miércoles, 30 de julio de 2008

TRIPLE POST

Los dos Dal Masetto

Antes que el diablo sepa que estás muerto

Conversaciones en un ascensor

He aquí tres boludeces más que puede comentar en este post. Sayonara.

Los dos Dal Masetto

Todo lo que voy a contar a continuación pasó exactamente así. No negaré que en las noches de fiebre, deseo que haya sido una pesadilla. Por esta época del año, Mar del Plata alcanza su cenit estético: cielo gris, hojas de otoño regando las calles, frío, viento. El paisaje perfecto para una película de Cine Independiente. Hace algunos días, poco después de finalizar completamente las cursadas del primer cuatrimestre de la Universidad, emprendí mi típico recorrido mensual por las librerías (de usados) de la ciudad. Primero paso por el Mercado de Pulgas de la Plaza Rocha (ese domingo conseguí La tierra baldía, de Eliot y Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, a diez pesos cada uno), después tanteo brevemente las mesas de saldo de la Peatonal y los estantes de Mariano, una librería que queda dentro de la Galería Torreón donde no pocas veces me hice de libros inhallables. Más tarde observo la vidriera de Chesterton. Ahí siempre hay buenos libros que, cuando me decido a comprar, ya han sido adquiridos (como me sucedió con Viaje al fin de la noche, de Celine, hace 3 días). Por último, me dirijo a la librería Horacio que está por la Costa, frente al Provincial. Ese día me compré 4 novelas: El informe, de Martín Kohan, Mala índole, de Javier Marías, El museo de cera, de Jorge Edwards y Bosque, de Antonio Dal Masetto. No había leído a ninguno de esos autores así que, al llegar a mi casa, tiré los libros sobre la mesa y, con los ojos cerrados (suelo hacer a menudo este tipo de estupideces) elegí al azar el libro de Dal Masetto. Se trata de una novela muy curiosa (mi objetivo no es hacer un análisis detallado y no se me ocurre otro calificativo) sobre un tipo llamado Muto que llega a Bosque, un pueblo de las afueras de las provincia de Buenos Aires donde hace poco ocurrió un asalto que conmovió al país. Por circunstancias que el lector no llega a comprender del todo, Muto engaña a los habitantes del pueblo (personajes perversos de excelsa ambigüedad a los que imagino sonriendo malignamente, como sucede en ese viejo videoclip de Soundgarden) diciéndoles que allí se filmará una película sobre el atraco. La prosa de Dal Masetto es clara, precisa y su estilo clásico suele llegar a límites donde el absurdo de algunas situaciones se mezcla con el laconismo, rasgos, estos, que me agradan a la hora de leer un autor. Simplemente eso.
Ayer tuve que ir a un Hotel del centro a llevar un curriculum. La oficina donde se recibían quedaba en el séptimo piso así que me dispuse a tomar el ascensor. Junto a mí, entró un tipo mayor (de unos 70 años), canoso, de contextura física pequeña y ropas grises. Cuando estábamos en la intersección del tercer y cuarto piso, el ascensor se detuvo. El hombre pulsó el botón de alarma y, a los pocos minutos, la voz de alguien que sin dudas era el cadete (o botones) del Hotel nos indicó que deberíamos esperar una hora o más hasta que llegara el técnico en ascensores. Como el espacio del ascensor era inmenso, me senté y abrí mi bolso, sacando del interior de éste la novela de Dal Masetto. El hombre que me acompañaba escudriñó el libro y me preguntó si yo era lector. Mi respuesta consistió en un leve movimiento de cabeza puesto que me pareció más que claro que yo era un lector teniendo en cuenta que aprovechaba incluso el detenimiento de un ascensor para sentarme en él y leer una novela. Te decía, nomás, agregó, capaz que eras un farsante, como Muto, el de la novela que estás leyendo.
-¿La leyó?- pregunté, haciendo un esfuerzo (no me agrada hablar con desconocidos, no sé llevar ese tipo de conversaciones construidas a base de frases hechas y cumplidos).
-Se podría decir que sí- contestó.
Acto seguido, el tipo se sentó. Durante la siguiente media hora estuvimos conversando sobre la carrera de Dal Masetto, aunque a decir verdad el que más habló fue él, quien parecía conocer la carrera del autor como la palma de su mano. En determinado momento el ascensor bajó a planta baja y, mientras el conserje nos pedía las disculpas pertinentes, comprendí que ya no tenía intenciones de dejar el curriculum ni volver a trabajar en un Hotel. Saludé con un apretón de manos al lector que todo lo sabía de Dal Masetto y, ya de espaldas, escuché que este último me llamaba:
-¿Vos lo conocés a Dal Masetto?- preguntó.
-¿Personalmente?
-No, de cara.
-No, la verdad que no, no suele aparecer en la televisión.
-Me lo imaginaba, porque yo soy Antonio Dal Masetto- espetó, lanzando una gran carcajada y dándome algunas palmadas en la espalda.
Intercambié algunas palabras más y, riendo, me despedí de Antonio Dal Masetto como si fuera mi gran amigo.
Hace algunos minutos busqué en Google imágenes de Antonio Dal Masetto. Mi sorpresa fue grande y se aproximó al pavor: el Antonio Dal Masetto real es diametralmente distinto al que yo crucé en el ascensor. Luego de diversas hipótesis (cirugías faciales, utilización de rigurosas máscaras para impedir el reconocimiento popular al que todo escritor debe estar sometido) y comparaciones entre las fotografías de Internet y el Dal Masetto del ascensor que captó mi memoria, llegué a una conclusión siniestra: existe un Dal Masetto real (que escribe libros y nunca se cruzó conmigo en el ascensor de un Hotel marplatense) y otro apócrifo, que se endilga los libros del Dal Masetto original y se cruza en ascensores con lectores de éste produciendo innumerables malentendidos. Pienso que el Dal Masetto apócrifo pudo haber suplantado al real desde hace años sin que nadie se haya dado cuenta. Pero yo no hago caso y sigo la lectura de Bosque, aunque me pregunto, cada dos o tres páginas, a cuál de los dos Dal Masetto estaré leyendo.

