Las facciones que se disputan la semblanza final de Fidel Castro
insisten en el equívoco de lo unidimensional. Según se puede leer Castro fue un
dictador sangriento o un humanista bondadoso. La distancia entre uno y otro
adjetivo calificativo es la medida de la intransigencia de los dos sectores
enfrentados.
Lo cierto es que la posibilidad de proyectar una radiografía certera a
menos de un día de su muerte es tan descabellada como intentar mantenerse al
margen del momento histórico, asumiendo una postura súper cool, tan forzada
como el repentino auge revolucionario de las redes sociales.
Mientras tanto el "Hasta la victoria siempre, Comandante" se
mezcla con el aniversario de la muerte de Ricardo Fort y el
"cualquierismo" se asume como la gran ideología de esta nueva era.
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¿En qué año, exactamente, se habrá cambiado Venezuela por Cuba para
mandar a todos los argentinos que tienen una postura, aunque sea discursiva, cercana a algunos ideales de la Revolución? Durante la infancia me llamó la atención que en varias reuniones en las
que había presentes personas adultas alguna de ellas dijera "Andá a vivir
a Cuba" como quien efectuara un "Jaque mate". De esa manera los
capitalistas sin culpa clausuraban discusiones incómodas.
El almacenero, el amigo del amigo, el sobrino de un tío lejano. Ellos
eran los encargados de absolver o no a Fidel de la guillotina de la Historia.
Ellos eran los que "fueron a Cuba y vieron": pobres, casas viejas,
largas filas, prostitutas. La existencia de estos cuatro elementos en el
contexto de una Revolución eran suficientes para determinar el fracaso del
Comunismo. En cambio, la existencia de estos cuatro elementos en el contexto de
un sistema capitalista, por alguna extraña razón, no motivaba las mismas
conclusiones.
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Junto a Maradona, Cortázar debe haber sido uno de los téster de violencia
más notables que tuvieron tanto Fidel como Cuba, el Che y la experiencia
revolucionaria en la Argentina.
El segundo tomo de sus Cartas abarca, tal vez, el periodo más
importante en la vida del belga: 1955/1964. Es decir: primeros años en París,
escritura de El Perseguidor y de Rayuela, laburo en la Unesco, vínculo
con Aurora Bernárdez y, por supuesto, su acercamiento a Cuba.
En una carta a Manuel Antín fechada el 10 de diciembre de 1962
Cortázar, entre sorprendido y confuso, le cuenta que "Fidel Castro (o
alguien de su gobierno)" lo había invitado a integrar el jurado del
certamen literario anual de la Casa de las Américas. Sin embargo, los proyectos
de Cortázar no tenían mucho que ver con los del Che: "En principio me
entusiasma la idea, pero por otro lado estoy a la espera de las pruebas de Rayuela. ¿Y si se cae el avión y me hago
polvo sin haber corregido esas pruebas". Todavía era el hombre que, como
Mallarmé, pensaba que la realidad debía terminar en un libro. Después aclaraba
que la Revolución Cubana lo fascinaba, no así el gobierno revolucionario.
Ya desde La Habana, el 22 de enero del 63, Cortázar le escribe a otro
amigo, Eduardo Jonquières. El tono de Cortázar ya no es el mismo. El tipo había
flasheado con la Revolución y comentaba algo que repetiría una y otra vez en
otras cartas: "Huelga decirte que me siento viejo, reseco, francés al lado
de ellos. Si tuviera veinte años menos, te mandaría una despedida y me quedaría
aquí".
La relación de Cortázar con Cuba tuvo algo de apasionamiento ingenuo,
genuino y erótico: para Cortázar Cuba fue como la novia que te cambia el corte
de pelo, te hace escuchar otra música, te dice todo lo que no querés escuchar y
por eso mismo la amás como a nada en el mundo.
Después de ese enamoramiento impulsivo el vínculo de Cortázar con Cuba
tuvo un instante de cortocircuito. Se trató del incidente popularmente conocido
como "El caso Padilla", que significó, entre los capos intelectuales
de la época, una señal de alarma con respecto al endurecimiento dogmático de la
Revolución. Heberto Padilla, poeta cubano, fue encarcelado porque su libro Fuera del juego fue entendido como una
velada crítica a la Revolución. Varios intelectuales firmaron proclamas en
contra del encarcelamiento, produciéndose entonces la primera gran ruptura
entre Cuba y algunos escritores latinoamericanos.
