sábado, 26 de noviembre de 2016

En la hora de los chacales


Las facciones que se disputan la semblanza final de Fidel Castro insisten en el equívoco de lo unidimensional. Según se puede leer Castro fue un dictador sangriento o un humanista bondadoso. La distancia entre uno y otro adjetivo calificativo es la medida de la intransigencia de los dos sectores enfrentados. 

Lo cierto es que la posibilidad de proyectar una radiografía certera a menos de un día de su muerte es tan descabellada como intentar mantenerse al margen del momento histórico, asumiendo una postura súper cool, tan forzada como el repentino auge revolucionario de las redes sociales.

Mientras tanto el "Hasta la victoria siempre, Comandante" se mezcla con el aniversario de la muerte de Ricardo Fort y el "cualquierismo" se asume como la gran ideología de esta nueva era.

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¿En qué año, exactamente, se habrá cambiado Venezuela por Cuba para mandar a todos los argentinos que tienen una postura, aunque sea discursiva, cercana a algunos ideales de la Revolución? Durante la infancia me llamó la atención que en varias reuniones en las que había presentes personas adultas alguna de ellas dijera "Andá a vivir a Cuba" como quien efectuara un "Jaque mate". De esa manera los capitalistas sin culpa clausuraban discusiones incómodas.

El almacenero, el amigo del amigo, el sobrino de un tío lejano. Ellos eran los encargados de absolver o no a Fidel de la guillotina de la Historia. Ellos eran los que "fueron a Cuba y vieron": pobres, casas viejas, largas filas, prostitutas. La existencia de estos cuatro elementos en el contexto de una Revolución eran suficientes para determinar el fracaso del Comunismo. En cambio, la existencia de estos cuatro elementos en el contexto de un sistema capitalista, por alguna extraña razón, no motivaba las mismas conclusiones. 

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Junto a Maradona, Cortázar debe haber sido uno de los téster de violencia más notables que tuvieron tanto Fidel como Cuba, el Che y la experiencia revolucionaria en la Argentina. 

El segundo tomo de sus Cartas abarca, tal vez, el periodo más importante en la vida del belga: 1955/1964. Es decir: primeros años en París, escritura de El Perseguidor y de Rayuela, laburo en la Unesco, vínculo con Aurora Bernárdez y, por supuesto, su acercamiento a Cuba.

En una carta a Manuel Antín fechada el 10 de diciembre de 1962 Cortázar, entre sorprendido y confuso, le cuenta que "Fidel Castro (o alguien de su gobierno)" lo había invitado a integrar el jurado del certamen literario anual de la Casa de las Américas. Sin embargo, los proyectos de Cortázar no tenían mucho que ver con los del Che: "En principio me entusiasma la idea, pero por otro lado estoy a la espera de las pruebas de Rayuela. ¿Y si se cae el avión y me hago polvo sin haber corregido esas pruebas". Todavía era el hombre que, como Mallarmé, pensaba que la realidad debía terminar en un libro. Después aclaraba que la Revolución Cubana lo fascinaba, no así el gobierno revolucionario.

Ya desde La Habana, el 22 de enero del 63, Cortázar le escribe a otro amigo, Eduardo Jonquières. El tono de Cortázar ya no es el mismo. El tipo había flasheado con la Revolución y comentaba algo que repetiría una y otra vez en otras cartas: "Huelga decirte que me siento viejo, reseco, francés al lado de ellos. Si tuviera veinte años menos, te mandaría una despedida y me quedaría aquí".

La relación de Cortázar con Cuba tuvo algo de apasionamiento ingenuo, genuino y erótico: para Cortázar Cuba fue como la novia que te cambia el corte de pelo, te hace escuchar otra música, te dice todo lo que no querés escuchar y por eso mismo la amás como a nada en el mundo. 

Después de ese enamoramiento impulsivo el vínculo de Cortázar con Cuba tuvo un instante de cortocircuito. Se trató del incidente popularmente conocido como "El caso Padilla", que significó, entre los capos intelectuales de la época, una señal de alarma con respecto al endurecimiento dogmático de la Revolución. Heberto Padilla, poeta cubano, fue encarcelado porque su libro Fuera del juego fue entendido como una velada crítica a la Revolución. Varios intelectuales firmaron proclamas en contra del encarcelamiento, produciéndose entonces la primera gran ruptura entre Cuba y algunos escritores latinoamericanos.  

