Cuando Sergio Rotman y otros músicos de su generación ligados al punk y la new wave criolla -incluso Richard Coleman, que tocó en Las Ligas- destrozaron La lógica del escorpión, no hicieron otra cosa que revalidar a Charly García como el centro del rock argentino. De la misma forma lo hacían a principios de los ochenta, cuando tenían 18 años y se le oponían por hippie y careta.
¿Y a quién otro podrían haber ubicado los punks como su Personal AntiCristo? Spinetta era amable, Pappo era malo, Litto Nebbia se alejaba del rock, Nito Mestre era intérprete; fueron por García. Lo siguen buscando.
Hay gente que opina que Charly no debería cantar ni mostrarse porque ya no se lo ve ni se lo escucha como antes. Estas personas parecen pretender que quienes envejecieron por fuera de los exigentes márgenes de la belleza contemporánea se encierren y no vean la luz solar para evitarles la tristeza a quienes han gestionado mejor su vida, y por ende, su estética.
Hay gente que opina que a Charly no se lo puede criticar, simplemente por ser quien es. Estas personas confunden el amor con la condescendencia.
Charly toca "In the city (that never sleep)" por lo menos desde el Gran Rex del 23 de octubre del año 2005, aquel en el que subió Palito Ortega para cantar "Corazón de hormigón". (En 1985, los fans de Spinetta silbaron a Charly; 20 años después los de Charly silbaron a Palito Ortega).
Cuando "In the city" apareció en Kill Gil -tanto en su versión pirata del 2007, como en la oficial del 2010- a muchos les sorprendió que el tema fuera acreditado a Charly: sonaba como esas joyas perdidas de las que suele apropiarse cada tanto, revalidando aquella sentencia de que el que le roba a uno solo es un boludo, y el que le roba a todos es un genio.
Charly redescubrió "In the city" en la temporada 2018/2019 cuando volvió a tocar después de varios años de inactividad. La canción se adaptaba a su nuevo estilo, más sosegado. En uno de sus típicos trucos la presentaba como si fuera una canción reciente.
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Charly ya había estado en el trending topic semanal porque Javier Milei abrió un show musical en el Movistar Arena de Villa Crespo con "Demoliendo hoteles". En dicho "show" el presidente se dedicó a interpretar clásicos del cancionero popular con la delicadeza que tendría un mono puesto a operar un bebé a corazón abierto.
Mencionó a los autores originales y hasta a los artistas que reversionaron las canciones que cantó, pero se cuidó de no decir nada de Charly García. También le cambió la letra a "Tu vicio" y la convirtió en una oda al capitalismo minarquista.
Santiago Caputo debe saber que en el video de las sesiones de Piano Bar (1984), después de que García dice "fascistas", se escucha claramente "Perón". La escena incluye al tecladista de la banda, Fito Páez, que tiene una remera con el apellido del líder justicialista estampado en sentido vertical. Después Charly se mete un dedo en la nariz y logra espantar a todos al mismo tiempo, como si debiera subrayar que está por encima.
Los libertarios han insistido una y otra vez con que Charly es liberal. Se apoyan en su vínculo con Menem y algunas declaraciones anti Estado dichas en el 2001, donde pondera la idea de un presidente que sepa “de negocios”, estilo Macri (él mismo lo nombra y no lo desecha).
Analizar a Charly como sujeto político en base a declaraciones disgregadas a lo largo de cincuenta años no sería la manera más eficiente de entenderlo. Tampoco habría que inventar a un Charly definitivamente de izquierda, o peronista, o progre. La ambigüedad ideológica es parte de su encanto artístico. Es el más comprometido y el más políticamente incorrecto a la vez, acaso más libre que liberal.
“Yo respeto a los peronistas como movimiento popular”, declaró a una revista en 1982, “Como esto es súper valedero está arraigado en el pueblo, son miles de personas. Lo que pasa es que dentro del peronismo hay un comunista y un fascista. Todo el mundo se hace peronista para tratar, dentro del movimiento, de agarrar un pedazo de la gente”.
El sólo intento de apropiarse de la obra de Charly, o por lo menos de una parte de su imaginario, es también una provocación festejada por la juventud libertaria, harta de que el amplio e inestable campo del progresismo posea o crea poseer a los íconos del rock argentino. Se podría decir que como no tienen a nadie de real peso, se dedicaron a fabricar uno propio. Se llama Javier Milei.
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Un segmento importante de los fans de Charly cree que Kill Gil es un disco malo. Una mayoría abrumadora ni siquiera lo escuchó con detenimiento. Sólo unos pocos disidentes han defendido a este disco maldito, grabado en Nueva York como una versión 2.0 de Clics Modernos, aunque en muchos aspectos es su contracara: es el disco de Charly que nadie menciona como referencia, del que nadie festeja su aniversario, del que no se desprende ninguna García Corner.
Si en 1983 Charly sintonizó por completo con una ciudad que era la meca artística de una era luego mitificada, en el 2005 la pasó bastante mal. La Nueva York post 11/9, más la impronta de Giuliani -ícono de la mano dura-, ya no era la misma de veinte años atrás. Pasear por la Quinta Avenida con una remera a la que le había pintado la frase "I Hate New York" redobló la tensión. La melodía y la letra de "In the city" parecen reflejar ese anticlímax, esa celebración melancólica, como si García se hubiese encontrado completamente solo y desconectado en el lugar donde había alcanzado su mayor brillantez musical.
Al igual que en Random (2017) y La lógica del escorpión (2024) cuesta asimilar la voz argentina de Charly, que, al mismo tiempo, suena rota y procesada, en una combinación híbrida que nunca termina de convencer. Por otro lado se podría afirmar que las voces de la música pop, en general y en particular desde la segunda década del siglo XXI, nunca terminan de convencer. Incluso los que tienen un gran rango se abandonan a la IA y el autotune: la marca de la época es la artificialidad, y hasta Charly y Sting, cada uno en su dimensión, se ven un poco deshumanizados en las imágenes del video.
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Fue León Gieco quien alguna vez dijo que Sting tranquilizó a Charly con masajes cuando las cosas se pusieron feas con Bruce Springsteen, en los camarines de Amnesty 88. En No digas nada (1997), Sergio Marchi cuenta que varios años después, Sting le preguntó cómo estaba García.
De más está decir que The Police fue el grupo que hizo que Charly asimilara la new wave. La unión no es inusitada en el contexto de un mundo occidental globalizado que tiende, es cierto, más a Miami que a Nueva York.
La figura eternamente estilizada y cool de Sting recordó que los dos son clase 51, uno del 2 y el otro del 23 de octubre. Arreciaron los comentarios moralistas, como si en el mundo sobraran los Stings.
Cuando el
mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada y, de paso, aprovechar al
máximo lo que todavía tenés a mano. Es cierto que García y Sting son muy distintos,
tal vez por eso mismo hayan resultado complementarios.