jueves, 31 de enero de 2008

VIDA Y ¿MUERTE? DE MARTINTER KORVINOVA

"Perdone pero: radical, paradigma: ¿no es ése el tipo de palabras que usa la gente estúpida para parecer inteligente?...¿estoy despedido?"- Guionista de Tom y Daly a un ejecutivo de Tv en el capítulo de Los Simpsons, Tom y Daly y Puchi
Martinter Korvinova nació en Ulrechivit el 30 de octubre de 1920, una ciudad alemana ignorada olímpicamente por la historia. Hijo de un campesino de bigotes amplios y sucios que en los años 30 se volcaría con uñas y dientes a combatir el judaísmo y una madre judía incinerada en un Campo de Concentración, mamó desde chico de las tetas de la contradicción. "Desde siempre incubé la sensación física del despelote metafísico", diría a nadie en sus años de no-plenitud. Estudió en un Colegio vulgar, la Escuela Primaria del Irrisorio Vulgo, y más tarde, su autoritario y bigotón padre lo obligó a trabajar en los campos que araba. Así pasó varios años plantando hortalizas y ordeñando vacas, jugando con los cerdos, comiendo alimañas, matando duendes y desvirgando ovejas. "El problema esencial era", manifestó en una auto-entrevista, "que se me hacía imposible asir la idea de la zanahoria, de la papa, de la batata; me preguntaba ¿es esto una batata?, ¿puede una verdura inanimada provocarme escozor?, si planto una batata, ¿comeré?". Judío hasta ahí nomás, Martinter escapó del Holocausto alegando vacío existencial e incomprensión religiosa, declaración que extrañó a dos suboficiales nazis que quedaron rascándose la cabeza mientras Martinter, veloz como una liebre rasurada, escapaba por las alcantarillas de Berlín. En la oscuridad de las cañerías sobrevivió hasta la caída nazi, alimentándose de ratas, guanacos, flamencos perdidos, camellos y osos hormigueros. Mientras, escribió su primera obra: Asir la hortaliza, publicada en 1947 ante la impavidez general. En la Argentina, el libro suscitó polémica. En la revista Sur, Borges dijo: "Con Asir la hortaliza, obra baladí si las hay, Korvinova logra espantar al patíbulo". Sabato manifestó, aquejado por una gran contracción de dolor en su cara: "La Humanidad vuelve a angustiarnos con esta soberbia canallada: el mundo era menos atroz sin Asir la hortaliza". Como declarase Sartre, en Europa el desconcierto fue notorio: "Si, el desconcierto fue notorio", dijo el autor de La Náusea al Canal Encuentro... Sin poder asimilarse a ninguna corriente en particular –existencialismo, fenomenología, marxismo, psicoanálisis, menottismo, bielsismo, postbilardismo- Martinter debió sucumbir a la incomprensión general e, incluso, personal: ¿Qué habré querido decir?, su ensayo novelado, del año 1953, trata sobre la impensada lucha entre el conocimiento de un hombre y el hombre mismo. Así se suceden parrafadas ininteligibles –que pueden responder a variadas teorías a la vez- con interjecciones de horror y preguntas elocuentes que denotan una incomprensión total y, acaso, sincera. Tomado en broma por los círculos intelectuales del mundo, a Martinter se le atribuye una frase de antología: "Los círculos intelectuales tienen la particularidad de volverse cuadrados". Más directo fue en los 70’, cuando se le preguntó por Derrida y Deleuze: "De esos cabezas yo no hablo, se terminó la nota acá, puto". Por esa época, Martinter se hallaba en el que definió como su periodo de mayor no-plenitud: mientras todos los pensadores de su generación encontraban reconocimiento y alumnas dispuestas a hacer petes, Martinter se hundía en el desconocimiento más profundo. "Ni yo mismo me reconozco en el espejo, ¡qué mal que la estoy pasando!", gritó en 1973 mientras jugaba un partido de tenis con Guattari. Ya había escrito los libros esenciales: Ya asida la hortaliza, ahora me falta tu batata, de 1961, El dilema de no entender una mierda, de 1966, La región más incomprensible de mi cerebro, de 1971 y El impacto nulo, donde hacía un repaso sobre sus hallazgos teóricos hasta llegar a la conclusión de que el impacto de los mismos había sido: nulo. Denostado por la parcialidad siempre insufrible de Foucault, abusado sexualmente por la barra brava de Deleuze –Los Rizomas del Tablón-, obligado a comparecer ante un auditorio repleto de barthesianos irredentos que intentaron llevar a cabo, literalmente, el concepto de la muerte del autor, Martinter se abocó a un re-ostracismo de ribetes apoteóticos. Se dejó la barba, volvió al campo y comenzó a plantar hortalizas a granel. Hallado por uno de sus agraviadores recibió una paliza descomunal. Dijo estar ajustando cuentas con su propio cerebro, intentando adivinar qué disciplina teórica era a la que se había consagrado. "¿Y quién te preguntó algo a vos?", respondió el agraviador, que volvió a golpearlo fuertemente en la cabeza con su edición de tapa dura de Asir la hortaliza. En 1995, en el más completo de los silencios, Martinter publicó: Creo que ya me di cuenta, una serie de notas fragmentarias, difusas y mal redactadas que advertían al lector, una y otra vez, sobre la potencial adivinación de su corriente ideológica y estética hasta que en la última página, de modo abrupto, el autor señalaba haber sufrido una especie de regresión que lo imposibilitaba, incluso, de asir nuevamente la idea de zanahoria. El enojo cultural no se haría esperar: miles de estudiantes pálidos, con anteojos de carey y bolsos cruzados se congregaron en Berlín para ir a la casa de Martinter y hacer justicia por mano propia. Enfurecidos, con el apoyo del gobierno –a quien Martinter había negado una ración de sus cuantiosas hortalizas-, los estudiantes, provistos de libros gordos de Lacan y paraguas fálicos que provocarían la eclosión de Freud, llegaron a la guarida de Martinter y golpearon la puerta repetidas veces. Las peteras de Barthes amenazaban caparlo mientras mostraban sus afilados dientes a las cámaras de todo el mundo. Luego de reflexionar acerca del acto que estaban cometiendo, luego de cavilar pesada y concienzudamente sobre la obediencia ética y moral del ser, decidieron tirar la puerta abajo. Al entrar, la sorpresa. Sólo había un boleto de la línea de micros 25 de Mayutem que en su reverso decía, con una caligrafía casi inentendible: Los cagué. Algunos estudiantes sufrieron desmayos, otros, directamente, murieron en el acto. Varias peteras de Barthes murieron atragantadas. Es poco lo que se supo de Martinter Korvinova luego de este episodio. Algunos dicen que vende panchos en Sri Lanka, otros creyeron reconocerlo repartiendo volante de celulares usados en Otamendi. Lo más probable, dada su edad y su inmensa cantidad de detractores, es que Martinter haya muerto en algún lugar perdido del mundo sin saber a qué corriente pertenecieron sus intrincados y absurdos textos. Su obra, inconmensurable e insignificante, nos sigue preguntando aquello indecible: ¿hemos asido la hortaliza?

Como apostilla al homenaje a Martinter Korvinova, aquí va unos de sus textos más incomprensible: El panal como forma catalizadora

Si la velocidad conceptual microfísica se asemeja al estoicismo solapado, ésta es perpetuamente diametral a la conclusión cosificada de la típica oscilación mimética. O para-sintáctica. No en vano la estructura intelectual tiende a separar los panales oculares en cosmos, a depravar el todo –inmune, pro-supurativo, re-nuclear- hacia cápsulas binarias iconoclastas y beligerantemente sucedáneas –unas con las otras-. Ahora, muy bien, si el objeto encandilado por la masa porosa literaria, como todos sabemos, es independiente de la correlatividad intrínseca, podemos comprender en forma intermedia –y no menos oprobiosa- que la reacción-raíz es la misma génesis del hecho mencionado. No así con el esencial fenómeno permutado, convertido en proto-masivo a través de la ya referida consolidación de mapas cualitativos y paradigmas de raíz base cero-ochenta. Lo mismo para las raíz base cero-noventa pero no así para las base cero-ochenta y uno. Previendo la aniquilación, entonces, el sub-texto convierte el equilibrio dado en capas obligatorias de la sinécdoque perfomática, automática-residual. En cambio la multiplicación de instrumentos-panal, encumbrados en la lógica hegeliana de la cantidad acumulada, proviene del sesgo narcisista freudiano occidental. He aquí el centro capacitorio de la primer coordenada: la re-entronización de métodos adventicios provoca la ya clásica promoción indeliberada –y deliberada- de formosidad –exceso de la provincia de Formosa en un cuerpo- ocular. Claro: el péndulo retroalimenta partecillas iguales, no continuas. La elocuencia metodologística, el intercambio entre panales ultra e infra-semióticos produce la futura decodificación del envés. Sin embargo, es pertinente afirmar que la periódica condensación macrobiótica no termina siendo asimilada del todo por la forma perceptiva heterogénea, ora homogénea, ora heterogénea…ora homogénea. Así, con la consiguiente deconstrucción ejemplificada, se da el corte radical del signo de Saussure y la implementación traumática del símbolo congénito agenciado. En la comunicación yo-ellos, es claro, esta inoculación comprende tantas membranas utilitarias como intersticios ideales para la propagación de la gramaticalidad adecuada. O no, ya que el intenso cruce membrana-capa, membrana-capa, puede metamorfosear el régimen en valor, híbrido entre el dualismo más gutural y la reciente aceptación de jergas callejeras en el Diccionario de la Real Academia. No todo esto supondrá la reactivación verbal-asignificante, la constante línea de fuga, el implícito movimiento incorpóreo del púdico corregidor monolítico también harán lo suyo. Los grupos sistematizados, por su parte, desarrollarán inmanentes acciones que irán de la hermenéutica a la aviación virtual.

