I
Siempre me llamaron la atención las escenas paradigmáticas que
presagian la genialidad de nuestros grandes ídolos. Charly marcándole a Falú
una cuerda desafinada. Gardel diciéndole al niño Astor Piazzolla que toca el
bandoneón "como un gallego". La cuestión es la siguiente: uno supone
que la vida no es tan unívoca, lineal, directa o como quieran
llamarla. Uno supone que esas escenas fueron inventos que el protagonista y sus
biógrafos y su entorno y sus egos construyeron para que el mito cierre por
todos lados, como una encomienda de papel madera cuyos pliegues han sido
geométricamente diseñados por Dios.
Según I Am Your Man,
biografía escrita por Sylvie Simmons, Leonard Cohen no tiene una escena
paradigmática sino varias, de las que yo recuerdo dos:
1) Leonard es un niño y su padre muere. Leonard no se siente demasiado
triste como cuando luego muere su perro (aunque en uno de sus hits,
"Everybody Knows", compara las dos sensaciones), pero recuerda que
escribe algo en un papel, algo que con los años olvida, y lo entierra en el
patio de su lujosa casa de canadienses ricos de mediados de Siglo XX. De
grande, Leonard busca incesantemente ese papel en el patio de su casa pero
nunca lo encuentra. Imaginar a Leonard Cohen con una pala, intentando hacer
algo parecido a un pozo, es memorable. Leonard concluye, palabras más, palabras
menos: su carrera, sus poemas, sus novelas, sus canciones, su obra, es sólo el
intento por hallar esas palabras que olvidó y dedicó a su padre luego de su
fallecimiento.
2) Leonard es un alma en búsqueda constante. Esa clase de tipos que se
interesaron por todas las religiones y por todas las filosofías y por todos los
sexos. Ni la bizarra cienciología quedó afuera del radar del ilustre judío que
más tarde sería ordenado monje budista. Leonard podría haber sido menottista y
bilardista. Al mismo tiempo. Siendo adolescente se interesa por la hipnosis. Y
parece que le hizo creer a Sylvie Simmons (algo así como la Gloria Guerrero
anglosajona) que era bueno hipnotizando gente. Tanto es así que en plena
pubertad, a través de sus tácticas y estrategias, hipnotiza a la joven criada
de la familia. Y aprovechando el trance celestial de la joven, Leonard la
invita a desnudarse. La criada, por supuesto, se desnuda. Y Leonard, extasiado,
observa los exuberantes pechos, que no son dos exuberantes pechos cualquiera,
mientras, saludo cálidamente al mexicano o panameño que llegó hasta
acá porque tipeo "exuberantes pechos", decía que los de la criada nos
son pechos artificiales de película porno soft norteamericana, sino pechos de
Gabriela Toscano o María Schneider, o sea, algo que va más allá de unas simples
tetas, algo que roza lo cósmico y lo metafísico y se confunde con el secreto de
la vida y la verdad de la milanesa. Bueno, eso es lo que uno puede suponer, en
realidad, en la biografía, Sylvie Simmons no se detiene en los pechos. Pero
Leonard se siente incómodo ante semejante revelación y se apresura a vestirla.
De ahí a la imagen iconográfica de hombre mujeriego y machista, pero sensible y
tierno hay un solo paso.
II
En contrapartida podemos imaginar que de la misma forma que existen
escenas paradigmáticas que conciben inmaculadamente la ingeniería de los
genios, deben existir escenas paradigmáticas que nos trazan el mapa de
mediocridad a los estúpidos. Cada uno tendrá su escena humillante y secreta que,
al revés de las escenas paradigmáticas de los genios, se irán a la tumba con
nosotros y nadie jamás conocerá.
Habría que aclarar que hoy me levanté un poco pesimista, digamos. Debo
estar escuchando mucho a Leonard Cohen.
III
¿Qué buscamos cuando nos disponemos a leer biografías de nuestros
músicos favoritos? Principalmente saber cómo se grabaron los discos. Qué mierda
pasaba ahí. Qué temas tenían antes de entrar al estudio. Qué tan psicópata era
el productor. Qué músicos cobardes abandonaron el proyecto hartos de las idas y
vueltas (siempre hay dramáticas idas y vueltas en el rock). Qué clase de crisis
atravesaban con su pareja (¿sexual?, ¿amorosa?, ¿religiosa?, ¿narcótica?,
¿política?). Qué clase de crisis atravesaban con sus amantes. (Llegado determinado
punto de las biografías, casi imperceptiblemente, la amante se convierte en la
novia oficial y la novia oficial se convierte en la madre de los hijos). En
fin. Qué tan tortuoso fue el proceso de composición. Respuesta: muy tortuoso.