Ante este panorama Cortázar se mantuvo, con idas y vueltas, en una
posición complicada. Sabía que lo de Padilla estaba mal pero evidentemente
entendía que señalarlo era darle pasto a las fieras. Casos como el de Padilla
son ejemplares para comprender las encrucijadas éticas a las que se vieron
enfrentados quienes apoyaron la Revolución como Proceso Histórico. La
existencia de una propaganda anti castrista global actuó como freno a
cualquiera de las muchas críticas que se le pueden hacer a la experiencia
revolucionaria. La respuesta de Cortázar fue un poema largo, sentido y cursi (como buena
parte de su obra poética), llamado "Policrítica en la hora de los
chacales". El contenido del texto, una especie de panfleto visceral (con
alusiones a la mierda, el semen y la sangre), mostraba a un Cortázar algo
desbordado que antes de condenar tibiamente lo sucedido con Padilla, sin
especificar ("Y así es, compañeros, si me oyen en La Habana, en cualquier/
parte,/ hay cosas que no trago,/ hay cosas que no puedo tragar en una marcha
hacia la luz") necesita cuatro extensas estrofas de verso libre para dejar
bien en claro que sigue apoyando la Revolución. Con este análisis no pretendo
juzgar a Cortázar desde las comodidades del presente sino destacar su
personalidad y su conducta como expresión de un problema que sigue siendo
actual: ¿cómo apoyar un proceso histórico y no convertirse en un obsecuente?,
¿cómo asimilar la posición de quienes no piensan como nosotros?, ¿cómo analizar
un gobierno con luces y sombras al que los factores de poder predominantes le
quieren serruchar el piso? Tal vez el mejor fragmento del poema ocurre cuando
Cortázar, de buenas a primeras, decide mandar a todos a la reputa madre que los
parió:
No me excuso de nada, y sobre todo
no excuso este lenguaje,
es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:
los mando a todos a la reputa madre que los parió
y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que
espero.
Mario Goloboff, en su biografía de Cortázar, dice que después del
entredicho las relaciones entre Cuba y Cortázar se mantuvieron en el marco de
la amabilidad pero nunca recuperaron el feeling de los primeros años (más por
un resquemor de sus amigos cubanos que por iniciativa de Cortázar). Varios años
antes, el 23 de febrero de 1963, Cortázar ya se encontraba en París y volvía a
escribirle a Manuel Antín. El día anterior había vuelto de La Habana. La carta
incluía una de esas frases cortazarianas al mango con las que, para bien o para
mal, se ganó nuestro amor en la adolescencia. Hoy suena profética: "La
muerte espera a Cuba de un día para otro, pero ese pueblo sabrá morir como no
lo sabemos muchos de nosotros".
6 comentarios:
Los chacales hoy estan de festejo...
Muy interesante la cita de Cortázar.
Pensaba en lo envejecido del texto, nadie escribiría algo así en estos días. El tema del que hablaba estaba muriéndose en aquellos 60.
Creo que hoy no tenemos ninguna necesidad moral de defender a un violento o a un represor. Eso ha cambiado.
Creo que nos hemos vuelto mas atentos a lo sensible y que la variedad de relatos y voces, a veces vistos como cacofónicos, vuelve improbable una larga historia. Digo, una que dure más que un helado en la puerta de una escuela.
Mi bisabuela murio de 96 años, y lamentaba haber sobrevivido a sus hermanos, sus hijos y el mundo que recordaba. Ya había estado bien...
Fidel a los 90 quizás se murió un poco tarde.
El de arriba olvido que la historia es ciclica y circular.
Todo vuelve, y no hace falta remontarse a tantas decadas atras.
Con solo ver los "actuales" lideres politicos que nos gobiernan en america el deja vu se convierte en pesadilla...
Corvino querido, muro y balsas y proyectiles y suela de borcegos de lado, ¿cuaándo va a hablar de Sokol?, como voz tremenda y superior digo y música y todo.
Mirá: las "profecías" hechas en 1963 me hacen pensar en los que hablaban del dólar a 20.
Y sí, monster, algún día llegará a 20.
Y la fascinación con la muerte y con cómo morir. Costó demasiadas vidas al pedo como para seguir reivincándola...
Como diría Zitarrosa: en mi país, qué tibieza..
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