martes, 29 de enero de 2008

SOBRE LA OPORTUNCRISIS DEL CUENTO

Desde hace un tiempo –tiempo que no vamos a tomarnos el trabajo de precisar- en distintos medios –medios que no vamos a tomarnos el trabajo de precisar-…Esperen, empecemos de nuevo: de un tiempo a esta parte informan sonoramente que el cuento sufre una crisis. Ya se hace harto imposible caminar por la calle sin cruzarse con un vecino que nos toma de los hombros y grita, en tanto se lleva un revólver a la sien: “El cuento no tiene aceptación en el Mercado, el cuento se extingue, el cuento ya no existe”. La respuesta pertinente al vecino suicida no es otra que la siguiente: “¿Y por qué y desde cuándo nos deben interesar a los lectores las tendencias del Mercado? ¿A quién le ganó esa entelequia imprecisa que una y otra vez se las arregla para convertir en best seller el último libro de Paulo Coelho? Más que aplaudir a la novela porque vende, deberíamos hacer lo propio con el cuento, que, una y otra vez, logra no ser avistado por ese monstruo llamado Mercado, siempre ávido de rostros mediáticos y novelas que son un canto a la vida”. A continuación, el vecino exaltado arroja el revólver a la calle, vuelve a su casa cabizbajo y abre su ejemplar de Rock Springs.
Sólo si fuera correcto y satisfactorio vivir en una sociedad de autómatas regida por las tendencias del Mercado podríamos tomarnos en serio o preocuparnos por la crisis del cuento. De todos modos, nos llegan malas noticias: la sociedad, en su mayoría, justamente, se rige, no por gusto individual sino por las tendencias del Santísimo Mercado. Por eso los adolescentes siempre tienen el mismo corte de pelo. Por eso la izquierda ya no existe. Por eso el tema del verano es el más horrendo de todos: Beautiful Girls, de Sean Kingston. Por eso los solistas masculinos imitan la voz de Andrés Calamaro. Por eso se dice que el Cholo Simeone es un gran técnico. Por eso ustedes y yo tenemos blog: porque está de moda, vende, llama la atención, dicen que gusta, parece que cala hondo. Pero que sea así, claro está, no significa que estemos en lo correcto.
La idea de Mercado –a propósito: vendría bien que alguien la defina- no debiera interponerse entre el lector y el objetivo de este último. Incluso tal palabra no tendría que ser tomada en cuenta por nadie a no ser entre los dueños de Editoriales o los que creen fervientemente que escribiendo se puede ganar algo. ¿Se imaginan a un escritor, uno de verdad, un obrero de la literatura, preguntándose si es pertinente escribirse una historia de 10 páginas o una de 520 porque la segunda vende más?...¿Qué?, ¿se lo imaginan? Qué manga de desconfiados, por dios. Mejor cambiemos de tema.
Es claro que un compendio de escritores y lectores terminan conformando el total del Mercado, pero ¿qué tiene que hacer el ranking de ventas en la mente de un lector? Absolutamente nada. Sin embargo hace: los debates literarios de los últimos años giran en torno a novelas –El Pasado, El derrumbe, Plata quemada, alguna de Aira, alguna de Fogwill-, nunca alrededor de un volumen de cuentos. Se ha creado entonces una concepción errónea por la cual la novela, indistintamente de quien la escriba, es más arriesgada que un cuento. Así lo afirmó Gonzalo Garcés en una reciente columna de Ñ y, creo, lo entienden varios: el cuento es inofensivo, no provoca ningún tipo de inestabilidad, se arrodilla llorando ante la novela y se apichona frente a los grandes temas. Lejos de colocarme en el lugar del lector gritón de Ñ que, ingenuamente, sale a responder con uñas y dientes cuanta polémica declaración se publique allí (pero muy cerca) podemos decir que Garcés, sin dudas, tiene razón en tanto sólo haya leído los cuentos de Eduardo de la Puente y haya pasado por alto El milagro secreto o Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, Últimos atardeceres en la tierra o Sensini, de Roberto Bolaño, Cavar un foso o En memoria de Paulina, de Adolfo Bioy Casares, Los ritos o Also Sprach el Señor Nuñez, de Abelardo Castillo, Las puertas del cielo o Autopista del Sur, de Julio Cortázar, Los cachorros y Los jefes de Mario Vargas Llosa y así podríamos seguir hasta que los eunucos bufen… Seguramente la novela –cuando es una gran novela- es la más enorme caja de resonancias de la literatura y la poesía –cuando es poesía- provoca una estimulación difícil de lograr para un cuento pero en los casos en que este último es punzante, como sucede en los ejemplos mencionados, cuando el cuento puede calibrar a la perfección imágenes poéticas y malabares novelísticos, para decirlo en el lenguaje del barrio, no hay dudas: se la re banca. Pensar que lo extenso o lo escrito en verso es, de por sí, mejor que algo breve se asemeja al más vetusto de los conservadurismos…Lo digo y no me corro: lejos del trabajo de ingeniería que denota el novelista o la imagen reconcentrada del poeta (y más en épocas de supuestas crisis), la figura del cuentista, como lo ilustra el relato Sensini, tiene cierta rusticidad épica que la asemeja a un artesano, un orfebre eternamente perdido entre la majestuosidad y el refinamiento de sus hermanos genéricos. Además, siempre es bueno estar a favor de las causas perdidas: la izquierda, los cortes de pelo anacrónicos, la línea de 4, las bandas que no suenan como Calamaro, las canciones sin estribillos, los cuentos…
Por último, puede parecerles muy incorrecto de mi parte pero quiero contarles un secreto: para mí que la crisis del cuento, las tendencias del Mercado, la muerte de la literatura a mano de los blogs y la oposición entre escritores ineficaces y eficaces son un conglomerado de inventos para titular inscripciones rimbombantes en los suplementos culturales y agitar el avispero de los blogs. Es decir, comida para la gilada –gilada magnánima a la que pertenezco, claro-. Desde otro punto de vista, si la crisis del cuento fuese verdadera y preocupante, no hay que olvidar lo que le dice Lisa a Homero cuando este último es echado del bar de Moe y se halla en una profunda crisis: en chino, Crisis significa Oportunidad. Acto seguido, Homero se levanta del sillón y grita: ¡Claro, oportuncrisis!

PD: Sí, el post fue escrito con el objetivo nato de manifestar mi disconformidad hacia Simeone (¡Andate, técnico yuppie!), mi repudio al tema de Sean Kingston y el recuerdo de los Simpsons. Muchas gracias.

miércoles, 23 de enero de 2008

Zama, Zama, Zama

“…le hablé de viajes, amores perdidos, Walsh, Conti, Francisco Urondo, le pregunté por Gelman al que sin duda conocía, terminé contándole mi historia por capítulos, siempre que hablo con argentinos termino enzarzándome con el tango y el laberinto, les sucede a muchos chilenos…”- Sensini, Roberto Bolaño

Hay algunas obras literarias, quizás sólo aquellas que pueden considerarse fundamentales, que otorgan al receptor especies de reverberaciones que incitan a la reflexión y, en quienes tengan el hábito, a la escritura, que, si se me permite la aseveración infundada, no es más que un flujo de pensamientos hecho palabras. Sin querer ahondar y sabiendo que en la mayoría de las ocasiones las palabras poco pueden expresar el efecto de las cosas que nos conmueven, podríamos decir, como Robert Walser dijo alguna vez sobre la excitación de escribir, que es en este momento en el cual las letras arden y bailan delante de los ojos.

Hace un tiempo me compré Zama, de Antonio Di Benedetto. Un año o más, no lo recuerdo. Me considero un lector desprolijo y, cuanto menos, mediocre, así que pasé de largo el prólogo de Juan José Saer y empecé a leer ciegamente hasta comprender, más o menos en la página 40 o 50, que no había entendido nada de lo que hasta allí estaba leyendo. Suele pasarme: hay cierto tipo de escritura que requiere concentración y disponibilidad cerebral. Zama es de esos libros, de esas novelas. Aquejado por el mal de la desatención y convencido de que Antonio Di Benedetto poseía una gran virtud que no era otra que el proverbial aburrimiento de sus lectores, abandoné la novela e, imagino, me dispuse a leer otra.