Antes que el diablo sepa que estás muerto

En Antes que el diablo sepa que estás muerto, el director Sydney Lumet (84 años) demuestra que el mundo sigue siendo tan implacable como en 1976, cuando filmó su obra maestra: Network. La película debe gran parte de su perfección a las interpretaciones de sus protagonistas principales, un verdadero dream team de la actuación contemporánea. No sólo está bien Philip Seymour Hoffman (que merece un párrafo aparte), sino también el otrora galán Ethan Hawke (las caras de idiota que pone son sencillamente extraordinarias), el veterano Albert Finney y la bella Marisa Tomei (que se pasea desnuda un tercio del film con la serenidad de un monje tibetano). ¿De qué trata la película? De individuos perturbados a los que todo les sale mal en un mundo insondable. Teniendo en cuenta que la historia del cine y de la Humanidad está repleta de individuos perturbados a los que todo les sale mal en un mundo insondable, ¿se podría ser más concreto? Sin dudas, Antes que el diablo sepa que estás muerto, como toda buena historia, se puede sintetizar brevemente: Andy (Seymour Hoffman) y Hank (Hawke), hermanos con urgencias económicas, planean un robo a la joyería de sus padres, pero algo sale mal. A partir de esta anécdota (núcleo central), entonces, el film hilvana una serie de flashforwards y flashbacks que repasan la vida inmediata de cada uno de los protagonistas antes y después del robo. Con una puesta austera, diálogos lúcidos y un título horrible, Lumet se las arregla para montar, sin dudas, uno de los mejores filmes del año. De paso, regresa triunfalmente luego de un par de título menores que fracasaron tanto crítica como comercialmente.

Pero, como antes mencionaba, Philip Seymour Hoffman merece un párrafo aparte y, en este caso, la frase hecha debe ser correspondida. Hay cosas que pasan si uno mira una película con Hoffman: en primer lugar, nos convertimos en ese tipo de idiotas que, a cada parlamento o actitud de un actor, hace un comentario observando cómplices a quienes están alrededor. Por ejemplo: “Mirá el tipo lo que hace”. O: “Mirá lo que le dice”. Es que, por momentos, lo que hace Hoffman con su rostro, su voz y su cuerpo es monstruoso. Hoffman es un titán de la reacción impredecible y maneja el laconismo como los dioses. En segundo lugar: cuando Hoffman interpreta un personaje, no hay ninguna duda: es imposible que otro actor lo haga mejor que él y, como sucedía con Brando, el personaje pasa a ser Hoffman. Y en tercer lugar: cuando Hoffman sufre, uno tiene ganas de sufrir como Hoffman. En una secuencia de Antes que el diablo… detiene su auto al costado de la ruta y le alcanza con decir a su esposa “¡Mi padre! ¡No es justo! ¡Maldita sea!” para que entendamos todo, aunque no diga absolutamente más nada que eso.

Este breve apunte sobre la película de Lumet sólo quiere ser un pequeño acercamiento para que el lector curioso se vea instado a verla. Las derivaciones que establece Antes que el diablo… son muchísimas, mencionarlas sería insuficiente y borraría la sorpresa del espectador interesado. Dos últimas anotaciones sobre este hermoso film antes de pulsar stop: la certeza de que todo lo que se pudre forma una familia (Casas dixit) y la condición inescrutable del mundo ante la continua violencia de la vida cotidiana en las inspiradas escenas en que Andy se inyecta heroína mientras por detrás se adivinan los rascacielos inmensos y grises de la urbe. Sayonara.

