1)
El hincha cree que no arriesgar posibles resultados es signo de racionalidad. Todo
lo contrario: es indicio de esoterismo. En realidad cree que un vaticinio
positivo incidirá en el partido de manera negativa, confiere a su palabra un
estatuto mágico-religioso, como en la Antigua Grecia. Si dice que gana Boca y
es boquense, temerá que por su culpa gane River y viceversa. El hincha
autoconsciente siempre dirá lo contrario a lo que realmente desea que vaya a
suceder.
2)
El endiosamiento de Gallardo por parte de los hinchas de River es entendible y
justificado: personifica en sí mismo la resurrección de una identidad
amenazada. Que los medios repliquen ese endiosamiento, aún sin ser partidarios,
es sospechoso. ¿Por qué lo hacen? Les gusta elevar el plato lo más alto posible
de modo tal que el balazo que lo convertirá en esquirlas sea lo suficientemente
espectacular. (Dinámica similar se da en la difusión de encuestas que dan como
ganadora a Cristina desde medios antikirchneristas: preparan el terreno para
una victoria épica del oficialismo).
3)
El Boca de Guillermo salió campeón un par de veces y le ganó por el torneo
local a River en el Monumental en otras tantas ocasiones, pero recibe críticas
impiadosas de parte de sus hinchas. El excesivo fastidio por la forma en que
arma el equipo es el eufemismo para no decir en voz alta lo que les causa
pavor: la supremacía del River de Gallardo condiciona cualquiera de sus
triunfos. La final supone la revancha perfecta a los últimos años de sinsabores
como así también su reverso: la comprobación de un paradigma en declive que
caducó definitivamente.
4)
La ausencia de algún factor que resignifique la derrota (a excepción que se
repita en la posteridad, hecho improbable) sostiene el dramatismo apocalíptico
que rodea a la serie. El discurso de los memes, artefactos de sentido que dan
cuenta de cómo asimila la época la subjetividad imperante, entiende la serie
como una hipótesis del fin del mundo. Para River es, por un lado, el
innecesario plebiscito de la era Gallardo (atravesada por triunfos históricos
sobre el clásico rival) y, por otro, el escenario utópico, tantas veces soñado:
la posibilidad tangible de un partido con la carga simbólica necesaria para
relativizar el paso por la B de una vez por todas.
5)
El River vs. Boca de marzo fue promocionado como “el partido del siglo”. ¿Por
qué un partido sería el más importante de un siglo al que le restan ochenta y
dos años? La serie ida y vuelta que se viene, al haberse gastado
apresuradamente el siglo, es ahora “la más importante de la historia”. Definir
de antemano un hecho futuro es lo propio de la era (series, discos y películas
son geniales antes de salir). La grandilocuencia de los títulos quita verosimilitud
al evento. ¿Por qué? Porque se le asigna a su resultado un poder totalizador. No
se define sólo el ganador de la Copa Libertadores, sino quién es el mejor
equipo de la historia del fútbol argentino. En ese contexto el presidente Macri
impulsa, desde twitter, la idea de que se juegue con visitantes. Cualquier
hecho de violencia se le adjudicará entonces a la notable inoperancia de su gestión.
Después, como acostumbra, da marcha atrás. Otra perla en el collar de la
ideología GIF. Corolario: el tweet de Macri, además de una estrategia de distracción
del plano económico/social y una ridícula efusión de demagogia, es el pedido
desesperado de su inconsciente para que su mandato sea interrumpido de una vez
por todas.
6)
El fútbol replica los modos de la política y se judicializa. Las chicanas entre
hinchas de River y Boca ya no son por victorias o derrotas en partidos, sino
por la capacidad de negociación de sus dirigentes en la Conmebol: cuántas
fechas suspendieron a Gallardo, cuántas a Boca después del gas pimienta, etc.
Esta triste modalidad se complementa con la creación del VAR, un mecanismo de
control que sostiene la demanda televisiva de que árbitros o jueces de líneas
puedan asimilar el juego no en su velocidad real, sino en cámara lenta. El
fútbol ya no sucede en una cancha, sino en un monitor de características
cercanas al panóptico. Se le quita entonces al fútbol la imperfección, la
espontaneidad, lo azaroso, en conclusión: la humanidad. El resultado es que los
partidos de fútbol se han vuelto más aburridos, artificiales y grotescos: los
jugadores exacerban su tendencia a la protesta y la teatralización (se los obliga,
incluso, a reclamar las faltas); los árbitros han ganado una centralidad que va
en desmedro de los verdaderos protagonistas; los relatores y comentaristas profundizan
su gusto por la sobre-interpretación. Lo inquietante es la docilidad con que
los hinchas han sido convencidos de que este nuevo deporte sigue siendo el
fútbol.