Re tortuoso. Uno suponía que las personas más sufridas de la Tierra eran los
albañiles de Damián Szifrón, los presos políticos, los empleados de lonerías,
los niños que sufren bullying, los recolectores de residuos, los hombres feos
condenados a masturbarse frente al monitor por toda la eternidad, las chicas
desplazadas del canon de belleza occidental. Nada de eso. Según las grandes
biografías del rock and roll, los hombres más sufridos de la Tierra son los
artistas, especialmente los llamados artistas de rock. Todo indicaría que para
dar a luz una obra magistral es necesario sufrir. ¿La vida de Leonard Cohen
comprueba esta hipótesis? Básicamente no, pero sí. Leonard Cohen, quiero
recordar una vez más, nació en una familia de guita de la correctísima Canadá en
el año 34. Se garchó a más mujeres de las que uno es capaz de cruzarse
dedicando la totalidad de su vida a caminar ida y vuelta por la calle
Corrientes todos los días de 8 de la mañana a 8 de la noche. Tomó los mejores
whiskys. Curtió las mejores drogas. Periódicamente viajó a su chalet en la Isla
Hidra, donde divagaba junto a poetas, locos y bohemios. Se juntó con Janis Joplin
(que se la chupó en el Chelsea Hotel), Phil Spector (que le apuntó con un revólver
en la cabeza) y Nico (que lo consideraba muy viejo y lo abandonó por Jimi
Hendrix en plena cita). Ganó millones. Los perdió, los recuperó y los
multiplicó. Recibió homenajes de toda índole: premios, tributos de las bandas y
solistas más cool del Planeta. Sin embargo Leonard Cohen fue un depresivo
clínico durante casi toda su vida. La biografía llega a explicar absolutamente todo,
pero nunca se entiende porque Leonard Cohen era un depresivo. Es más, el sexo,
las drogas, los millones, parecen vanos intentos de Leonard por paliar esa
depresión congénita. Mientras tanto, los albañiles de Damián Szifrón escuchan
cumbia, comen asado, duermen una siesta y siguen construyendo tu casa. ¿Qué me
contás?
IV
Segunda razón por la que leemos biografías de ídolos: para verlos
arrastrándose por los pasillos de la miseria. Nos complace enormemente
descubrir que nuestros ídolos son seres repugnantes. Es muy complicado ver a
Leonard Cohen arrastrándose de ese modo puesto que es una de las personas más
elegantes del Siglo. El pasado, el presente y el que viene. Cuando recibió el
Príncipe de Asturias batió algunos consejos:
"Nunca lamentarnos gratuitamente. Y si uno quiere expresar la
gran e inevitable derrota que nos espera a todos, tiene que hacerlo dentro de
los límites estrictos de la belleza y la dignidad".
Vaya si su obra cumplió con aquellos designios sagrados. Durante una
de sus giras recientes (es decir del 2008 para acá), Leonard se desmayó
mientras ofrecía un recital en Valencia. En YouTube hay un video que lo
atestigua. ¿Quién no quisiera caer del modo en que cae Leonard? No se trata del
desmayo confuso y desprolijo de un anciano gagá que no sabe lo que hace. Parece
una roca cayendo pesada y secamente.
V
Como todo niño rico con la sensibilidad a flor de piel, Leonard Cohen
tuvo una relación ambivalente con su origen de clase. Por un lado lo reivindicó
a través de su pulcritud, su discreción, sus trajes, su ya consabido sentido aristócrata de
la existencia. Había cierto ascetismo en la conducta de Cohen, que solía
hospedarse en hoteles medio pelo y entablar amistades con personas ajenas al
mundo del arte. En su libro de memorias, María Esther Vásquez cuenta una
anécdota sobre el padre de Bioy Casares que bien podría servir para explicar
cierto arquetipo del hombre de la alta y altísima burguesía de principios de
Siglo XX. El lugar: la Estancia de los Bioy. La situación: los Bioy invitan a
un peón de campo a almorzar junto a la familia. El peón de campo está un poco
desorientado por la cantidad de cubiertos y por el nivel dialéctico de sus
anfitriones. Cuando llega el momento del postre, sirven diversas frutas y a cada uno le dan un bol con agua para enjuagarse las manos. El peón de campo elige las uvas, se
las come y, acto seguido, bebe el agua del bendito bol. Automáticamente, el padre de
Bioy hace lo mismo y le hace un guiño a su hijo para que se sume y todo se
mantenga dentro de los límites de la simetría más allá de las diferencias de
clase. Leonard Cohen hubiese hecho lo mismo. Fin del paréntesis.