Conversaciones en un ascensor

Una mujer piensa que es demasiada alta para ser seducida por un hombre. Un muchacho fotografía personas por la calle. Están juntos en un ascensor. La mujer se presenta: Soy una mujer demasiada alta para ser seducida por un hombre. El muchacho responde: Yo soy un muchacho que saca fotografías a personas que caminan por la calle. Callan unos segundos. Por fin, la mujer manifiesta: ¿Me podría sacar una fotografía a mí? A lo que el muchacho responde: En primer lugar, no estamos en la calle, esto es un ascensor y yo saco fotografías a personas que están en la calle; en segundo lugar, usted no sólo es una mujer demasiada alta para ser seducida por un hombre sino también demasiado alta para ser fotografiada por un muchacho. ¿No me daría una oportunidad?, pregunta la mujer. Tendría que pensarlo, responde el muchacho. La mujer aprieta el botón PARAR. ¿Qué pasa?, ¿detuvo el tiempo, usted es tan alta que puede detener el tiempo?, pregunta el muchacho, desesperada. No, responde la mujer, sólo se detuvo el ascensor. Perdone, murmura el muchacho, a veces confundo el ascensor con el tiempo.
-A mí también me pasa: el ascensor y el tiempo son parecidos, siempre van hacia arriba.
-No mienta, una mujer tan alta como usted no piensa ese tipo de cosas.
-¿Y en qué piensa una mujer alta?
-En su altura, en la imposibilidad de que un hombre la seduzca, en el ferviente deseo de que un muchacho la fotografíe.
-Usted me conoce mucho.
-Yo conozco a las mujeres altas, en general, no sólo a usted.
-¿Qué opina de ellas?
-Hay algo claro: son demasiado altas para ser seducidas por un hombre.
-Es verdad, nunca se me hubiese ocurrido.
-Espere… ¿acaso usted detuvo el tiempo?
-No, lo que se detuvo fue el rumbo del ascensor.
-Perdone, lo había olvidado.
-Si quiere puedo hacer que siga su rumbo.
-¿Su rumbo?, yo diría: Si quiere puedo hacer que siga viajando por su andarivel vertical.
-Usted tiene un vocabulario espectacular.
-Me lo han dicho.
-Usted tiene una campera de cuero.
-Me la he puesto.
-Usted tiene lechuga entre medio de los dientes.
-Me la he comido.
-Yo sé algo de usted.
-No soporto más todo este juego, dígame ya qué es lo que sabe de mí.
-Usted es un muchacho que saca fotografías a gente que camina por la calle.
-Como si me conociera de toda la vida…
-Así soy yo, intuitiva, profética, demasiado alta para ser seducida…
-No se enoje por lo que le voy a decir pero ¿usted ha pensado alguna vez que es demasiada alta para ser seducida por un hombre?
-Recurrentemente.
-Mas no se aflija, yo la considero una mujer bonita.
-Usted tiene un chamuyo romántico espectacular.
-Yo sólo soy un fotógrafo.
-¿Por qué se hizo fotógrafo?
-Es algo que nace con uno, como la cabeza o los pies.
-Nunca me había puesto a pensar.
-¿El qué?
-Que uno nace con cabeza y pies, yo siempre creí que uno era un torso y que los padres de uno iban al mercado de pies, brazos y cabezas a comprar lo que faltaba.
-¿Y usted pensaba que el sexo también era comprable?
-¿A qué se refiere con la palabra “sexo”?
-A los órganos genitales masculino-femenino.
-Usted tiene un vocabulario genital espectacular.
-Son años hablando del mismo tema.
-Y… somos muchos los que creímos que el sexo era comprable.
-¿A qué se refiere con la palabra “sexo”?
-No sabría explicarlo, si alguna vez hubiese escuchado a alguien hablar con espectacular vocabulario sobre el “sexo”, pero advertirá mi precariedad: usted me ha preguntado algo y yo no he sabido responderle.
-¿Por qué no bajamos a la calle y le saco una foto?
-Si usted hace eso me haría una de las quinientas cuarenta mujeres altas más felices del mundo.
-Aquí estoy para hacerla feliz.
-Esto será inolvidable.
-Yo más bien diría: Esto será un fotógrafo fotografiando a una mujer alta.
-Usted siempre con las palabras justas.
-Hemos llegado a la planta baja, es necesario decirlo porque tengo la impresión de que nos están leyendo.
-Siempre creí ser la protagonista de una novela de Flaubert.
-Yo estuve convencido durante cuarenta y siete minutos de que mi vida entera había sido filmada para un programa de televisión.
-Eso sería dramático.
-Más dramático es ser una mujer alta que nadie puede seducir.
-No haga mella del dolor ajeno.
-Yo no hago mella. Ahora la que tiene un vocabulario espectacular es usted, advierto que usted ha adquirido un vocabulario espectacular gracias a mí.
-No se crea, durante todo el viaje me he estado haciendo la tonta para no decirle que usted era enano.
-¿Cómo?
-¿Acaso no se dio cuenta? Yo no soy alta, usted es el enano.
-Salgamos a la calle y preguntémosle a la gente.
-La gente puede decir cualquier cosa, con las drogas que hay son capaces de verme a mí demasiada alta para ser seducida por un hombre, pero lo que sucede es que yo siempre me creo demasiado alta cuando subo al ascensor con un enano.
-Lo que usted me dice me llena de desconcierto.
-Usted tiene un vocabulario espectacular cuando se desespera.
-Son años de ser enano y olvidarse al entrar a un ascensor.
-¿Siempre le pasa?
-Casi siempre.
-¿No probó subir por la escalera?
-Pero la escalera es aburrida, uno no conoce a nadie ahí.
-¿O sea que usted sube por el ascensor porque se cree muy enano para ser seducido por una mujer?
-¿Y qué quiere que le diga? Usted ha dado con la razón de mi miserable vida.
-Creo que estoy comenzando a amarlo en forma imprudente.
-Esto me deja sin nada para decir, mi vocabulario espectacular no obtiene términos adecuados para responder a su declaración.
-Es que su historia triste me ha hecho reverberar el corazón.
-Entremos nuevamente al ascensor y derrochemos la pasión que nace en nuestros corazones en una cama matrimonial.
-Estoy de acuerdo.
-Ya está viniendo.
-Ahí está.
Una mujer piensa que es demasiada alta para ser seducida por un hombre. Un muchacho fotografía personas por la calle. Están juntos en un ascensor. La mujer se presenta: Soy una mujer demasiada alta para ser seducida por un hombre. El muchacho responde: Yo soy un muchacho que saca fotografías a personas que caminan por la calle.

