-Sueño que estoy en la Facultad, en un aula muy pequeña o, mejor dicho, claustrofóbica, llena de gente, quizás la 82 de Ciencias de la Salud. Mis compañeros tienen la cara de los turistas que vi en el Hotel donde trabajaré hasta mañana. El profesor (creo que es Roberto Bolaño pero no lo puedo asegurar) ha traído a clase un perro enorme, de proporciones extraordinarias. Dice que no muerde, que no hace nada, pero a mí me da mucho miedo. Tiene la cabeza del tamaño de un televisor de 60 pulgadas –si es que estos existen- y comienza a ladrar, mostrando sus colmillos. Es la versión demoníaca del perro de La historia sin fin. De pronto comienza a lamer a una compañera. Luego escabulle su cabeza hasta quedar frente a mí. Me muestra los dientes. Es un perro color café con leche dice alguien. Yo le acarició el hocico y se calma. A los costados del aula hay otros perros de proporciones extraordinarias pero son flacos y de raza doberman. Están como dibujados en la pared pero tienen vida. Al rato estoy en los pasillos de la Facultad (que en realidad son los pasillos del Hotel donde trabajo) y viene mi amigo Emiliano (con la cara de mi amigo Lucas) y me dice que acaban de explotar la Avenida Colón. Tiene un televisor rectangular de madera en su hombro y me muestra imágenes donde la avenida Colón parece Irak. Él me dice que por eso van a suspender las clases. Yo me quedo solo y me digo: Pero si la Facultad queda por Funes, ¿por qué van a suspender las clases? Ingreso otra vez al aula. Tengo muchos accesorios en mi mano: buzos, mochilas. Depositó mis accesorios en el banco de atrás y una compañera que cambia de cara unas 5 veces (tomando, a su vez, el rostro de otras 5 compañeras) me dice que no me preocupe, que ella me guarda mis cosas en su carterita. Su carterita es muy pequeña pero increíblemente caben todos mis accesorios. Me quedo pensando que la chica me robó mis pertenencias pero que no me animó a decirle nada.
-Sueño que estoy caminando por un barrio que parece africano. Hay chozas, el camino es de tierra naranja y alrededor hay pastizales. De repente me doy cuenta de que puedo flotar y que si me animo vuelo. Entonces el camino comienza a quedar más abajo (no es que yo comience a tomar vuelo sino que el camino que estoy transitando se hace cada vez más abajo). Tomo coraje y me tiro de pecho. Al principio trastabillo con el suelo pero después empiezo a volar a una velocidad altísima. Tengo un poco de miedo de morirme, de estrellarme contra una montaña pero sigo. Cuando ya hace un tiempo que vuelo una voz en off me informa que estoy a unos 3000 metros del suelo. Miro a los costados y hay montañas, valles, abajo esta el mar. Son gráficos de un video juego, pienso. Ya sé que es un sueño, digo en voz alta. No hay ninguna persona alrededor. Cuando me despierto, entre dormido e inconsciente, anotó en un papel: Se está muy solo cuando se vuela.
-Sueño que camino por el quinto piso del Hotel Estocolmo. Tengo que ir a cambiar una lamparita pero no recuerdo en qué habitación. De repente me doy cuenta de que me olvidé de ponerme la ropa del trabajo. Me miro en un espejo pero sólo veo mis piernas peludas. Estoy vestido para ir a la playa en realidad, pienso en voz alta. Entro a una habitación. Ninguna luz funciona, me faltan lamparitas ¿Y si me quedó acá durmiendo?, pienso antes de salir de la habitación. Me despierto.
-Sueño que estoy de vuelta en la escuela 36, en la primaria. Tengo 7 u 8 años. Hay una chica que me gusta. Esa chica es mi novia. Ella también tiene 7 u 8 años. Hay un aljibe, algunos nenes se van por una soga y no vuelven más. Adentro del aljibe todo está negro. En el mismo sueño pienso: este sueño es un contrapunto: arriba mi novia, la felicidad, el sol, los pozos de sus mejillas cuando se ríe; abajo, el aljibe, los nenes que no vuelven porque se los traga la oscuridad. Mi novia me hace caritas.
