonard es un niño y su padre muere. Leonard no se siente demasiado triste como cuando luego muere su perro (aunque en uno de sus hits, "Everybody Knows", compara las dos sensaciones), pero recuerda que escribe algo en un papel, algo que con los años olvida, y lo entierra en el patio de su lujosa casa de canadienses ricos de mediados de Siglo XX. De grande, Leonard busca incesantemente ese papel en el patio de su casa pero nunca lo encuentra. Imaginar a Leonard Cohen con una pala, intentando hacer algo parecido a un pozo, es memorable. Leonard concluye, palabras más, palabras menos: su carrera, sus poemas, sus novelas, sus canciones, su obra, es sólo el intento por hallar esas palabras que olvidó y dedicó a su padre luego de su fallecimiento.

2) Leonard es un alma en búsqueda constante. Esa clase de tipos que se interesaron por todas las religiones y por todas las filosofías y por todos los sexos. Ni la bizarra cienciología quedó afuera del radar del ilustre judío que más tarde sería ordenado monje budista. Leonard podría haber sido menottista y bilardista. Al mismo tiempo. Siendo adolescente se interesa por la hipnosis. Y parece que le hizo creer a Sylvie Simmons (algo así como la Gloria Guerrero anglosajona) que era bueno hipnotizando gente. Tanto es así que en plena pubertad, a través de sus tácticas y estrategias, hipnotiza a la joven criada de la familia. Y aprovechando el trance celestial de la joven, Leonard la invita a desnudarse. La criada, por supuesto, se desnuda. Y Leonard, extasiado, observa los exuberantes pechos, que no son dos exuberantes pechos cualquiera, mientras, saludo cálidamente al mexicano o panameño que llegó hasta acá porque tipeo "exuberantes pechos", decía que los de la criada nos son pechos artificiales de película porno soft norteamericana, sino pechos de Gabriela Toscano o María Schneider, o sea, algo que va más allá de unas simples tetas, algo que roza lo cósmico y lo metafísico y se confunde con el secreto de la vida y la verdad de la milanesa. Bueno, eso es lo que uno puede suponer, en realidad, en la biografía, Sylvie Simmons no se detiene en los pechos. Pero Leonard se siente incómodo ante semejante revelación y se apresura a vestirla. De ahí a la imagen iconográfica de hombre mujeriego y machista, pero sensible y tierno hay un solo paso.

II

En contrapartida podemos imaginar que de la misma forma que existen escenas paradigmáticas que conciben inmaculadamente la ingeniería de los genios, deben existir escenas paradigmáticas que nos trazan el mapa de mediocridad a los estúpidos. Cada uno tendrá su escena humillante y secreta que, al revés de las escenas paradigmáticas de los genios, se irán a la tumba con nosotros y nadie jamás conocerá. 

Habría que aclarar que hoy me levanté un poco pesimista, digamos. Debo estar escuchando mucho a Leonard Cohen.