lunes, 28 de julio de 2008

Una época implacable

Comencemos al revés, es decir, por las conclusiones: los únicos que no creen en la existencia de la Derecha son los derechistas, los únicos que creen en la existencia de la Izquierda son los izquierdistas. En estos días de abundante institucionalidad y compromiso cívico de la ciudadanía toda, es muy frecuente captar en la pantalla del televisor un sinnúmero de analistas políticos, sociólogos y consultores haciendo su actividad favorita: leña del árbol caído. El árbol caído, en este caso, es la errática conducción K (no sé si habrán advertido que absolutamente todo el país sabe qué y cómo hacer para salir de la “crisis” menos la tirana Christine). Una de las necedades que la mayoría de los críticos del gobierno encuentran en él es el tratamiento de la economía (lo que los mueve no es, como vemos, la originalidad). Más allá de los números falseados del INDEC, los Ministros fugaces (Losteau), corruptos (Miceli) o invisibles (Fernández, Carlos) y el derrotero “borderline” (Noticias dixit) de ese muchacho peronista llamado Moreno, los cañones apuntan a que los K tiñen su política económica de “ideología”. Y la ideología de los K (anacrónica, en el idioma de los sabios, “de los 70’”) no concuerda con las coordenadas del mundo (que ahora parece que, exceptuando a la Argentina, progresa a todo vapor). El mejor ejemplo de lo contrario, según la “inteligentzia” argentina económica-político-social (el arco temático que maneja este grupo suficiente es inabarcable) es la administración de Lula en Brasil que, originalmente obrero, se desentiende de ridículas ideologías añejas y robustece el Mercado interno instando a la exportación, la fabulosa exportación (preferentemente, del sector agropecuario, aquí escarmentado por las autoridades mas no por el humilde pueblo de Palermo). Digresión 1): Quienes critican al gobierno la ideologización de la economía suelen ser aquellos que se mofan de quienes todavía hoy (¡en pleno Siglo XXI!) hablan de la existencia de la Derecha; Digresión 2): Quienes critican al gobierno la ideologización de la economía afirman, de este modo, que el elemento ideológico es nocivo para cualquier economía, como si quienes no prefiguran aumentar retenciones a 935 productores que poseen 35 millones de hectáreas, por ejemplo, no tuviesen una ideología marcada (y harto anacrónica, en el idioma de los no-sabios, “del Siglo XIX”); Digresión 3) Una de las características intrínsecas de la derecha es, justamente, la necesidad urgente por suprimir cualquier ideología radicalizada excepto, claro, la propia; Digresión 4) Quienes critican al Gobierno su postura económica-política anacrónica caen en una contradicción: en primer lugar, se suele decir desde estos ámbitos que el gobierno recrea una especie de socialismo que no es más que una parodia para la gilada (algo en lo que coincido en un 78 por ciento), sin embargo, si la práctica política y social tiene como referencia los 70’ y actúa en consecuencia: ¿dónde está la farsa? Digresión 5): Digresión que no es más que una pregunta: ¿por qué el argentino medio no puede aceptar que Brasil “nos pase el trapo” (desde hace unos meses es increíble la cantidad de argentinos que miran a uno a los ojos para espetar, solemnes: “Brasil nos pasó el trapo” como si dijesen: “Estalló la guerra nuclear”) cuando, desde siempre (y en todos los aspectos) Brasil, efectiva y entendiblemente dada su naturaleza, su idiosincrasia, su exuberancia territorial, nos pasó el reverendo trapo?