Con el tiempo, sin embargo, el nombre de Di Benedetto volvió una y otra vez. En primer lugar, leí algunos textos breves suyos bien llamados “El abandono y la pasividad”, donde mis oscuras impresiones sobre Zama se vieron inequívocamente ratificadas –con el tiempo esto sería un equívoco, claro: se trataba de una serie de relatos que ponían su eje en las cosas y no en las personas, es decir, no había personajes sino objetos y las acciones que se desarrollaban –si así podía llamárselas- eran imperceptibles. Más que un texto literario me pareció un ejercicio de Taller no exento de vanidad e imaginé a Di Benedetto regocijándose en su capacidad técnica e inaudita para escribir párrafos tales como: “Una piedra, una piedra vulgar de acequia, sin aviso ni apoyo de congéneres consigue lo que antes no logró su familia menor, blanca y efímera: la del granizo” y así con vasos, zapatos y agua. Poco después de esta segunda aparición lamentable de Di Benedetto en mi aventura lectora, leí Sensini, de Roberto Bolaño. Este cuento me emocionó muchísimo quizás por el hecho de que escribo cuentos y el mismo trataba sobre dos escritores en franca pobreza, uno desconocido, el propio Bolaño, y otro exiliado y olvidado, el argentino Sensini, que en la España pos franquista se dedicaban a mandar relatos a concursos de Ayuntamientos. El joven solitario mandaba una carta al Gran Escritor y se producía un intercambio epistolar donde Bolaño advertía la tristeza y la soledad de Sensini y, de paso, recordaba Ugarte, una novela que describía del siguiente modo: “La novela era de las que hacen lectores. Se llamaba Ugarte y trataba sobre algunos momentos de la vida de Juan de Ugarte, burócrata en el Virreinato del Río de la Plata a finales del siglo XVIII”. Enfrascado en la lectura de un relato que poco a poco me iba convirtiendo en un fanático de Bolaño, la trama de esa novela que juzgué apócrifa me sonó conocida, como un rumor escuchado en algún lugar del que no podemos discernir la fuente. Pocos días pasaron hasta que a través de un sitio de Internet constaté que Sensini, el exiliado que le enseña a Bolaño a cambiar los títulos de los cuentos para así poder mandar el mismo a diferentes concursos, el argentino que se pregunta en Europa por su hijo desaparecido, el escritor que Bolaño coloca en la misma generación que Abelardo Castillo, Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, no era otro que Anonio Di Benedetto. A partir de aquí, mi perspectiva sobre la escritura de Di Bendetto dio un indisimulable giro. Luego leí un texto muy sentido de Daniel Moyano sobre el turbador itinerario de Di Benedetto en la dictadura y me dije que algún día iba a tener que entrar con Zama al ring y leerla entera aunque me esté dando una paliza.

Ese día llegó hace una semana pero antes, como no había hecho aquel lector desprolijo de Zama que alguna vez fui, leí el prólogo de Saer, un texto escrito en los años 70’ y aparecido en El concepto de Ficción que las nuevas ediciones de Zama utilizaron para impulsar y, de alguna manera, reivindicar la obra. El mismo, al comienzo, traza las coordenadas de un típico texto de crítica saeriana: ataque a las formas demagógicas de la literatura –con la consiguiente e implícita defensa del estilo Saer-, diatribas hacia los críticos de habla española que se dedican a hablar de los libros más vendidos y no de los buenos libros, etc. Pero promediando esta introducción, el texto de Saer se vuelve extraordinario: compara Zama con novelas existenciales como El extranjero y La náusea, realzando la de Di Benedetto sobre éstas ya que Zama no es producto de una filosofía sino que “encuentra más bien espontáneamente a la filosofía, como Edipo a su padre desconocido en la encrucijada trágica”. Para Saer, el hecho de que Zama haya sido escrita por un autor argentino en una provincia alejada de la capital mundial del existencialismo, París, y sin ninguna pretensión filosófica, multiplica el valor de la obra. Más adelante, valiéndose de una cita de Gide, explica por qué Zama, en su estructura narrativa –basada en una linealidad aparente que una y otra vez se ve interrumpida por digresiones abruptas o supuestamente ilógicas que detienen la narración- se adelanta a los preceptos básicos del nouveun roman. Movimiento, este último, al que, por otra parte, los críticos siempre han ligado a Saer por lo que se puede deducir que, de alguna forma, el autor de Cicatrices está diciendo que su estilo moroso, a menudo inexpugnable, puede tener su génesis no en la corriente francesa de mediados del Siglo XX sino en la lectura de Di Benedetto, su coterráneo. Ya convergiendo en un solo texto el análisis más indicado sobre Zama y la autodefensa de su propia forma de escribir sin sonar presumido, Saer se dedica a desgranar una de las frases más geniales acerca del valor de las grandes obras: “Zama es, no nuestro espejo, sino nuestro instrumento –en el sentido musical y operacional del vocablo. Aprendiéndolo a tocar oiremos, después de un momento, nuestra propia canción, que no es más que un turbio ronroneo, subjetivo, continuo y universal y que, lleno de ruido y de furia, no significa, no propiamente nada, sino algo preciso, previamente determinado, dado de una vez y para siempre y que pueda dispensarnos del estado de lucidez difícil, mezcla de insomnio y somnolencia, en que se debaten nuestras vidas”. La imagen que construye Saer, la obra literaria como un instrumento que debemos aprender a tocar a fin de vernos reflejados en ella, tiene mucho de poesía, cierta aura magistral que la vuelve universal, imperecedera y apta para todas las obras artísticas que nos conmueven. Por último, distingue en Di Benedetto a uno de los pocos autores argentinos –junto a Borges, Macedonio o Juan L. Ortiz- con un estilo propio, cerrando así la persiana de un texto único, imperdible. Incluso cuando lo terminé lo leí una, dos y tres veces más: dada su sagacidad y como todos los grandes prólogos, el de Saer puede ser leído independientemente de la novela que introduce.

Luego de la introducción de Saer, Zama se resuelve, para el lector, como una ecuación más sencilla o, por lo menos, un eslabón difícil pero harto necesario de encontrar. Diego Zama es un burócrata perdido en el Virreinato del Río de la Plata. La novela se divide en tres tramos, que marcan, a su vez, un tiempo cronológico: 1790, 1794, 1799. El objetivo inmediato de Zama es volver a España con su esposa y sus hijos pero, como sucede en las novelas de Kafka, el deseo será letalmente suprimido. A su vez, deberá luchar, infructuosamente, contra la tentación del sexo, la corrupción, lo inmoral. El tono que utiliza Di Benedetto calza a la perfección: la historia está narrada desde la visión subjetiva del antihéroe con un laconismo que no pocos podrían emparentar con Rulfo si no fuera porque Zama y Pedro Páramo fueron escritas casi al mismo tiempo. Este laconismo abreva en un humor seco (que puede empezar a descifrarse poco a poco), en diálogos ambiguos y polisémicos, en pensamientos oscuros, en imágenes inmóviles que denotan, detrás de la prosa, una inconfundible mirada poética: “Ahí estábamos, por irnos y no” se lee en la primera página sobre el derrotero del protagonista y un mono muerto que yace en el agua. Cierta adjetivización evoca, sin dudas, la prosa de Jorge Luis Borges aunque es preciso señalar que estas aparentes filiaciones no enturbian esa voz que hace a Di Benedetto un narrador en extremo personal, minucioso, obsesionado con la carne, la debilidad de los hombres ante la mujer, la violencia, el cuerpo. Conforme avanza la historia y los años, Zama declina. Pierde contacto con su mujer, se enamora de otra que no se le entrega, tiene un nuevo hijo que él cree será un héroe pero camina asimilado a las gallinas de su madre -una mujer feroz-, vive en la indigencia, cae en la esquizofrenia o ve fantasmas en una Pensión perturbadora. Una vez asido el instrumento que es Zama, la música parece haber sido tocada desde siempre. Finalmente, en la tercera parte, despojado de todo horizonte, Zama sale, junto a una patrulla derruida, en busca de un jinete rebelde que acecha los pueblos vecinos. Una misión suicida, hacia la nada. A partir de allí, todo parece un sueño y, lo que es más interesante, está narrado como si así fuera: Zama se despierta y sigue dormido, Zama oye palabras que no alcanza a comprender, Zama se confunde, se pierde en numerosas vacilaciones. Tanto es así, que en un movimiento perfecto, Vicuña Porto, el bandido que buscan, pasa a ser parte de las filas que buscan a…Vicuña Porto. Queda espacio aún para un final apoteótico, narrado con la pericia de los prestidigitadores: Zama, vencido, llega a decirse:
“Me pregunté, no por qué vivía, sino por qué había vivido. Supuse que por la espera y quise saber si aún esperaba algo. Me pareció que sí.
Siempre se espera más”
La sola mención de estas líneas provoca escalofríos y agudiza la empatía con Di Benedetto quien, en una broma pesada del tiempo, se convirtió, en cuanto a desarraigo y dolor, en el doble de Diego Zama: según Moyano, acusado por la dictadura de haber realizado un viaje que nunca hizo –a Cuba- fue sistemáticamente torturado a través de martillazos en el oído que luego le provocaron un tumor cerebral que lo dejó nocaut. Rodolfo Braceli, quien lo conoció mucho, dice que la real causa de la detención fue que en un brindis del año 75’, Di Benedetto comparó a los militares con equinos…El Sensini apagado que evoca Bolaño en su entrañable cuento, entonces, es justamente ese Di Benedetto que, luego del escarnio de las torturas y la desaparición de su hijo, nunca volvió a ser el mismo. “Pensé que no puede gozarse de la muerte, aunque sí de ir a la muerte, como un acto querido, un acto de voluntad, de mi voluntad. No esperarla, ya. Acosarla, intimarla”, dice Diego Zama. En el cuento de Bolaño, algún tiempo después de la muerte de Sensini, la hija de éste visita al chileno, que escribe: “Según ésta, su padre se daba cuenta de que le quedaba poca vida e incluso en ocasiones parecía ansioso de apurar de una vez por todas las últimas reservas y enfrentarse a la muerte”. También en el cuento se trazan los paralelismos entre Sensini y Ugarte…En una entrevista de 1999, el autor de Los detectives salvajes, con una camisa hawaiana horrible, dice que la hija de Di Benedetto se perdió en el mundo, que las editoriales la buscan para darle dinero y nadie sabe dónde está. No sé si habrá aparecido.