-Sueño que estoy ingresando a un departamento. Cuando abro la puerta del baño salen unos 5 o 6 gatos. De repente me doy cuenta de que mi “misión” en el sueño es patear a los gatos. En un principio tengo miedo de que los gatos me caguen a arañazos si los pateo pero dada la vehemencia con que el término “misión” aparece en el inconsciente del “yo” empiezo a patear. El estómago de los gatos retumba efectuando un sonido musical y cierro la puerta con llave para que los vecinos no vengan a interrumpir mi misión. Al poco tiempo soy yo en el medio del departamento deshabitado con 15 o 20 gatos flotando y rebotando contra las paredes. A estos les tendría que poner nombres, pienso. Y me despierto.
-Sueño que leo cosas interesantísimas, inteligentes, sofisticadas. En el mismo sueño me digo a mi mismo: tenés que intentar recordar lo que leíste, una vez despierto lo transcribís como si fuera tuyo. Tomo una hoja y lo único que puedo leer es: tenés que intentar recordar lo que leíste para cuando te despiertes. Me da bronca escribir tan bien en sueños y tan mal en la realidad. Las palabras empiezan a subir por los márgenes y desaparecen.
-Sueño que estoy caminando por un barrio que parece africano. Hay chozas, el camino es de tierra naranja y alrededor hay pastizales. De repente me doy cuenta de que puedo flotar y que si me animo vuelo. Entonces el camino comienza a quedar más abajo (no es que yo comience a tomar vuelo sino que el camino que estoy transitando se hace cada vez más abajo). Tomo coraje y me tiro de pecho. Al principio trastabillo con el suelo pero después empiezo a volar a una velocidad altísima. Tengo un poco de miedo de morirme, de estrellarme contra una montaña pero sigo. Cuando ya hace un tiempo que vuelo una voz en off me informa que estoy a unos 3000 metros del suelo. Miro a los costados y hay montañas, valles, abajo esta el mar. Son gráficos de un video juego, pienso. Ya sé que es un sueño, digo en voz alta. No hay ninguna persona alrededor. Cuando me despierto, entre dormido e inconsciente, anotó en un papel: Se está muy solo cuando se vuela.
-Sueño que camino por el quinto piso del Hotel Estocolmo. Tengo que ir a cambiar una lamparita pero no recuerdo en qué habitación. De repente me doy cuenta de que me olvidé de ponerme la ropa del trabajo. Me miro en un espejo pero sólo veo mis piernas peludas. Estoy vestido para ir a la playa en realidad, pienso en voz alta. Entro a una habitación. Ninguna luz funciona, me faltan lamparitas ¿Y si me quedó acá durmiendo?, pienso antes de salir de la habitación. Me despierto.
-Sueño que estoy de vuelta en la escuela 36, en la primaria. Tengo 7 u 8 años. Hay una chica que me gusta. Esa chica es mi novia. Ella también tiene 7 u 8 años. Hay un aljibe, algunos nenes se van por una soga y no vuelven más. Adentro del aljibe todo está negro. En el mismo sueño pienso: este sueño es un contrapunto: arriba mi novia, la felicidad, el sol, los pozos de sus mejillas cuando se ríe; abajo, el aljibe, los nenes que no vuelven porque se los traga la oscuridad. Mi novia me hace caritas.
-Sueño que estoy ingresando a un departamento. Cuando abro la puerta del baño salen unos 5 o 6 gatos. De repente me doy cuenta de que mi “misión” en el sueño es patear a los gatos. En un principio tengo miedo de que los gatos me caguen a arañazos si los pateo pero dada la vehemencia con que el término “misión” aparece en el inconsciente del “yo” empiezo a patear. El estómago de los gatos retumba efectuando un sonido musical y cierro la puerta con llave para que los vecinos no vengan a interrumpir mi misión. Al poco tiempo soy yo en el medio del departamento deshabitado con 15 o 20 gatos flotando y rebotando contra las paredes. A estos les tendría que poner nombres, pienso. Y me despierto.
-Sueño que leo cosas interesantísimas, inteligentes, sofisticadas. En el mismo sueño me digo a mi mismo: tenés que intentar recordar lo que leíste, una vez despierto lo transcribís como si fuera tuyo. Tomo una hoja y lo único que puedo leer es: tenés que intentar recordar lo que leíste para cuando te despiertes. Me da bronca escribir tan bien en sueños y tan mal en la realidad. Las palabras empiezan a subir por los márgenes y desaparecen.