III

¿Qué buscamos cuando nos disponemos a leer biografías de nuestros músicos favoritos? Principalmente saber cómo se grabaron los discos. Qué mierda pasaba ahí. Qué temas tenían antes de entrar al estudio. Qué tan psicópata era el productor. Qué músicos cobardes abandonaron el proyecto hartos de las idas y vueltas (siempre hay dramáticas idas y vueltas en el rock). Qué clase de crisis atravesaban con su pareja (¿sexual?, ¿amorosa?, ¿religiosa?, ¿narcótica?, ¿política?). Qué clase de crisis atravesaban con sus amantes. (Llegado determinado punto de las biografías, casi imperceptiblemente, la amante se convierte en la novia oficial y la novia oficial se convierte en la madre de los hijos). En fin. Qué tan tortuoso fue el proceso de composición. Respuesta: muy tortuoso. Re tortuoso. Uno suponía que las personas más sufridas de la Tierra eran los albañiles de Damián Szifrón, los presos políticos, los empleados de lonerías, los niños que sufren bullying, los recolectores de residuos, los hombres feos condenados a masturbarse frente al monitor por toda la eternidad, las chicas desplazadas del canon de belleza occidental. Nada de eso. Según las grandes biografías del rock and roll, los hombres más sufridos de la Tierra son los artistas, especialmente los llamados artistas de rock. Todo indicaría que para dar a luz una obra magistral es necesario sufrir. ¿La vida de Leonard Cohen comprueba esta hipótesis? Básicamente no, pero sí. Leonard Cohen, quiero recordar una vez más, nació en una familia de guita de la correctísima Canadá en el año 34. Se garchó a más mujeres de las que uno es capaz de cruzarse dedicando la totalidad de su vida a caminar ida y vuelta por la calle Corrientes todos los días de 8 de la mañana a 8 de la noche. Tomó los mejores whiskys. Curtió las mejores drogas. Periódicamente viajó a su chalet en la Isla Hidra, donde divagaba junto a poetas, locos y bohemios. Se juntó con Janis Joplin (que se la chupó en el Chelsea Hotel), Phil Spector (que le apuntó con un revólver en la cabeza) y Nico (que lo consideraba muy viejo y lo abandonó por Jimi Hendrix en plena cita). Ganó millones. Los perdió, los recuperó y los multiplicó. Recibió homenajes de toda índole: premios, tributos de las bandas y solistas más cool del Planeta. Sin embargo Leonard Cohen fue un depresivo clínico durante casi toda su vida. La biografía llega a explicar absolutamente todo, pero nunca se entiende porque Leonard Cohen era un depresivo. Es más, el sexo, las drogas, los millones, parecen vanos intentos de Leonard por paliar esa depresión congénita. Mientras tanto, los albañiles de Damián Szifrón escuchan cumbia, comen asado, duermen una siesta y siguen construyendo tu casa. ¿Qué me contás?

IV

Segunda razón por la que leemos biografías de ídolos: para verlos arrastrándose por los pasillos de la miseria. Nos complace enormemente descubrir que nuestros ídolos son seres repugnantes. Es muy complicado ver a Leonard Cohen arrastrándose de ese modo puesto que es una de las personas más elegantes del Siglo. El pasado, el presente y el que viene. Cuando recibió el Príncipe de Asturias batió algunos consejos:

"Nunca lamentarnos gratuitamente. Y si uno quiere expresar la gran e inevitable derrota que nos espera a todos, tiene que hacerlo dentro de los límites estrictos de la belleza y la dignidad". 

Vaya si su obra cumplió con aquellos designios sagrados. Durante una de sus giras recientes (es decir del 2008 para acá), Leonard se desmayó mientras ofrecía un recital en Valencia. En YouTube hay un video que lo atestigua. ¿Quién no quisiera caer del modo en que cae Leonard? No se trata del desmayo confuso y desprolijo de un anciano gagá que no sabe lo que hace. Parece una roca cayendo pesada y secamente.    

V

Como todo niño rico con la sensibilidad a flor de piel, Leonard Cohen tuvo una relación ambivalente con su origen de clase. Por un lado lo reivindicó a través de su pulcritud, su discreción, sus trajes, su ya consabido sentido aristócrata de la existencia. Había cierto ascetismo en la conducta de Cohen, que solía hospedarse en hoteles medio pelo y entablar amistades con personas ajenas al mundo del arte. En su libro de memorias, María Esther Vásquez cuenta una anécdota sobre el padre de Bioy Casares que bien podría servir para explicar cierto arquetipo del hombre de la alta y altísima burguesía de principios de Siglo XX. El lugar: la Estancia de los Bioy. La situación: los Bioy invitan a un peón de campo a almorzar junto a la familia. El peón de campo está un poco desorientado por la cantidad de cubiertos y por el nivel dialéctico de sus anfitriones. Cuando llega el momento del postre, sirven diversas frutas y a cada uno le dan un bol con agua para enjuagarse las manos. El peón de campo elige las uvas, se las come y, acto seguido, bebe el agua del bendito bol. Automáticamente, el padre de Bioy hace lo mismo y le hace un guiño a su hijo para que se sume y todo se mantenga dentro de los límites de la simetría más allá de las diferencias de clase. Leonard Cohen hubiese hecho lo mismo. Fin del paréntesis.