Por último, cabe decir que Di Benedetto, quien manifestó “mis cuentos y novelas ni buscan compañía ni la proporcionan al lector”, tal vez no intuyó que Zama, esa gema de 1956 dedicada “A las víctimas de la espera”, aún hoy resplandecería como el fabuloso instrumento que alguna vez advirtiera Juan José Saer.

lunes, 21 de enero de 2008

DOSIFIQUÉ

Siguiendo el sabio consejo de Natanael, dosifiqué y los invito a leer mi tibia avalancha de posts: los 2 que aquí abajo pululan. Uno es una colección de hits (como diría Matías Moscardi) que sirven de ejes a mi carreta, el otro es una de más de las formas con las que se presenta la búsqueda incansable del verdadero Yo... Si tienen algo que decir, pueden comentar acá. Un saludo para todos los que me conocen.

DIEGO O DIEGOTE, ÉSA ES LA CUESTIÓN

Hace un tiempo, miré un partido de showbol. Durante el transcurso del mismo, presté atención a algunas secuencias del juego: en una, Maradona protesta al árbitro un fallo que a él le parece irrisorio, demostrando toda su guapeza, como aquella vez que insultó a un Estadio repleto de italianos en el Mundial del 90’; otra es cuando Maradona, visiblemente cansado, decide seguir jugando, como cuando entró a la cancha a pesar de tener la uña encarnada; más tarde, Maradona hace un gran gol, como tantos de los que hizo y, finalmente, lo grita a la cámara con la boca abierta y el gesto desencajado, igual que en el Mundial 94’ frente a Grecia. De más está decir que el showbol, ni por asomo, es una competencia de nivel sino más bien una recreación del deporte conocido como fútbol. La pregunta es simple: ¿qué habrá llevado a Maradona a hacer de…Maradona? Obviando miles de análisis pertinentes, se me ocurre una idea: probablemente, en determinado momento, Maradona dejó de ver su verdadera imagen en el espejo y comenzó a observar allí lo que los demás esperan de él: drama, épica, humor, nacionalismo, genialidad, grotesco, etc. El público creó, en base a un sinnúmero de fotos, reportajes y partidos, un estereotipo de Maradona y ese Diegote, como le sucede al Dr. Jekyll con Mr. Hayde, se comió al verdadero.

Otro buen ejemplo de actor de sí mismo es Charly García, que desde hace años parece deambular en un túnel –probablemente aquel del que hablaba Víctor Sueiro- que lo deposita una y otra vez en el escándalo. Si no es una bajada de pantalones es un concierto por la mitad, si no es la trompada de un plomo es el vuelo desde el noveno piso. Cuando los periodistas le hacen preguntas, Charly suele tardar 10 o 20 segundos hasta responder. Algunos dicen que esto se debe a que los excesos de García le pasan factura impidiéndole coordinar con exactitud una frase coherente. Para mi es más simple: en el tiempo que va de la pregunta a la respuesta, Charly piensa: ¿qué contestaría Charly García? Los ejemplos pueden ser infinitos: Sabato hace años que no escribe una novela pero nunca dejó de ejercitar el papel de escritor: su gesto dolorido, su pose solemne, lo delatan. Uno de las causas del declive de las últimas temporadas de los Simpsons es que cada personaje comenzó a hacer exageradamente lo que se espera de ellos: Homero es cada vez más tonto, Bart se vuelve cada vez más travieso. Tanto es así, que la inteligente Lisa, en un capítulo, ¡terminó yendo a la Universidad!

Para que las estrellas hagan de sí mismas, casi siempre, hay un grupo de súbditos que aceptan cualquier cosa de su amo: el combustible de la antorcha. En la película Moby Dick –basada en la novela de Melville y guionada por el escritor Ray Bradbury- uno de los oficiales del Pequod, el religioso Starbuck, al darse cuenta que el capitán Ahab se está volviendo un verdadero “campeón de las tinieblas” en su búsqueda de la ballena blanca que le arrancó la pierna, informa a un marinero que si siguen en esa cacería absurda, infringirán las leyes de Dios. La respuesta del tripulante, totalmente sumiso ante su jefe, es inquietante: El capitán no rompe la ley, el capitán es la ley. El final de la historia es conocido: Moby Dick no sólo se morfa al capitán Ahab, sino también el barco y casi toda la tripulación…

Un error sería pensar que sólo hacen de sí mismos los que pasaron siete ingleses en el Estadio Azteca o compusieron Raros Peinados Nuevos. Nada que ver: los seres anónimos que día a día nos cruzamos sin reconocernos, también formamos parte de un mecanismo que, de alguna manera, por comodidad o imposición, nos termina formateando a su gusto, como cuando éramos chicos y hacíamos figuras de plasitilina. Fíjense sino, los noviazgos o los matrimonios largos, dónde cada uno de los actores, para satisfacer o disgustar al otro, sabe exactamente qué hacer, cómo decir, cuando callar. Observen las reuniones familiares o de amigos: seguro que el divertido contará chistes, el aburrido se quedará callado y el borracho tomará demasiado.

Por suerte, hay sucesos que hacen tambalear el devenir estático de la rutina aunque lo más probable es que lo que veamos como cambio no sea más que un canje de papeles: el aburrido comienza a tomar y se hace borracho, el divertido se muere, uno de los maridos abandona a su pareja y se dice a sí mismo que a partir de ahora será otro, totalmente opuesto a quien fue…

Un buen ejercicio de honestidad con nosotros mismos sería, durante una reunión, analizar cómo nos miran, qué nos preguntan, qué nos piden y confrontarlo con lo que somos en soledad. En el resultado final de esta sencilla comparación, estará esclarecido el interrogante de si somos Diego Maradona o Diegote, Charly García o Say No More. Dejo este texto de pseudo-búsqueda del verdadero Yo con temor a parecerme al conocido psicólogo Jorge Bucay, quien, seguramente horrorizado ante la posibilidad de hacer de sí mismo, no tuvo reparos en copiarse textualmente 60 páginas de otro libro. ¡Eso sí que es autosuperarse! Sayonara.

LOS EJES DE MI CARRETA

Estos son en verdad los pensamientos/ de todos los hombres en todas las/ épocas y naciones, no son originales míos/ si no son tuyos tanto como míos/ nada o casi nada son/ si no son el enigma y la solución del enigma/ nada son/ Esta es la hierba que crece/ dondequiera que haya tierra y agua/este es el aire común que baña el globo- Walt Whitman

Pues las pequeñas construcciones pueden ser finalizadas por el arquitecto que las empezó, pero las grandes, las verdaderas, siempre dejan la última piedra para la posteridad. Dios me libre de llegar jamás a completar algo. Todo este libro no es más que un borrador…¡qué digo!, el borrador de un borrador. ¡Oh Tiempo, Fuerza, Dinero y Paciencia!- Herman Melville

Soñé que la Tierra se acababa. Y que el único ser humano que contemplaba el final era Franz Kafka. En el cielo los Titanes luchaban a muerte. Desde un asiento de hierro forjado del parque de Nueva York Kafka veía arder el mundo- Roberto Bolaño

Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta- Thomas Bailey Aldrich

Cree en el maestro –Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo- Horacio Quiroga

Laplace habló de aplanar la pendiente hasta que tenga una caída de sólo doce por ciento. Le dije que no lo iba a permitir porque de esa forma perderíamos la metáfora central de la película. Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora- Werner Herzog

Lo digo sin avergonzarme, porque siento que esto nace de un profundo sentimiento de lastima y de ternura: Edgard Poe, borracho, pobre, perseguido, paria, me agrada mas que, tranquilos y virtuosos, un Goethe o un W. Scott. Gustosamente diría de el y de una clase especial e hombres lo que el catecismo dice de nuestro Dios: "Sufrió mucho por nosotros"- Charles Baudelaire


El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un cross a la mandíbula. Si, un libro tras otro, y que los eunucos bufen- Roberto Arlt

Creemos los medios, utilicemos los medios que ya están, abandonemos esa estupidez de que alguien nos está haciendo algo, de que somos víctimas de la Prosa del Estado. Nadie le hace nada a nadie. O como le decía Don Juan a Castaneda: nadie le hace nada a un guerrero- Fabián Casas

Arrojo una lanza en la oscuridad. Eso es intuición. Después debo mandar un ejército a la oscuridad para encontrar la lanza. Eso es intelecto- Ingmar Bergman

Zama es, no nuestro espejo, sino nuestro instrumento –en el sentido musical y operacional del vocablo. Aprendiéndolo a tocar oiremos, después de un momento, nuestra propia canción, que no es más que un turbio ronroneo, subjetivo, continuo y universal y que, lleno de ruido y de furia, no significa, no propiamente nada, sino algo preciso, previamente determinado, dado de una vez y para siempre y que pueda dispensarnos del estado de lucidez difícil, mezcla de insomnio y somnolencia, en que se debaten nuestras vidas- Juan José Saer

Por supuesto, hay algunos que pretenden que Cortázar venga y se instale en una villa o tome por asalto el Departamento de Policía. Posiblemente, en el primer caso escribiría sobre París y los franceses le reprocharían que lo haga desde aquí. En el segundo, no sé qué puede pasar. En realidad, ni siquiera sé por qué he elegido esta otra alternativa. ¿Qué puedo tener yo, qué puede tener cualquier buen argentino contra el Departamento de Policía?- Haroldo Conti

Están en eso cuando llega otro mensaje, porque el cronopio ha caído justamente sobre las fuentes del manantial, y desde ahí comunica que todo va mal, entre injurias y lágrimas informa que los sándwiches son todos de jamón, que por más que mira y mira, entre los sándwiches de jamón no hay ni uno solo de queso- Julio Cortázar