11 comentarios:
El fútbol da por momentos la sensación de haberse muerto hace algún tiempo (7 años?) y esto que estamos viendo ser una sucesión de secuelas de dudosa calidad que extienden el guión original hasta que ya no venda más entradas. Pero por otro lado el fútbol viene muriendo desde que nació, como cualquier otra cosa. Tal vez sea como decía Marx sobre el capitalismo: para caer, primero tiene que ser global. Y parece ir hacia ese lado: los partidos ya se juegan en horario asiático para que los chinos puedan hacer apuestas online, los clubes tienen el presupuesto de una pequeña nación o directamente la representan, como hace el Psg, y la mayoría de los futbolistas estrella y sus allegados evade impuestos triangulando su patrimonio en paraísos fiscales como si fueran dueños de una tabacalera. Dicho esto, me acuerdo que en Argentina esas cosas todavía no pasan del todo y habría que celebrar de corazón que todavía no vino ningún jeque árabe a renombrar la bombonera o a comprar Racing. Igual no sé si no falta mucho para eso tampoco. Ojalá me equivoque. En todo caso, no es mala idea rotular al partido como irrepetible y definitivo: probablemente el fútbol, si sigue existiendo, dentro de diez o veinte años ya se haya convertido en otra cosa y esto sea un guiño de la Historia para despedirse a lo grande. En mi fantasía surrealista este River-Boca nunca se juega. La cuenta regresiva se rompe o se detiene antes, en los momentos previos; todo escala trágica e irreversiblemente hacia una guerra civil, las calles son escenario de un combate insensato a muerte entre hinchas, policías y periodistas de TyC y el Estadio junto con el país mismo son consumidos por las llamas de una batalla fulminante. Los jugadores de ambos clubes escapan disfrazándose de inmigrantes italianos del siglo xix y se juntan en un potrero al costado de la Lugones; juegan el partido (cuyo resultado final sólo ellos conocen), se dan la mano y toman ese barco que zarpa hacia la nada misma mientras de fondo se puede cómo Buenos Aires se viene finalmente abajo.
No vino ningún jeque, pero el cartel mexicano que está atrás de todos los clubes donde puso su pezuña Bragarnik se le parece bastante.
Es más: preferiría un jeque o un tailandés como el de Leicester y no ese oscuro personaje que rota sus jugadores y sus técnicos por uno y otro y otro de sus clubes.
Me gusta, igual, la de idea de que este es un Final, no la final, sino el Final.
Supongo que la crítica al VAR (y los argumentos de la crítica) como la alusión al final anticipado del mandato del presidente son una ironía que no logro comprender.
Sos grande, Pedro. Es un sueño hermoso. Literatura pura, en un potrero en la Lugones, jajaja. Rocky-Apolo en el gimnasio.
Por otra parte, lo del panóptico está muy bien. No sé si ferpecto, pero realmente un post de alta calidad.
Maldito Alex de la Iglesia. Sobrevivirán las viudas de Gallardo de los francotiradores macristas arrastrandose bajo la mugre de la ciudad.
La verdad q Boca-institución -y jugadores y dt también- debió haber planteado q Gallardo estuviera en la cancha dirigiendo a riber en la final.
Habría que hacer un banderazo bostero reclamando eso. Hay q ganar o perder con todo al asador.
Y más todavía, si Gallardo no puede estar, que el mellizo los mire desde la tribuna y se haga cargo Gustavo.
Boca tiene la oportunidad de tener un gesto de ese tipo.
Sí, ya sé
Muy noble roky
el último punto es realmente triste
Aguante Boca corvi, aunque gane o pierda, sigue siendo el más grande del país y del continente americano
Dejense de joder con el partidito, que la realidad nos esta tapando de mierda.
Ya lo escribió Eduardo Galeano: "la final River-Boca está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la final River-Boca? Para eso, sirve para avanzar".
Confiemos en que las dos finales se jugarán en 2018. Saludos
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