¿Pero qué tiene que ver todo esto con que la Derecha existe y la Izquierda no?, se preguntará el angustiado lector (a quien le dimos el merecido descanso del punto y aparte para recuperar fuerzas luego de la terrible noticia de que “Brasil nos pasó el trapo”). Actualmente (y como siempre), el debate de fondo de nuestro país reboza de ideología. Sólo hace falta ver quienes niegan la existencia de una pugna ideológica para aseverar que ésta existe: Rosendo Fraga, Jorge Asís, Mariano Grondona, Elisa Carrió, Mauricio Macri, Abel Posee, Marcos Aguinis. Y está bien que así sea: pretender que ellos admitan la existencia de un debate de imaginarios sociales sería tan inocente como escribir una novela policial clásica en la que la primera línea de diálogo del mayordomo fuese: “Buenas tardes, yo soy el asesino”. Lo que ellos quieren pasar como un enfrentamiento entre “pluralidad” y “autoritarismo”, no es más que un clásico del barrio de la Humanidad (actualmente muy mal visto): Derecha vs. Izquierda. Pero, he aquí un grave problema para que el partido se ponga en marcha: mientras los derechistas están representados a la perfección por un cúmulo de jugadores de toda la cancha y actores reconocibles (Sociedad Rural, clase media-alta caceroleando, pasteurización ideológica estilo Cleto, La Nación), lo que vendría a ser la Izquierda naufraga en un ambiguo líder descentrado (Kirchner), un referente social caricaturesco (D’Elía), un patotero (Moreno) y un aparato sindical de pesadilla (Moyano). A través de esta puesta en escena de una polarización maniquea en la que uno de los dos polos falla, se podría pensar que los términos utilizados (derecha e izquierda) ya no existen, pero, sin embargo, el actor derechista sigue viendo en este grupo paródico una representación de la Izquierda y, por lo tanto, actúa en confrontación (es decir, con posturas cínicas, con mensajes conservadores, con contorsiones reaccionarias). Se enfrentan a efigies que les recuerdan malos tiempos (es decir, “los 70”), no traman un Golpe (como vociferaron los intelectuales K), pero responden a tendencias fascistas. Y es entendible: aún demagógico, aún oscilante, éste y no otro Gobierno, declaró la nulidad de las leyes de Obediencia debida y Punto Final. Por lo tanto: puede que la relativización posmo sobre el significado de Izquierda sea cierta (basta advertir las posturas agresivas de Quebracho o pronunciar “Fidel Castro” para comprobarlo), pero la Derecha sigue vivita y coleando. Yo los vi. El mejor ejemplo es el discurso que ofreció Benjamín Menéndez antes de ser condenado a Cadena Perpetua, correlato “literario” de la frase que maquilló el cartel emblemático de los cacerolazos: “Basta de montoneros resentidos”. La izquierda, como tal, no podría aliarse al Gobierno (corrupto, farsante) ni al “campo” (sector naturalmente reacio al cambio político), sin embargo, las dos asociaciones sucedieron. Entonces, ¿dónde está la Izquierda?, ¿en un blogger sedentario y pedante que escribe desde su casa tomando coca cola, en los discursos utópicos de un viejo tío borracho que militó en la gloriosa JP, en los debates de un grupo de individuos bienpensante en un Café, en un panfleto gastado de la Universidad Nacional? Algo así. La Izquierda vendría a ser todo aquello que queremos que haga un gobierno y, por una confluencia de factores, nunca se llevará a cabo globalmente: igualdad social, solidaridad, fraternidad, libertad. ¿Por qué la sociedad gira incansablemente a la derecha? Porque el mundo es pragmático: casi nadie vota pensando en un libro de dialéctica social, sino en su propio bolsillo. No me atrevo a afirmar que esté mal que eso ocurra. El corolario es atroz pero no menos realista: la derecha siempre ha hecho mejor los deberes y pocas veces ha defraudado a su electorado. Avanzará la comunicación, la mente humana, la informática, la telefonía celular y las exportaciones, pero en Bosnia hay gente que sigue defendiendo al genocida Karadzic que, hace una década (una milésima de segundo en el rumbo de la Historia), se cargó a 8000 musulmanes. “Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos sus víctimas”. ¿Benjamín Menéndez? No, el nazi Otto Dietrich zur Linde, de “Deutsches Réquiem” (el fabuloso cuento de Borges), quien afirmaba que, a pesar de la destrucción de Alemania, el nazismo había triunfado porque a través de su ejercicio había impuesto en el mundo un régimen de violencia. Creo que ese proceso llega a nuestros días. Y sálvese quien pueda.

viernes, 25 de julio de 2008

ALGUNAS COSAS (MÁS) SOBRE SPINETTA

Gente. A mediados de los 90’, Spinetta comienza a salir con la modelo Carolina Peleritti. En la tapa de una vieja revista “Gente” se los puede ver a los dos bajo un gran titular: “La pareja increíble”. Spinetta lleva un cartel blanco colgado al cuello que dice: “Leer basura daña la salud. Lea libros”.

Dios. En “Dios de la adolescencia”, incluido en el disco Durazno Sangrando (1975), de Invisible, Spinetta (además de hacer una alusión a Sartre: “Si pudiera, si ella quisiera abrirse del Ser y la Nada”) elabora una definición extraordinaria sobre Dios en un tema pop que dura menos de 3 minutos (2, 45’ exactamente): “Dios es un mundo en el que amar es la eternidad que uno busca”.

La heladera. Spinetta suele componer músicas que escapan a cualquier denominación genérica. Una de ellas es “La montaña”, cuarto tema de Pelusón of Milk (1991), que termina diciendo: “Trepen a los techos ya llega la Aurora”. En el video, los actores del mismo se suben al techo y reciben ¡una Heladera marca Aurora!