Podemos cuestionar su integridad y sus actitudes pero ¿podemos cuestionar su corazón?- Lisa Simpson sobre Ayudante de Santa

Lo que quiero decir es que…a lo mejor somos nosotros- Simon, en el Señor de las moscas

Me pregunto si tanto yo como Borges y Cortázar no seremos culpables de una moda literaria, que aburrirá a futuros lectores. Enseguida recapacito y me digo que es difícil que esto ocurra, porque toda literatura es fantástica. En definitiva creo que los escritores pertenecemos a la familia de aquellos muchachos de El Cairo que entraban a los bares y les contaban a los parroquianos, a cambio de unas monedas, las historias de Las mil y una noches- Adolfo Bioy Casares

Diré, y esto no te coloca en el reino de la metafísica, que algo te anima mientras estás vivo. Hay un proceso electroquímico que anima este saco de mierda que todos tenemos que arrastrar por ahí, ¿vale? Así que no es imposible que en el punto en el que el proceso electroquímico que está motivando al saco de mierda deja de ser lo suficientemente fuerte para que se mueva el saco de mierda, puede que esa energía se intercambie, y puede que se disipe y lleve una existencia propia sin el saco de mierda- Frank Zappa

El mundo, según Mallarmé, existe para un libro; según Bloy, somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo- Jorge Luis Borges

sábado, 19 de enero de 2008

ROCKZILLA DE ENERO

Desde hace algunos días se puede conseguir GRATIS en Locuras el número de enero de Rockzilla. Entre otras cosas, hay notas a Massacre, una nueva viñeta delirante de Gustavo Sala y un especial a cargo de Rodrigo Sabio sobre los 10 años de Trainspotting (con entrevista a Danny Boyle incluida). También hay un texto mío (no salió en el blog) sobre la playa, donde habló un poco de Lost y de un cuento de James Ballard. Un saludo para todos los que me conocen.

sábado, 12 de enero de 2008

LEER Y ESCRIBIR

Quiero comentarles una pseudo revelación que tuve hace unos minutos: cuando era chico, mis amigos vivían en otro barrio y yo pasaba la mayor parte del tiempo solo. Todo fue bastante triste hasta que descubrí la biblioteca de mi padre, que en realidad era –es: ahora la colgué de una de las paredes de mi pieza- un pequeño aparador con tres estantes y un centenar de libros. Ahí había best seller de los 70’, algún que otro libro de Cortázar, Teorema de Pasolini que leí a los 11 años sin entender una sola palabra, las rimas de Bécquer, novelas de aventuras en el África. En fin, cualquier cosa. Por un tiempo sólo me dedicaba a mirar los libros: escudriñaba las tapas que más me agradaban y leía ciertas escenas sexuales que para mí eran la subversión absoluta. Más adelante, empecé a leerlos. Cuando los terminé todos, empecé a gastar cada moneda que tenía en un libro de Cortázar. Y así. Me quiero detener en lo siguiente: mientras leía esas historias estrafalarias y ridículas no tenía conciencia de que allí afuera había todo un mundillo intelectual defenestrando o endiosando autores y libros según corresponda. Lo importante para mí era leer, leer en una forma ancestral y genuina, una forma alejada de cualquier tipo de pretensión literaria, vanidad o competencia lectora. Acto seguido, cuando algunos autores me fascinaron en demasía, pensé que era factible poder escribir: casi siempre imitaba el estilo del último autor que me hubiese agradado –y creo que aún hoy es así. Consecuencia de esto último las cosas importantes pasaron a ser dos: leer y escribir. Intuyo que ésas son las cosas esenciales en la aventura literaria, lo demás es accesorio.

Hoy se debate concienzudamente si es mejor la escritura eficaz o la escritura experimental –como si no pudiese haber un autor que englobe las dos “posturas”-, se quieren zanjar en forma severa los límites entre los libros y los blogs, etc. Estas discusiones son bienvenidas y hasta necesarias pero en la mayoría de los casos se van por las ramas del árbol de la estupidez: casi siempre terminan en los comentarios agresivos de un anónimo en un blog o en los comentarios agresivos de un escritor en un suplemento cultural. Se pierde de vista el objeto de estudio y en vez de explayarse sobre una teoría o una idea alrededor del tema analizado, se cargan las tintas sobre los individuos: que el escritor X es un engreído, que el blogger Y no sabe nada de literatura, etc. Y ahí comienzan las típicas disputas por ver quién la tiene más larga, quién leyó mejor a un escritor, quién tiene teorías más abstractas y complicadas sobre una novela. Lo que se perdió en el medio es la inocencia por leer y escribir. Esto último está muy bien hasta cierto punto: justamente el punto en que nos convertimos en unos imbéciles egocéntricos que en pos de defender una idea propia, agredimos a medio centenar de personas. Es entonces que para decir que no nos gusta como escribe Bolaño, por ejemplo, tenemos que pulverizar a los lectores de Bolaño, a sus amigos, a los escritores que lo admiran, etc. Y otra cosa: en las discusiones literarias no parece haber una sola persona que admire a un escritor: todos son “odiadores”. Esto me parece errado, ya que uno puede estar a favor o no de lo que dice Alan Pauls o Fabián Casas o Rodrigo Fresán –por nombrar 3 escritores disímiles que leo- pero de ahí a descalificarlos por no concordar con lo que uno piensa hay un largo y sinuoso camino… Además, estar siempre en contra –de un autor, del Mercado, de la idea de eficacia, de la idea de ineficacia, de la Ñ, de los blogs-, tarde o temprano, es contraproducente. Sonará muy hippie o new wave pero siempre es mejor estar a favor de algo que gastar energías en lo que odiamos. Eso sería como, en vez dedicarnos a amar a nuestras novias, encargarnos, eternamente, de odiar a quienes no nos gustan. ¿Para qué? Ayer terminé de leer una novela de Mariano Dupont llamada Aún. Recuerda a Saer pero la influencia no termina matando el contenido del libro: me gustó mucho, es ambigua, estimula el pensamiento y se lee con devoción. El contexto es la dictadura pero nunca se cae en golpes bajos o lugares comunes. Yo nunca había leído a Dupont, ni sabía bien quién era. Imagino por qué debe ser: al tipo le debe interesar, por sobre todo, más que tirar bombas, leer y escribir.

Volvamos al chico que leía y escribía porquerías genuinamente. En este momento, estoy seguro, debe haber un niño parecido a nosotros pero 10 o 20 o 30 años atrás, descubriendo un libro en la biblioteca de su padre. Ok, esa imagen me parece mucho más esclarecedora que las disputas, la vanidad y la violencia verbal de toda la intelectualidad contemporánea. Sayonara.

PD: la foto de Bolaño la saqué de Tomas Hotel y la de Córtázar de Avizora. Lo aclaro porque creo que no están en ningún otro lugar.

viernes, 11 de enero de 2008

El día que explotó la forma de hacer entrevistas de Rodolfo Braceli

(Imagino que este post se entiende si alguna vez se leyó una entrevista al estilo Braceli)

Rodolfo Braceli: Decime, che, ¿cómo fue tu infancia?
X: Común, una familia humilde, éramos 5 hermanos, íbamos al cine los sábados…
RB: Ah, ya entiendo: el sol matinal entrando por la ventana, el despertar sexual, las gallinas haciendo corococó, las tías regalando dulces…
X: Si, más o menos, pero…
RB: ¿Y con la muerte?, ¿Cómo te llevás con la muerte, che?
X: Bueno, como todo ser humano tuve un momento en que pensaba mucho en la muerte…
RB: Y te hacías manija y dale que dale…
X: Como decía, la muerte para mí…
RB: Esperá: revive tu viejo, ¿qué le decís?
X: Que lo quiero mucho y que aprendí a…
RB: Ahí está Lennon, hablale…
X: No sé muy bien que le diría yo nunca supe mucho de rock y además…
RB: ¿Cómo anda tu amistad con Dios?
X: Uno pasa por momentos en que cree y no cree, es como todo: te voy a contar una anécdota: cuando tenía 12 años…
RB: Callate: ahí está entrando Perón: ¿qué le decís?
X: ¿Qué?
RB: Perón, X, Perón entró por la puerta, ¿qué le dirías?
X: No sé, ni idea…
RB: ¿Y a Evita que le decís? Se fue Perón y recién entró Evita…
X: Yo vengo de una familia antiperonista, Evita no era…
RB: Igual que yo, mi viejo era un gorila, cuando era chico me acuerdo que un día estaba tomando mate y pasó un auto con altoparlantes, mucho ruido…
X:…
RB: ¿No somos nada?
X: Mirá, Rodolfo…
RB: ¿Adónde va todo esto?
X: Rodolfo, yo creo que esta entrevista…
RB: Entra Charles Chaplin por esa otra puerta, ¿cómo lo recibís?
X: ¿Qué carajo sé cómo recibir a Chaplin, Rodolfo?, ¿vos estás bien?
RB: Mejor que nunca, X, pero ahora tenemos que callarnos un poco, acaba de entrar Groucho Marx, ¿qué le das de tomar?
X: Ginebra, qué sé yo…
RB: Una ginebra para Marx…che, ¿sos borracho vos no?
X: Rodolfo, no quiero enojarme con vos pero me parece que tu estilo…
RB: Esperá: entró otra vez Perón, quiere que le digas algo sí o sí
X: Que se vaya a la puta que los parió Perón y todos los peronistas, ¿qué mierda me estás preguntando, Rodolfo?
RB: Che, ¿quién es esa vieja de la foto?
X: Mi mamá, Rodolfo, tené más respeto porque…
RB: Che, estaba hecha bosta, ¿no? ¿Y esa tetona del portarretrato de la izquierda?
X: ¿Qué mierda te importa? Es mi hija y la concha de tu hermana te voy a…
RB: Entró Sábato, ¿lo hacés pasar?
X: Que se vaya a la puta que los parió igual que Perón.
RB: Uy, se chocaron, se armó un quilombo bárbaro, ja, ja…
X: Vos estás loco, ¿no ves que no hay nadie?
RB: Uy, llegó Madonna, ¿la dejás cantar?
X: No hay nadie, Rodolfo, es toda imaginación tuya, creo que vas demasiado lejos con tu estilo de hacer entrevistas…
RB: ¿Qué estilo ni estilo? Yo los veo entrar: no sabés la cantidad de gente que hay acá: Monzón, Menotti, Bioy Casares, toda la familia Falcon, Sandro, Jim Morrison…
X: Vos estás loco, Rodolfo, todo el mundo creía que ése era tu estilo de entrevistar, no que en realidad veías a cada persona que decís que entra por la puerta y…
RB: Volvió a entrar Perón, ¿qué dice mi General?, ¿Qué tengo que incendiar todo? No, mi General, eso no…
X: Hijo de puta, ¿qué hacés con ese fósforo? Te voy a matar…
RB: Entró Marilyn Monroe, se fue Gatica, está corriendo alrededor mío Mohamed Alí, Spielberg se está cogiendo a Evita, Perón está dando un discurso…
X: Claro, claro, Rodolfo…
PD: Me tomo una breves vacaciones en la ciudad en que no quería cagar Andrés Calamaro y vuelvo. Adiós.