Ante este panorama Cortázar se mantuvo, con idas y vueltas, en una posición complicada. Sabía que lo de Padilla estaba mal pero evidentemente entendía que señalarlo era darle pasto a las fieras. Casos como el de Padilla son ejemplares para comprender las encrucijadas éticas a las que se vieron enfrentados quienes apoyaron la Revolución como Proceso Histórico. La existencia de una propaganda anti castrista global actuó como freno a cualquiera de las muchas críticas que se le pueden hacer a la experiencia revolucionaria. La respuesta de Cortázar fue un poema largo, sentido y cursi (como buena parte de su obra poética), llamado "Policrítica en la hora de los chacales". El contenido del texto, una especie de panfleto visceral (con alusiones a la mierda, el semen y la sangre), mostraba a un Cortázar algo desbordado que antes de condenar tibiamente lo sucedido con Padilla, sin especificar ("Y así es, compañeros, si me oyen en La Habana, en cualquier/ parte,/ hay cosas que no trago,/ hay cosas que no puedo tragar en una marcha hacia la luz") necesita cuatro extensas estrofas de verso libre para dejar bien en claro que sigue apoyando la Revolución. Con este análisis no pretendo juzgar a Cortázar desde las comodidades del presente sino destacar su personalidad y su conducta como expresión de un problema que sigue siendo actual: ¿cómo apoyar un proceso histórico y no convertirse en un obsecuente?, ¿cómo asimilar la posición de quienes no piensan como nosotros?, ¿cómo analizar un gobierno con luces y sombras al que los factores de poder predominantes le quieren serruchar el piso? Tal vez el mejor fragmento del poema ocurre cuando Cortázar, de buenas a primeras, decide mandar a todos a la reputa madre que los parió:     

No me excuso de nada, y sobre todo
no excuso este lenguaje,
es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:
los mando a todos a la reputa madre que los parió  
y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que
espero.


Mario Goloboff, en su biografía de Cortázar, dice que después del entredicho las relaciones entre Cuba y Cortázar se mantuvieron en el marco de la amabilidad pero nunca recuperaron el feeling de los primeros años (más por un resquemor de sus amigos cubanos que por iniciativa de Cortázar). Varios años antes, el 23 de febrero de 1963, Cortázar ya se encontraba en París y volvía a escribirle a Manuel Antín. El día anterior había vuelto de La Habana. La carta incluía una de esas frases cortazarianas al mango con las que, para bien o para mal, se ganó nuestro amor en la adolescencia. Hoy suena profética: "La muerte espera a Cuba de un día para otro, pero ese pueblo sabrá morir como no lo sabemos muchos de nosotros".   

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Los chacales hoy estan de festejo...

Chofer fantasma dijo...

Muy interesante la cita de Cortázar.
Pensaba en lo envejecido del texto, nadie escribiría algo así en estos días. El tema del que hablaba estaba muriéndose en aquellos 60.
Creo que hoy no tenemos ninguna necesidad moral de defender a un violento o a un represor. Eso ha cambiado.
Creo que nos hemos vuelto mas atentos a lo sensible y que la variedad de relatos y voces, a veces vistos como cacofónicos, vuelve improbable una larga historia. Digo, una que dure más que un helado en la puerta de una escuela.
Mi bisabuela murio de 96 años, y lamentaba haber sobrevivido a sus hermanos, sus hijos y el mundo que recordaba. Ya había estado bien...
Fidel a los 90 quizás se murió un poco tarde.

Anónimo dijo...

El de arriba olvido que la historia es ciclica y circular.
Todo vuelve, y no hace falta remontarse a tantas decadas atras.
Con solo ver los "actuales" lideres politicos que nos gobiernan en america el deja vu se convierte en pesadilla...

Anónimo dijo...

Corvino querido, muro y balsas y proyectiles y suela de borcegos de lado, ¿cuaándo va a hablar de Sokol?, como voz tremenda y superior digo y música y todo.

Anónimo dijo...

Mirá: las "profecías" hechas en 1963 me hacen pensar en los que hablaban del dólar a 20.
Y sí, monster, algún día llegará a 20.

Y la fascinación con la muerte y con cómo morir. Costó demasiadas vidas al pedo como para seguir reivincándola...

Pedro dijo...

Como diría Zitarrosa: en mi país, qué tibieza..