El forraje. En el invierno del año 2001, Spinetta edita un nuevo disco con un título que hoy reboza de actualidad: Silver Sorgo. En la conferencia de presentación del material, decía (según la desaparecida revista La García): “Desde chico, yo escucho: “El sorgo cotiza doscientos pesos el kilo…” (risas). Creo, en mi imaginación, que la Argentina es un gran productor de sorgo, que es forraje (risas y aplausos)”. El libro interno (en una alusión a la renuncia de Chacho Álvarez pero también en distorsión profética de lo que ocurriría meses después, en diciembre) contenía las firmas ficticias del presidente y el ex presidente.

Olvido de las palabras. “Ignoro quién era ayer yo mismo/ Quién se atrevió a venir en mí/ Pero sé quién soy/ ahora/ Y soy un corazón/ una boca/ y un espíritu”. Así dice el poema VI de la Primera parte de Guitarra negra, el libro que Spinetta publicó en el año 1978. Antes de comenzar los poemas, el músico expone un plan de lectura: “Como nadie tiene conciencia del “control” de los manuscritos, y aun de existir dicha conciencia, ésta no intervendría en mi obra, sino como referencia simbólica a la licitud de la temática, propongo que se olvide cada palabra a medida que ella se lea”.

Música para tarados. En el año 1996, desilusionado con las propuestas económicas que los sellos le hacen para editar el disco doble con los Socios del Desierto (que finalmente saldría en 1997 por Sony), Spinetta escribe una carta sobre la industria de la música de la que se recuerda especialmente el siguiente fragmento: “Hoy, desestimando todo, excepto el poder de venta inmediata de un Artista, estos sellos ofrecen propuestas inconvenientes para publicar a Spinetta, aunque gasten enormes sumas en producir música para tarados que sólo no venden de inmediato sino que jamás venderán”.

No lugar. Entre 1985 y 1986, Charly García y Spinetta planean grabar un disco juntos. Componen algunos temas (“Rezo por vos”, “La pelicana y el androide”, que luego aparecieron en sus discos solistas) pero se produce un extraño entredicho entre los dos y el proyecto se esfuma. Spinetta edita Privé, en el 86’. Allí ésta “Pobre amor, llámenlo”, dedicada a García: “Hoy Carlos partió, sin esperas/ desde un no-lugar/ Y algo que noquea nos quedó aquí/ Como el speed de la luz/ Acaso un adios/ Un puente de Telecaster”. El libro No digas nada, de Sergio Marchi, narra otro encuentro fatal entre los dos genios: en el año 1996, Charly se encontraba grabando Alta fidelidad (un disco con Mercedes Sosa que, bajo el concepto Say No More, versionaba varios de sus clásicos) en La Diosa Salvaje, el estudio de Spinetta. En una de las maratónicas sesiones, a Charly se le ocurrió llenar el lugar de velas. En eso llegó Spinetta, quien apagó cada una de ellas y, según la biografía de Marchi, espetó de mal humor: “Te recuerdo que estás en un estudio de grabación. Y también te recuerdo que es el mío”. Say no more.

Sabe bien ir mirando la vida. “Muchacha (ojos de papel)” es el primer y más grande hit de Luis Alberto Spinetta, una balada surrealista que quedó en la historia. En el año 1987, el músico elaboró un extrañísimo ensayo sobre el tema: “Desintegración abstracta de la defoliación”. En 1991, en Pelusón of Milk, el tema “Lago de forma mía” comienza con un moderno sonido de sampler que se repite y la voz risueña de Spinetta diciendo: “Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas?”.

Mi alma no está. Spinetta ha editado tantos discos que es inevitable que algunos hayan tenido mucha menos repercusión que otros. A 18’ del sol (1977), un álbum de contorsiones jazzeras editado en un contexto en el que nadie sacaba discos y Fuego gris (1993), banda de sonido de la película homónima (hecha en base a la música), son dos ejemplos. El primero contiene “Canción para los días de la vida”, pieza acústica con una letra notable y una melodía indeleble al paso del tiempo. El segundo (un conjunto de temas heterodoxos que alcanza niveles supremos de disparate), posee “Dedos de mimbre”, fugaz hit, y “Parado en la sentina”, gran éxito en un mundo ideal: “Quiero llegar y ya no sólo caer/ Entre las iras de Dios/ Y la maldad de tantos hombres/ Gente sin luz/ Alguien me hirió/ Y algo más me hirió/ Y luego otro también/ Y me quedé súper herido/ Nadie me oyó/ Llámenme, que alguien pregunte por mí/ La fiebre es tan alta/ La tierra es tan inmensa/ No tengo ya ningún lugar donde estar/ Y si alguien me ve y no consigo llegar/ Mi corazón morirá/ Caerá desecho en la negrura de su mirar/ Debo llegar, tan sólo debo llegar a ti/ Debo llegar hasta las manos de alguien/ Que sepa de mi alma/ Que sepa que ya no está en mí/ No, no, no está en mí/ Creo en la luz/ Es como un busca huella/ No desesperes amor/ Estoy parado en la sentina/ Debo llegar hacia las manos de alguien/ Que sepa de mi alma, que sepa que ya no está en mí/ Mi alma no está más”.