martes, 8 de enero de 2008

PIERRE MENARD, AUTOR DE ILCORVINO

Che, me plagiaron tan mal que no me queda otra que decirlo, observen: yo escribí esto el 22 de octubre sobre Soda Stereo; días después, el 1 de noviembre, en un oscuro blog aparece esto sobre el mismo tema. Léanlo, es muy gracioso, el pibe cambia algunas cosas de mi texto y provoca carcajadas, por ejemplo, donde yo puse: "Diez años después, vengué a aquél pibe de 12 años que se quedó con bronca por no poder ir al último concierto, el 20 de septiembre de 1997", él escribe: "diez años después vengué a aquel nene de 7 años que se quedo con bronca por no haber ido al último concierto en septiembre de 1997". ¡Lo peor de todo es que hasta le dejan comentarios alabando su forma de escribir y le ofrecen trabajo en una revista mensual de Mar del Plata! Se hace llamar Manuel Oliveira, si lo ven por la calle, acusenlo con sus mamás.
Gracias al anónimo que me avisó.

lunes, 7 de enero de 2008

THE DOORS: RIDERS OF THE STORM


1- Hay dos aspectos que hacen de The Doors una banda original, con un sonido notablemente reconocible y una leyenda que les asegura vida eterna en el paradigma del rock and roll: en primer lugar, Jim Morrison, un cantante singular, otrora estudiante de cine, borracho, interesado en la literatura y con una voz e imagen que dificultan su olvido; el segundo aspecto es netamente musical: a diferencia de casi todas las bandas de rock sesentoso/setentoso no tenían bajista pero gracias a Ray Manzarek, un sensacional tecladista curtido en el jazz y benefactor de la inclusión del órgano (instrumento poco rocker si lo hay) en el género, lograron desarrollar una música identificable. Como dijo Marilyn Manson: “La mayoría de las bandas, si el tecladista se rompe un dedo, puede seguir adelante con el recital. Los Doors no”. Me preguntó porque Marilyn estará obstinado en adosarle a sus memorables frases, discos de rock gótico prefabricado para chicos que no saben quienes son Kiss ni Black Sabbath.
2- ¿Qué es lo que gusta de los Doors? A muchos comienza por atraparlos la figura de Jim Morrison, chamán/poeta o payaso/farsante según quien lo mire. De lo que no quedan dudas es que se trata de un tipo fascinante, tanto que cuesta distinguir a los restantes miembros de la banda. Mercuri era la imagen de Queen pero todos sabíamos que detrás estaba Brian May; en los Rolling hasta sabemos que existe Charlie Watts, un individuo que habría sido un perfecto desconocido en cualquier otra banda; Page and Plant llegan a nuestro inconsciente cuando se nos nombra a Led Zeppelin, sin embargo, a los pocos segundos, comienza a sonar en nuestros oídos un ruido estruendoso que no es otra cosa que la potente batería de John Bonham. De los Doors apenas recordamos que hay uno rubio y otro dos con bigotes. Tal vez también con barba. Es que el Rey Lagarto no sólo es la imagen de su banda sino también la de una época de renacer artístico y violencia política e ideológica, los 60’. Quizás sólo las innumerables polaroid de Lennon desnudo abrazado a Yoko puedan competir con aquella clásica toma en la que se ve a Morrison con el torso al descubierto, un mugroso collarcito hippie y unos ojos misteriosos, que de tan misteriosos parece estúpido llamar misteriosos. Para el gran público Morrison es un ícono, representa, significa, “alude a…” más de lo que es. Como el Che Guevara, varios llevan su remera sin saber muy bien quién es. Yo tengo una celeste, muy hippie, con su cara dibujada en negro y violeta. Es una de mis favoritas.
3- Y por otro lado están las canciones, que entre tanta leyenda y mito suelen ser relegadas, cuando no menospreciadas…hasta que se escuchan. Ya no existen bandas como los Doors, tan personales y perturbadoras, con un mensaje oscuro que no suena impostado sino necesario y exuberantemente artístico. Si hasta nos hacen creer que Morrison era un poeta (perdón, pero desde el Lagarto hasta Cobain e incluso Lennon y Spinetta tengo un problema con los libros y textos de poemas de las estrellas de rock). El primer disco, que ahora mismo cumple 40 años, parece operar como el lado B del verano del amor hippie, la otra cara del “Todo lo que necesitas es amor” que los Beatles grababan ese mismo año (1967) en Magical Mystery Tour. Sin dudas el momento más estremecedor del álbum –y quizás de la historia del rock and roll- es el fragmento de The End, el emblemático tema que cierra el disco, en el que Morrison, reelaborando el mito de Edipo, recita: “¿Padre?/ Sí, hijo/ Yo quiero matarte/ Madre, yo quiero…”. Un aullido indescifrable y siniestro hace indecible las palabras de Morrison aunque es probable que al escucharlo comprendas porqué el rock es subversión como así también una incitación a los pensamientos sojuzgados y peligrosos para la sociedad. Habitúes del bar Whisky a Go Go, en una noche de caos lisérgico, Morrison fue más allá y pronunció la frase maldita: “¿Madre?... ¡Yo quiero cogerte!”. En forma inmediata los dueños del Bar echaron al grupo del recinto y comenzó una triste costumbre en los Estados Unidos: la cancelación de conciertos de los Doors. Los Doors se conviertieron en el hecho maldito del país burgués. Éste hecho llevó a Morrison a un estado anímico cada vez más provocador y en un concierto fue acusado de mostrar su pene. Más gracioso fue lo que ocurrió en un recital de Hendrix donde Morrison subió y declaró que deseaba chuparle la pija al eximio guitarrista. Acto seguido Janis Joplin ingresó a escena para partirle una botella en la cabeza. Parece una skecht de Peter Capusotto y sus videos pero hay quienes dicen que fue verdad. Leyenda mil veces contada o no, la historia encuentra juntos a 3 leyendas del rock que pocos años después morirían a los 27 años, igual que Cobani. Y entre realidad y leyenda, yo me quedo con la leyenda.
4- “Es country y blues, eso es lo que es” responde Morrison al periodista de Rolling Stone en 1969, cuando éste le preguntaba por la música de su banda. Y algo de eso hay. Los Doors parecen encarnar una evolución musical donde el rock and roll siempre está combinado con una interesante performance rutera y country, sutiles pinceladas de jazz (a través del órgano de Manzarek), el blues más ortodoxo y hasta el funk en su último disco L.A Woman. Como rarezas que ponen en evidencia la constante mutación del grupo, aparecen Spanish Caravan, de Waiting For The Sun, donde el guitarrista Rolly Krieger (que para no ser menos tampoco tocaba como la mayoría de los guitarristas de los 60’; tenía una extraña forma de mezclar los sonidos suaves con la electrificación más penetrante) interpreta punteos de indisimulable raíz flamenca y el álbum The Soft Parade, junto a una orquesta sinfónica. Generalmente se nombra al primer disco como el mejor. A mí me gustan todos. Sin embargo allí se encuentran gemas difíciles de igualar: el hit Ligth My Fire, síntesis perfecta de la lírica de Morrison y la preponderancia del órgano de Manzarek, el mencionado The End, el conocido Break On Trough, la atmósfera inquietante de End Of The Night, Alabama Song, un tema compuesto por… ¡Bertolt Brecht!, el misterio de Cristal Ship y la exquisita Take it as it Comes, donde los Doors suenan tan modernos como Franz Ferdinand.
5- Si existiera la hermosa posibilidad de que alguien me obligará a elegir el mejor disco de cada una de mis bandas preferidas, de los Doors elegiría el segundo, Strange Days, editado entre 1967 y 1968. El disco es una joya que de algún modo refleja a través de sus sombrías canciones un estado de ánimo en la sociedad norteamericana que tendía hacia la violencia y el fin de las utopías (las muertes, con diferencia de apenas dos meses de Martin Luther King y Robert Kennedy, el comienzo de la guerra de Vietnam, etc.). Allí está la hippie triste de Unhappy Girl, la extrañeza de People are Strange (quizás el tema más conocido del disco, reversionado en los 80’ por una de las tantas bandas oscuras de esa época que vieron en los Doors un referente: Echo And The Bunnymen), el clásico Love Me Two Times y el poema que Morrison le recitó a Manzarek para que éste último ideará la formación de una banda: Moonlight Drive.
6- Waiting for the Sun es entendido como un disco menor pero creo que de todas formas contiene varias canciones interesantes. El hit Hello, I Love You marca la entrada de los sintetizadores y un juicio de plagio que ganó el líder de Los Kinks, Ray Davis; el manifiesto contra la guerra de The Unknown Soldier y también algunas baladas que, como reza el título del disco, parecen esperar una nueva época de redención bajo un sol un tanto menos violento que el que se avecinaba: Love Street, Summer’s Almost Gone, etc. El disco junto a la orquesta, Soft Parade, de 1969, puede entenderse como un paso en falso que refleja el legendariamente sombrío camino que tomará la vida de Morrison en los próximos dos años.
7- Como en un cuento del género fantástico y cuando todos creían que los Doors estaban acabados, salen, uno detrás del otro, los tres últimos álbumes de la banda, uno grabado en vivo, Absolutely Live, incendiaria muestra de la capacidad escénica de Morrison como así también del buen tino de la banda para dejarse llevar y colgarse en solos de piano o de guitarra mientras el Lagarto hace de las suyas. Pero el mayor tesoro se haya en los discos de estudio. Morrison Hotel de 1970, evoca a una banda que sonaba como una locomotora de carga en tanto el histórico líder ya no era el muchacho delgado y misterioso de los primeros tiempos sino más bien un tipo desaliñado, barbudo y excedido de peso que dejaba atrás su voz de barítono por una perorata de aullidos y gritos que se encuentran entre los registros más geniales de la historia del rock and roll. Como una Janis Joplin masculina… aún más masculina que Janis. El disco está plagado de blues y rock and roll primitivo: hay temas conocidos e impecables como Rodhouse Blues y el típico country-rock and roll marca Doors de You Make Me Real como así también espacio para la excelente Waiting For The Sun y la hipnótica música de feria de Land Ho! Los Doors demuestran aquí ser un combinado y también un paseo por las distintas vertientes de la música norteamericana.
8- Hubo ediciones póstumas, discos en vivo y hasta, en una broma pesada, la banda salió de gira sin Morrison, pero el último disco de los Doors es el fabuloso L.A Woman, de 1971. Grabado con la intención de volver a las raíces, igual que el anterior, el disco exuda vitalidad y madurez artística con temas imborrables como el homónimo, Lover Her Madly, el funk de The Changeling y la apoteótica despedida de Riders Of The Storm, una cinematográfica canción, uno de los mejores y más conmovedores temas finales que una banda de rock and roll ha compuesto.
9- “He’s hot, He’s sexy and He’s dead ” (Es lindo, es sexy y está muerto) tituló la revista Rolling Stone en septiembre de 1981 cuando a través del film Apocalipsis Now y un Grandes éxitos, la banda volvió a estar en la vidriera del rock and roll, ahora para siempre. Los últimos días de Morrison no hacen más que alimentar su mito. Partió a París (histórica cuna de poetas malditos, intelectuales y escritores famosos) buscando inspiración y paz. Es de suponer que no la encontró ya que, el 3 de julio de 1971, al conocerse su fallecimiento, se halló un anotador en el que se leyó escrito miles de veces: “Que dios me ayude”. Más a o menos lo mismo escribirá 23 años después Kurt Cobain antes de volarse la cabeza. Probablemente es todo lo que pueden decir aquellos que se asoman al abismo, algún abismo, y se hallan sin timón y en el delirio. La única posibilidad que tienen ciertos seres es la de traspasar todos los límites por sí mismos y convertirse en campeones, sí, pero de las tinieblas. Mientras tanto, los demás, observamos boquiabiertos. A la distancia podemos advertir a Morrison como un viajero atemporal que sucumbió a las puertas de la percepción que él mismo había entreabierto. Le tocó vivir en el siglo XX pero bien pudo ser un autor gótico del XIX o un Conde estrafalario del XVII. Dada la estatura de su mito, la música de la banda suele ser subestimada. Pocas veces se los compara con The Beatles o The Rolling Stones. Tampoco se los suele nombrar junto al magistral Frank Zappa como estandartes del lado B del verano del amor. Quizás no toda su discografía merezca ocupar ese lugar pero es verdad que pocas bandas consiguieron un sonido tan reconocible y atrapante. Perderse a los Doors por Morrison, por todo lo que los fans de los Doors ven en él y puede ser entendido como una exageración, no es razonable. Recomiendo bucear en los discos de los Doors, su música es subversión, pervierte y también perturba, nos hace bailar, coger, pensar sobre aquello que las sociedades intentan tapar, lo indecible, lo que está más allá de nuestra percepción, lo que las grandes palabras ya no pueden reflejar ¿Qué más podemos pedirle al viejo y querido rock and roll?