VI
Por otro lado, Leonard Cohen intentó sacarse el lastre de su abolengo
sumergiéndose en el barro de la Humanidad, es decir, la marginalidad, la
contracultura, la guerra, la revolución. Un par de años después de la toma del
poder de Fidel Castro, en el 61, Leonard Cohen plantó a su novia del momento
(Marianne, Suzanne, alguna de esas) y viajó a La Habana. Una fotografía lo
muestra sonriente junto a dos oficiales cubanos que al principio creyeron que
era un buchón de la CIA. Como una especie de camaleón absurdo, Leonard aparece
con barba y boina, curtiendo look guerrillero, como si en vez de estar haciendo
la Revolución Socialista, quisiera hacer la Revolución Cosmética. Lo que
demuestra que podés ser uno de los artistas más brillantes del Siglo XX (y
Cohen lo es), pero no podés dejar de ser un niño rico estúpido.
VII
Un dato que lo redime y le borra la depresión es su estadía en el
Monasterio Zen durante buena parte de los años 90, justo después de que lo
descubriera el gran público norteamericano, que durante toda su carrera le
había dado la espalda. Con lo discos de Leonard Cohen hay que regalar cuchillas
de afeitar, decía la prensa yanqui de Songs
of Love and Hate, porque es música para cortarse las venas. De Songs From a Room, su segundo disco,
Alec Dubro escribió en la Rolling Stone:
"Otros poetas-cantantes son oscuros, pero en general se tiene la
sensación de que se está intentando llegar al meollo del significado. En cambio
Cohen canta con tal falta de energía que es bastante fácil concluir que, si él
no va a esforzarse al respecto, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?
Uno no puede dejar de admirar a las grandes estrellas que se van a
vivir a monasterios zen aunque es lógico pensar que vivir en un monasterio zen
debe ser la auto-infligida mierda más interesante que uno puede llegar a
imaginar. Es verdad que Cohen tuvo algunos beneficios con respecto a sus
compañeros (su maestro Roshi le otorgó una pieza de más en la que guardaba el
sintetizador ochentoso con el que compuso sus éxitos tardíos), pero hay algo
conmovedor en el tipo que decide darle la espalda al éxito y la vida mediática
para juntar leña y meditar en la cima de una montaña perdida.
VIII
La relación entre Bob Dylan y Leonard Cohen, los dos grandes poetas de
la cultura rock, siempre fue tirante. Públicamente declararon admirarse, pero
sus encuentros siempre estuvieron barnizados por una capa de hostilidad y retraimiento.
La verdad es que no tienen tanto que ver como habitualmente se cree. Leonard
Cohen, en principio, fue un poeta canadiense, con cierta formación e
inclinación académica. Dylan, en cambio, es bastante más joven que Cohen, un
músico folk con conocimientos literarios propios de un autodidacta. Dylan siempre
fue un tipo desconcertante, introvertido, antipático. En el diario de rodaje de
Apocalipsis Now, Eleonor Coppola
recuerda una cena con Dylan que lo representa en todo su esplendor antisocial:
“(Dylan) Acudió con Marlon Brando y otra gente después de un concierto
organizado por Bill Graham (…) Bob estaba colgando su chaqueta, o algo así, y
cuando llegó al comedor sólo quedaba un sitio libre, junto a los niños, en un
extremo; así que se sentó allí, lejos de su mujer y de Marlon y de Francis. Se
quedó allí sentado con aire sombrío y, en mitad de la cena, se levantó y se
marchó”.