VI

Por otro lado, Leonard Cohen intentó sacarse el lastre de su abolengo sumergiéndose en el barro de la Humanidad, es decir, la marginalidad, la contracultura, la guerra, la revolución. Un par de años después de la toma del poder de Fidel Castro, en el 61, Leonard Cohen plantó a su novia del momento (Marianne, Suzanne, alguna de esas) y viajó a La Habana. Una fotografía lo muestra sonriente junto a dos oficiales cubanos que al principio creyeron que era un buchón de la CIA. Como una especie de camaleón absurdo, Leonard aparece con barba y boina, curtiendo look guerrillero, como si en vez de estar haciendo la Revolución Socialista, quisiera hacer la Revolución Cosmética. Lo que demuestra que podés ser uno de los artistas más brillantes del Siglo XX (y Cohen lo es), pero no podés dejar de ser un niño rico estúpido.

VII

Un dato que lo redime y le borra la depresión es su estadía en el Monasterio Zen durante buena parte de los años 90, justo después de que lo descubriera el gran público norteamericano, que durante toda su carrera le había dado la espalda. Con lo discos de Leonard Cohen hay que regalar cuchillas de afeitar, decía la prensa yanqui de Songs of Love and Hate, porque es música para cortarse las venas. De Songs From a Room, su segundo disco, Alec Dubro escribió en la Rolling Stone:

"Otros poetas-cantantes son oscuros, pero en general se tiene la sensación de que se está intentando llegar al meollo del significado. En cambio Cohen canta con tal falta de energía que es bastante fácil concluir que, si él no va a esforzarse al respecto, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?

Uno no puede dejar de admirar a las grandes estrellas que se van a vivir a monasterios zen aunque es lógico pensar que vivir en un monasterio zen debe ser la auto-infligida mierda más interesante que uno puede llegar a imaginar. Es verdad que Cohen tuvo algunos beneficios con respecto a sus compañeros (su maestro Roshi le otorgó una pieza de más en la que guardaba el sintetizador ochentoso con el que compuso sus éxitos tardíos), pero hay algo conmovedor en el tipo que decide darle la espalda al éxito y la vida mediática para juntar leña y meditar en la cima de una montaña perdida.

VIII

La relación entre Bob Dylan y Leonard Cohen, los dos grandes poetas de la cultura rock, siempre fue tirante. Públicamente declararon admirarse, pero sus encuentros siempre estuvieron barnizados por una capa de hostilidad y retraimiento. La verdad es que no tienen tanto que ver como habitualmente se cree. Leonard Cohen, en principio, fue un poeta canadiense, con cierta formación e inclinación académica. Dylan, en cambio, es bastante más joven que Cohen, un músico folk con conocimientos literarios propios de un autodidacta. Dylan siempre fue un tipo desconcertante, introvertido, antipático. En el diario de rodaje de Apocalipsis Now, Eleonor Coppola recuerda una cena con Dylan que lo representa en todo su esplendor antisocial:

“(Dylan) Acudió con Marlon Brando y otra gente después de un concierto organizado por Bill Graham (…) Bob estaba colgando su chaqueta, o algo así, y cuando llegó al comedor sólo quedaba un sitio libre, junto a los niños, en un extremo; así que se sentó allí, lejos de su mujer y de Marlon y de Francis. Se quedó allí sentado con aire sombrío y, en mitad de la cena, se levantó y se marchó”.  

Por más curioso que suene, entonces, viniendo de un tipo como Bob, fue él quien más deseos tuvo de unirse a Cohen a lo largo de los años. Cohen siempre lo trató con reservas, tal vez por no querer reconocer abiertamente la influencia que tuvo Dylan en sus primeros discos. Es famoso el encuentro que tuvieron en el Festival de Forest Hills a principios de los 70. Dylan andaba por ahí y quiso entrar al camarín de Cohen, pero un policía no lo reconoció. Cuando le avisaron a Cohen que Dylan quería visitarlo, respondió: “¿Y? Pues que entre… supongo”. Según Ron Cornelius, el guitarrista de la banda, fue todo muy raro: “Hablaban entre frases (…) Veíamos que se comunicaban; sin embargo, eso no tenía nada que ver con las palabras que salían de su boca”. Años más tarde Dylan invitó a Leonard a tocar en uno de los conciertos de su gira Rolling Thunder. Cohen aceptó visitarlo a regañadientes. Cuando Joni Mitchell y Sara (la esposa de Dylan) le pidieron que cantara algo, contestó: “Es demasiado obvio”. Dylan le dedicó “Isis”, pero Leonard ya se había esfumado.     