3 GRANDES CUENTOS ARGENTINOS


Los pasajeros del tren de la noche, Enrique Fogwill. En primer lugar, debe tener uno de los mejores títulos de la historia de la literatura argentina. Incluso una película merecería ese nombre, una película así, extraña y tensa como el mismísimo cuento que Fowgill escribió en 1981, a meses de la guerra de Malvinas y en los estertores de la dictadura militar. Con una narración casi documental –hay testimonios de diferentes protagonistas que parecen entrevistados para la ocasión- Los pasajeros del tren de la noche es la crónica de una vuelta: la que emprenden unos soldados dados por muertos a un pueblito que, por las marcas orales (boludo, me caigo de orto), parece indiscutiblemente argentino. Como Kafka en El proceso –donde un individuo es sometido a un juicio por una infracción nunca develada- el narrador no aclara en ningún momento de qué guerra vienen y por qué sólo en ese pueblo los soldados regresan. Por consecuencia de ello, el relato es ambiguo por demás. Hay madres que lloran a sus hijos, soldados que vuelven y prefieren no hablar de lo sucedido; el tenor que se añade al relato luego de la Guerra de Malvinas es enorme. Sólo una novela sobre la misma contienda podría haber hecho olvidar este profético cuento. Y aunque parezca increíble, esa novela existió y se llamó Los pichiciegos. Las alegorías sobre la situación actual de la sociedad argentina se esparcen por Los pasajeros del tren de la noche como un reguero de pólvora. El siguiente fragmento es elocuente: “Así, estas criaturas crecen sin saber nada, iguales que los grandes, que saben, pero que andan por ahí sin darse por enterados de lo que estuvo pasando pasando todos estos años”. Con los años, Fogwill diría –con su inevitable incontinencia verbal- que se adelantó a los pelotudos. Y algo de razón tiene.
La gallina degollada, Horacio Quiroga. Practicando un tipo de violencia que la literatura argentina ya había visto alumbrar en Echeverría y Ascasubi –luego vendrían La fiesta del monstruo, El niño proletario y tantos más-, La gallina degollada, en sus breves páginas, tiene más intensidad que toda la obra de Quiroga. Autor también de entrañables cuentos para niños –suyo fue el clásico Cuentos de la selva- Quiroga escribió en el mencionado relato una alegoría sobre el resentimiento y la locura que con los años se advirtió tan feroz como inevitable para comprender la literatura argentina de principios del siglo XX; con excepción de Lucio V. Mansilla, quizás se trate del primer cuentista moderno. Manzini y Berta han tenido 3 hijos idiotas –como brutalmente los llama Quiroga- hasta que nace Bertita, una niña saludable y hermosa que no presenta ningún tipo de alteración mental ni física. Es así que crece la niña y el asco de los padres hacia los hijos idiotas. La parte final del relato, donde los resentidos hermanos atacan a la pequeña, es uno de los más sugerentemente siniestros fragmentos de la literatura argentina. Creador de un decálogo del perfecto cuentista que todo autor debería leer (Cree en el maestro –Poe, Maupassant, Kipling, Poe- como en Dios mismo, es uno de sus certeros consejos) Quiroga se suicidó dejando una obra extraña, heterogénea y a veces olvidada.
Las fotografías, Silvina Ocampo. Creadora de un mundo extravagante y femenino, Silvina Ocampo escribió una literatura mayor pero casi imperceptible para muchos, encandilados con las luces magistrales de su esposa Adolfo Bioy Casares y el despotismo de su hermana Victoria. Las fotografías, un relato de 4 páginas, se inmiscuye en las peripecias de un típico cumpleaños porteño de la década del 50’, con el fotógrafo Spirito, la agasajada Adriana y unos grotescos invitados, entre los que se cuentan la cáustica narradora. Como sucede con relatos de la misma época -Cortázar, Bioy Casares- Las fotografías parece reflejar un sector ajeno al de su autora, ese mundillo de familias peronistas y ridículas que tanto molestaban a los colaboradores de Sur. También es una metáfora sobre el cuidado excesivo: la familia que tanto ha sobreprotegido a la pobre Adriana termina matándola en pleno cumpleaños. Una paradoja, de las que tanto abundan en los cuentos de Silvina Ocampo. Con oraciones cortas y un acertado tono que intenta traducir el registro porteño de la época Las fotografías deslumbra por su singularidad y su humor negro; la agasajada, una paralítica, debe escuchar la siguiente conversación:
“Tendría que ponerse de pie- dijeron los invitados.
La tía objetó:-Y si los pies salen mal.
-No se aflija- respondió el amable Spirito-, si quedan mal, después se los cortó”
Repleto de frases memorables, Las fotografías parece captar las virtudes de una cuentista vital de la literatura argentina. “¡Qué injusta es la vida!”, dice la narradora, una más de las asistentes, “¡En lugar de Adriana, que era un angelito, hubiera podido morir la desgraciada de Humberta!”. Cosas de mujeres.