Sólo flotan cuerpo a esta hora. Spinetta, frecuentemente denominado “irreal”, “onírico”, “surrealista”, cuenta con canciones que, a su modo, construyen una cronología propia que establece enlaces con la Historia. “Estado de coma”, simple de Invisible del año 1974, refleja un paisaje convulsionado: “Mis amigos ya se fueron/ La mamá se fue a la guerra/ Mis vecinos se pelean”. En El jardín de los presentes, último disco de la banda antes mencionado, se incluye una frase inquietante en el tema “El anillo del capitán Beto”: “Si esto sigue así como así/ Ni una triste sombra quedará”. En Martropía, de Juan Carlos Diez, admite que “La eternidad imaginaria” (“Y vivos y muertos/ serán llevados hacia las praderas mismas/ de la eternidad imaginaria/ Y la espada del Señor/ nos conducirá hacia el sol/ hacia el centro de la luz”), de A 18’ del sol (1977), es una respuesta irónico-mística al contexto del momento. En Los niños que escriben en el cielo (1981), se halla “Sexo” (un tema de tintes subversivos para la época) y “Contra todos los males de este mundo”. Kamikaze, maravilloso disco aparecido en plena guerra de Malvinas, debe su nombre a las misiones suicidas de los escuadrones japoneses durante la Segunda Guerra Mundial… En Bajo Belgrano (1983) se encuentran, tal vez, sus temas más terrenales: “Maribel se durmió”, dedicado a las Madres de Plaza de Mayo, “Mapa de tu amor” (como García en “Yo no quiero volverme tan loco”, ruega por dejar de vivir como digan) y la narración contemporánea “Resumen porteño”, en la cual enlaza varias historias mínimas de personajes suburbanos, para finalizar en modo siniestro: “Pero la verdad es que da impresión/ Ver los blancos peces en un nylon/ Cuando en realidad es tan temprano/ Usualmente sólo flotan cuerpos a esta hora” (1). “Yo quiero ver un tren”, de Mundo di cromo, sitúa el relato del tema en un mundo destruido luego de un desastre ecológico. “Como un perro” (1986), sintetiza la vida cotidiana de mediados de los 80’: “Hay radios en la madrugada/ Mucha gente por Paso del Rey/ Autos blancos cruzando trasmano al sol/ Estaciones pobladas de pronto/ Varios que hablan del nuevo austral”. “Todos estos años de gente” (de La la la) sigue las mismas coordenadas. En Tester de violencia (1988), con “La bengala perdida”, elabora una perspectiva poética sobre la violencia en el fútbol. En “Al ver veras” se oye: “Corrí por las ciudades me cansó la codicia (…) Y al observar toda la locura/ La sociedad o lo que ya se fue/ Entiendo que tu amor traspone todo refugio/ Quema todo y sin armas”. En “Cadalso temporal” (1993), un rock espacial, canta: “Hay un momento en que duele el sida, las guerras, la vida/ tratando de abrir el jaulón”. “Cuenta en el sol” (1997), es más explícito aún: “En este mundo de locos y fascistas/ Dime nena cómo puedo yo cambiarlo”. Silver Sorgo contiene “El enemigo” y “La verdad de las grullas”, una fábula sobre la condición humana: “Queda una verdad que dicen las grullas: “No te aventures más allá del valle mortal”/ Dicen que se juntan allí seres humanos/ Para capturarse y hacerse todo tipo de mal”. En “Agua de la miseria”, de Para los árboles (2003), denuncia: “Si no se cambia hoy/ No se cambia más/ Y tus hijos sabrán/ Que vendiste tu amor”. En “Buenos Aires, alma de piedra” (del EP Camalotus, 2004), compuesto luego de la debacle: “Tu deseo es ser más pobre aún que los que te robaron/ O más bien matás para llegar a ser tan rico (…) Buenos Aires, alma de piedra/ Nadie nos está esperando”.

Luis Almirante Brown. Una de las características desconocidas de Spinetta para aquellos que no son spinetteanos es el habitual humor absurdo que destila en conciertos y discos. “Espuma mística”, de Pan (2006), termina con el siguiente monólogo: “Vestida con una camiseta del club Olavarría de Pernambuco que perdió anoche 6 a 0 con el Zaragoza de Francia en un intento por recobrar su lugar en la Copa Encarceladores del Norte, bueno, adelante Rousseau”. En el 2006, luego de tocar el tema de culto “A Starosta, el idiota”, manifestó: “Ese era uno de los temas más comerciales que hice, por eso es tan conocido en distintos países”.

Ruptura. Para finalizar esta recorrida arbitraria sobre Spinetta, evoquemos un tema de Artaud (1973), donde, a pesar de romperse las estructuras sintácticas y semánticas, puede advertirse algo parecido al arte:
“Árbol/ Hoja/ Salto/ Luz/ Aproximación/ Mueble/ Lana/ Gusto/ Pie/ Te/ Mar/ Gas/ Mirada/ Nube/ Loba/ Dedo/ Cal/ Gesticulador/ Hijo/ Cama/ Menta/ Sien/ Rey/ Fin/ Sol/ Amigo/ Cruz/ Alga/ Dado/ Cielo/ Riel/ Estalactita/ Mirador/ Corazón/ Hombre/ Rayo/ Felpa/ Sed/ Extremidad/ Insolación/ Parecer/ Clavo/ Coito/ Dios/ Temor/ Mujer/ Por”.