IX

A todo esto Leonard Cohen está por cumplir 80 años y hace unas semanas dio a conocer un nuevo tema, "Almost Like the Blues", donde sigue carraspeando sus proyecciones apocalípticas, como si estuviera a punto de ahogarse en un Océano de poesía y amargura. Es admirable la forma en que a partir de Various Positions, del 85, Cohen fue atravesando una transición vocal y poco a poco abandonó el canto para dedicarse a efectuar ese tipo de recitados con voz cavernosa que tan bien le quedan a sus textos. De alguna manera se trata de un destino circular para alguien que originalmente fue un poeta. Su último disco, como el último de Dylan, sigue siendo tan bueno como los de siempre. A estos discos se les presta mucha atención pero sospecho que nadie los escucha. Hay dos temas, uno de Dylan y otro de Leonard Cohen, que no quisiera dejar de mencionar. Los dos pertenecen al año 2012, respectivamente a los discos Tempest y Old Ideas: "Pay in blood" y "Darkness". Dos piezas gloriosas de los más sublimes guerreros de la belleza y la dignidad que todavía habitan este mundo.       

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8 comentarios:

el panameño dijo...

Y los exuberantes pechos donde están?

(nah, me voy a Notiblog)

Pablo dijo...

Cada vez que escucho a Dylan me acuerdo de vos. Me pasó lo mismo con Truman Capote y, ahora, maldición, me va a pasar con Leonard.

Anónimo dijo...

Acá, la foto cubana
http://somersaultmag.tumblr.com/post/37832329181/leonard-cohen-and-the-bay-of-pigs

Acà, más grande:
http://1b9m613yi0qa0r935crzosac.wpengine.netdna-cdn.com/wp-content/uploads/2014/06/another-hat-0005-ed-scaled1000.jpg

el mexicano dijo...

Yo también vine por los pechos exuberantes, y entonces señalo que "I remember you well in the Chelsea Hotel, / that's all, I don't even think of you that often" me hace acordar a "me hago cargo, nena, / te extraño, pero no tanto", canción dedicada a una chica de, justamente, pechos exuberantes.

Flor dijo...

Muy bueno me encantó

Cine Braille dijo...

Con Cohen me pasa lo mismo que con Lou Reed o con muchas cosas de Dylan, y algunas veces Spinetta: prefiero leerlo antes que escucharlo.
Saludos, muy bueno el programa.

Rodrigo dijo...

Muy buen posteo! Me compré el libro hace un tiempo pero todavía no lo leí. Con Leonard Cohen y Bob Dylan me pasa como a Cinebraille: admiro más sus letras que su música. Por ejemplo: me gusta más la versión de "All along the watchtower" interpretada por Jimmi Hendrix que por Dylan.
Un cantante como Eddie Vedder, por ejemplo, no es un GRAN escritor, pero cuando canta un verso en algún punto "cursi" (el amor es cursi, lo sabemos) como "I know someday you'll have a beautiful life/ I know you'll be a star in somebody else's sky/ But why, why, why can't it be, can't it be mine?"

Escuchar a partir del minuto 3 y 54 segundos.
https://www.youtube.com/watch?v=5ChbxMVgGV4#t=237

Leonard Cohen me parece un escritor de puta madre, y un cantante que transmite mucho, pero al que no puedo escuchar por mucho tiempo.

Anónimo dijo...

Vindicación de los pechos de Gabriela Toscano como la verdad de la milanesa, Cohen, Dylan, mención a Tempest, que más se puede pedir.

Una cosa: no la he sufrido, pero he visto de cerca algunas variantes de la depresión clínica aguda que ha manifestado alguna vez Cohen que sufre, y no hay un porqué que puedan descifrar los biográfos. Ese tipo se produce por un desbalanceo químico del cuerpo. Así de simple y horrible.