Por más curioso que suene, entonces, viniendo de un tipo como Bob, fue
él quien más deseos tuvo de unirse a Cohen a lo largo de los años. Cohen
siempre lo trató con reservas, tal vez por no querer reconocer abiertamente la
influencia que tuvo Dylan en sus primeros discos. Es famoso el encuentro que
tuvieron en el Festival de Forest Hills a principios de los 70. Dylan andaba
por ahí y quiso entrar al camarín de Cohen, pero un policía no lo reconoció. Cuando
le avisaron a Cohen que Dylan quería visitarlo, respondió: “¿Y? Pues que entre…
supongo”. Según Ron Cornelius, el guitarrista de la banda, fue todo muy raro: “Hablaban
entre frases (…) Veíamos que se comunicaban; sin embargo, eso no tenía nada que
ver con las palabras que salían de su boca”. Años más tarde Dylan invitó a
Leonard a tocar en uno de los conciertos de su gira Rolling Thunder. Cohen
aceptó visitarlo a regañadientes. Cuando Joni Mitchell y Sara (la esposa de
Dylan) le pidieron que cantara algo, contestó: “Es demasiado obvio”. Dylan le
dedicó “Isis”, pero Leonard ya se había esfumado.
IX
A todo esto Leonard Cohen está por cumplir 80 años y hace unas semanas
dio a conocer un nuevo tema, "Almost Like the Blues", donde sigue
carraspeando sus proyecciones apocalípticas, como si estuviera a punto de
ahogarse en un Océano de poesía y amargura. Es admirable la forma en que a
partir de Various Positions, del 85, Cohen
fue atravesando una transición vocal y poco a poco abandonó el canto para
dedicarse a efectuar ese tipo de recitados con voz cavernosa que tan bien le
quedan a sus textos. De alguna manera se trata de un destino circular para
alguien que originalmente fue un poeta. Su último disco, como el último de
Dylan, sigue siendo tan bueno como los de siempre. A estos discos se les presta
mucha atención pero sospecho que nadie los escucha. Hay dos temas, uno de Dylan
y otro de Leonard Cohen, que no quisiera dejar de mencionar. Los dos pertenecen
al año 2012, respectivamente a los discos Tempest
y Old Ideas: "Pay in
blood" y "Darkness". Dos piezas gloriosas de los más sublimes
guerreros de la belleza y la dignidad que todavía habitan este mundo.
X
8 comentarios:
Y los exuberantes pechos donde están?
(nah, me voy a Notiblog)
Cada vez que escucho a Dylan me acuerdo de vos. Me pasó lo mismo con Truman Capote y, ahora, maldición, me va a pasar con Leonard.
Acá, la foto cubana
http://somersaultmag.tumblr.com/post/37832329181/leonard-cohen-and-the-bay-of-pigs
Acà, más grande:
http://1b9m613yi0qa0r935crzosac.wpengine.netdna-cdn.com/wp-content/uploads/2014/06/another-hat-0005-ed-scaled1000.jpg
Yo también vine por los pechos exuberantes, y entonces señalo que "I remember you well in the Chelsea Hotel, / that's all, I don't even think of you that often" me hace acordar a "me hago cargo, nena, / te extraño, pero no tanto", canción dedicada a una chica de, justamente, pechos exuberantes.
Muy bueno me encantó
Con Cohen me pasa lo mismo que con Lou Reed o con muchas cosas de Dylan, y algunas veces Spinetta: prefiero leerlo antes que escucharlo.
Saludos, muy bueno el programa.
Muy buen posteo! Me compré el libro hace un tiempo pero todavía no lo leí. Con Leonard Cohen y Bob Dylan me pasa como a Cinebraille: admiro más sus letras que su música. Por ejemplo: me gusta más la versión de "All along the watchtower" interpretada por Jimmi Hendrix que por Dylan.
Un cantante como Eddie Vedder, por ejemplo, no es un GRAN escritor, pero cuando canta un verso en algún punto "cursi" (el amor es cursi, lo sabemos) como "I know someday you'll have a beautiful life/ I know you'll be a star in somebody else's sky/ But why, why, why can't it be, can't it be mine?"
Escuchar a partir del minuto 3 y 54 segundos.
https://www.youtube.com/watch?v=5ChbxMVgGV4#t=237
Leonard Cohen me parece un escritor de puta madre, y un cantante que transmite mucho, pero al que no puedo escuchar por mucho tiempo.
Vindicación de los pechos de Gabriela Toscano como la verdad de la milanesa, Cohen, Dylan, mención a Tempest, que más se puede pedir.
Una cosa: no la he sufrido, pero he visto de cerca algunas variantes de la depresión clínica aguda que ha manifestado alguna vez Cohen que sufre, y no hay un porqué que puedan descifrar los biográfos. Ese tipo se produce por un desbalanceo químico del cuerpo. Así de simple y horrible.
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