PROGRAMA DE RADIO MALO: ESTO SÍ QUE ES PUESÍA

Hace un tiempo, en una fría tarde-noche de otoño, el poeta M me contó que había vivido situaciones tragicómicas en un programa de radio de trasnoche dedicado a la poesía marplatense. M había ido –junto a otro u otros amigos poetas- a este programa promocionando –o invitado o porque sí o no me acuerdo- un evento poético y se había encontrado con personas que no tenían idea de lo que estaban hablando, llamados telefónicos de conocidos que se burlaban y un par de etcéteras tan especiales como los poetas que, si no lo saben, son especiales. Poetas, qué graciosos son. Bueno, con el tiempo, busqué tal programa en el entramado de radios y nunca lo hallé. Yo imaginaba una mezcla de obviedades más un híbrido solemne y pacato más toda la dinámica del suplemento cultural del diario La Capital y una pizca de SADE, un grupo que nuclea escritores marplatenses y, según lo que leo en el suplemento cultural de La Capital, se dedica a homenajear y premiar escritores de… SADE. En realidad esto es lo que yo imagino, sólo me llega un rumor ya que frecuentemente me la pasó escribiendo y en contacto con personas que nada tienen que ver con los círculos intelectuales de Mar del Plata… Volviendo al programa al que asistió M y, luego de buscarlo y no encontrarlo, pensé: debe haber sido un sueño del poeta: un programa dedicado a la poesía y, más, dedicado a escritores marplatenses –entelequia tan difusa como graciosa, solemne, maravillosa y abracadabrante- debía ser parte de la imaginación de M.

Oh sorpresa: no había buscado bien. El programa existe. Estar en la vida sin escucharlo, vivir en Mar del Plata sin escucharlo, se asemeja a perderse algo muy grande, más grande que Moby Dick e, incluso, más malo que Moby Dick. Perdón, estoy leyendo Melville con mucha fascinación.

Les voy a contar algunas cosas que oí en este programa:

Agarro el programa empezado. Le están haciendo un homenaje a un poeta que llamaremos X porque lo nombraron tantas veces y de modos tan distintos que nunca supe bien cuál es su nombre. Leonardo se llama seguro, su apellido puede ser Eloy Riesgo, Loyriego, Lorriego, Losriesgos. Casi imposible saberlo. Conduce una mujer. De fondo se escucha una voz rasposa que pugna por decir algo pero hasta el final del programa no dice nada: la conductora la llama Hermana. Hay un tal Alfredo que recita poesía del poeta X y también la hermana del poeta X, llamada María Luisa.

A los ¿comentarios? sobre poesía se agregan datos esclarecedores sobre la salud de los emisores. Lo único que se entiende es que de un momento a otro, los interlocutores pueden morir. A veces hablan y no se entiende lo que dicen. En otras ocasiones comienzan una frase y la dejan por la mitad. Mientras la conductora o Alfredo o María Luisa leen los poemas de X, por detrás se escuchan discusiones, comentarios sobre otras cosas, etc.

En determinado momento se nombra a un viejo escritor que hacía ¿maratónicas? y está pasando un mal momento. María Luisa toma el micrófono y dice: Hola, te habla María Luisa, que te repongas. Es buenísimo: Hola, te habla María Luisa, que te repongas, como si fuera el tubo del teléfono. Situaciones de éstas hay miles.

Lo que más les interesa a los recitadores de X, incluso más que homenajear al hermano de María Luisa, es hablar de la velocidad del tiempo:
María Luisa: Yo creo que el tiempo está acelerado.
Conductora: Dicen que ahora un año es cuatro meses.
María Luisa: Y claro, ya me imaginaba.
Conductora: Mejor, ¿no?
María Luisa: No, mejor no –murmurando.
Conductora: Tampoco la cuestión es vivir por vivir, eh.
Hermana:…-se escucha un berreo.
María Luisa:…

De pronto, la conductora anuncia que llamó la familia V para saludar a la hermana de X. María Luisa comienza a agradecer y se quiebra. Lágrimas. Silencio. No te queríamos hacer llorar, dice la conductora. María Luisa llora y se repone. Más toses. Todo es muy triste.

Alfredo, que también es poeta, cuenta que su madre murió, que él se tuvo que mudar. Al parecer tiene muchos problemas. Esto es más triste que lo anterior, Alfredo parece uno de esos personajes que hacía Fabio Alberti en Cha Cha Cha. La conductora le pregunta –están al aire- cómo le va con su nuevo jefe: Bien, bien, dice Alfredo, algo disgustado con la pregunta. Es que Alfredo es empleado, agrega la conductora. Si, pero bien, todo bien con mi nuevo jefe, dice Alfredo. Aparte vos hace muchos años que estás…, dice la conductora, quizás dando a entender que el nuevo jefe va a echar a Alfredo. Silencio. Un tema de Andrea Bocelli. Otro.

Los siguientes son los comentarios que los recitadores hacen luego de que se terminan de leer los poemas de X. En muchas ocasiones, el comentario interrumpe el poema y se genera un silencio ensordecedor:
-Qué bueno, qué bueno…
-Qué profundo, profundísimo….
-Ta bueno, ta buenísimo…
-Todos los poemas de X eran profundos: los largos eran profundos y los cortos eran profundos.
-En realidad son todos profundos.
-Este poema se llama Utopía.
-Qué nombres que les ponía a los poemas, ¿no?
-Qué gran verdad, qué gran verdad.
-Una autobiografía en diez renglones, qué bárbaro…

La conductora dice que le fue a hacer un reportaje a un actor de Art. La conductora dice que el actor de Art, de chico, trabajaba en los Falcón –La familia Falcón, un viejo programa argentino- y que le dio impresión verlo tan grande y canoso. La conductora dice –o da a entender- que allí se dio cuenta del paso del tiempo. La conductora dice que le dijo al de la familia Falcón: Yo siempre te veía en Fierro –telenovela de ahora en la que también participó este actor grande y canoso-, lástima que te rajaron. La conductora aclara que no lo rajaron sino que se tuvo que venir para hacer la obra de teatro. La conductora dice que el reportaje quedó muy lindo.



Tramos de poemas de X:
-La tarde soNolienta y erótica…
-Poesía, poesía, dulce hermana…
-Hechizo del poeta y el canario…
-Ya no hay serpentinas que me atrapen…
-Serpentinas que caen de otros mundos…

La conductora le dice a María Luisa que, por lo que ella cuenta, antes había más gente importante. ¿Dónde?, pregunta María Luisa. En la literatura, responde la conductora. Ah, dice María Luisa, lo que pasa es que ahora no hay tiempos…

¿Las máximas de X?:
-Poeta es el que grita y se desahoga…
-Poeta es el que tiene fiebre por la poesía…

La conductora insta a Alfredo a visitarla más seguido. Alfredo habla una vez más de sus problemas y le dice que ni siquiera puede escribir.
-Antes terminaba un poema en un día, ahora –dice Alfredo, tal vez aquejado por el mal de Bartbely- escribo un poema en un mes como mucho.
La conductora lanza un suspiro de espanto.
-Lo que pasa es que ahora no hay tiempos.

El último libro de Alfredo es de 1991. Dice que espera en el 2008 tener un nuevo poemario completo…

La conductora pide a María Luisa que cuente anécdotas de X. María Luisa responde que hay millones. María Luisa le dice que elija una.
-Es que son tantas…
A continuación, cuenta la anécdota: X estaba organizando, en el año 69’ –todo lo que cuentan sucedió hace más de 35 años- una Exposición de Prensa Mundial. Un día llega a la casa, que estaba repleta de diarios de todo el mundo, y tiene alergia. El padre de X, que estaba contento con todo ese movimiento porque tenía alma de artista, le había preparado unas milanesas con lechugas. Entonces el nervioso X, no se sabe bien porqué, da un golpe en la mesa y la milanesa se pega en el cielo raso. María Luisa nunca quiso que los pintores saquen la mancha de la milanesa del techo…
-Qué bárbaro.

Sobre un amigo de X, María Luisa dice:
-No lo vi más, vive pero no escribe, no sé qué pasa, no lo veo.

Los poemas son leídos con solos de saxo de fondo. Además de Andrea Bocelli pasan música de cantautores melódicos.

Toses, risas nerviosas. Alfredo lee un poema propio que es casi igual a los de X. El último libro de Alfredo se llama Profundo sol.

La conductora informa que está preparando una antología. Y es más: que ella siempre hacen antologías de cuentos y poesía. Estamos perdidos.

El programa va terminando. María Luisa está emocionada. De pronto comienza a sonar un tema de Village People. La conductora del programa habla de su programa. Luego suena la música de las Olimpiadas. La conductora se despide. Alfredo también. La hermana dice que no dijo nada por que estaba rodeada de grandes. Tiene razón.

miércoles, 2 de enero de 2008

ILCORVINO RECIBE EL AÑO

Con dos posts: un pseudo-cuento elocuentemente llamado Creo en cualquier cosa y un texto ultra-polémico que conmoverá al mundo: Por qué Charly García es un genio.