(1) Esta frase incisiva, que termina por resignficar toda la canción, recuerda el final de “Sobre el arte de la novela”, el mejor cuento de Fogwill, escrito, editado y contextualizado en esos años (82-84): “…yo había salido sin documentos y no quería estar en la vereda ni a bordo del Peugot, porque aquí todavía sigue siendo peligroso andar por la calle sin documentos de identidad” (Pájaros de la cabeza, Sudamericana, 1999/ P. 54)

miércoles, 23 de julio de 2008

Canción moderna

Los libros de rock argentino revelan que una de las críticas que (a principios y mediados de los 80’ respectivamente) la prensa especializada le solía hacer a Virus y Soda Stereo era su supuesta frivolidad. En medio de un panorama anquilosado por una propuesta solemne deudora de corrientes musicales ya perimidas (el jazz-rock, la canción folk de protesta) y movimientos anacrónicos (el hippismo), el impulso renovador de las bandas mencionadas (que componían canciones breves, para bailar y con estribillos pegadizos) era tachado de superficial. Con los años (y especialmente a través del espaldarazo pop y la legitimación que significó Clics Modernos), la “frivolidad” de los grupos de Moura y Cerati fue entendida como una reacción entendible y hasta necesaria frente al paradigma del momento. Por otro lado, la presunta línea apolítica o ajena a temas sociales de este “pop ochentoso” (como sería denominado en los 2000 a través del eterno revival de las modas) se ve refutada en múltiples canciones en las que, a través de la parodia o la sátira, se ponen de manifiesto temas puntuales que afectan al individuo contemporáneo. Un ejemplo concreto (deudor de la impronta ácida de muchas letras de Virus) es el hit “Nada personal”, de Soda Stereo (1985). Allí, a través de un estribillo marcadísimo con versos profusamente rimados, la letra (tal vez en forma inocente, tal vez a grandes rasgos) recrea uno de los tópicos más significativos del siglo XX: la “pérdida de la experiencia” en la sociedad moderna (preguntar por un tal Benjamin, Walter):

Comunicación sin emoción,
una voz en off con expresión deforme.
Busco algo
que me saque este mareo.
Busco calor
en esa imagen de video.

Nada, oh oh oh, nada personal
Oh oh oh, nada, oh oh oh, nada personal.

Ella no puede pensar,
está aburrida.
De tanto simular,
cayó dormida.
Busco en TV algún mensaje entre líneas,
busco alguien que sacuda mi cabeza.

Y no encuentro nada, oh oh oh, nada personal
Nada personal, nada especial.

Sinceramente sería tan bueno tocarte
Pero es inútil tu cuerpo es de látex.

No siento nada, nada oh oh oh, nada personal
Nada, oh oh oh, nada personal.

Quiéralo o no, Cerati compuso un extraordinario relato pop, que con los años y la creciente intromisión tecnológica parece cada vez más actual. Aún hoy somos individuos perdidos en la jungla urbana, buscando “calor” en máquinas inertes y convencidos de que la comunicación es mandar un mensaje de texto (que es de todo menos “texto”) a través de un celular. Paradójica (y ballardiana) escena fue asistir al concierto de reunión de Soda Stereo y corear el tema analizado en medio de carteles gigantes de empresas telefónicas y miles de personas armadas con asombrosas cámaras digitales. Mientras, la mayor parte de las canciones explícitamente “contestatarias” o “de protesta” (cualquiera fuera su época) pierden su peso a través del tiempo, hasta convertirse en panfletos gastados y preestablecidos, como ésos que inundan las paredes de las universidades argentinas. García no nombra a los militares en “Hipercandombe”, “Alicia en el país” o “Inconsciente colectivo”, pero, de todos modos, sabemos de qué está hablando. Al revés sucede con la perorata pseudo-punkie anti-menemista de Ataque 77 en los 90’ o el grandilocuente manifiesto sobre la “argentinidad” de la Bersuit de los 2000’: la referencia alevosa a determinado objeto pierde de vista el factor artístico.

Pero sucede que el tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos. Hoy la frivolidad ya no asusta a nadie porque se convirtió en la norma de lo mediocre. Tal vez el mayor ejemplo se dé en los medios de comunicación, que no son más que una representación del inconsciente del receptor. El sexo es rebajado a su costado más misógino, la cultura se reduce a una vedette que repite rimas, el mejor conductor es Tinelli (porque grita y se tira al piso), un trasgresor revulsivo es Fernando Peña que tiene el mismo pensamiento ideológico que las ancianas que manda cartas a La Nación, el ejemplo a seguir por las nuevas generaciones es una adolescente que se casó con un futbolista y practica sexo oral en You Tube. De esta forma (y a diferencia de los primeros 80’, donde la frivolidad se escondía detrás del clásico gesto solemne y hueco, propio de las sociedades represivas), la pose, la afectación, lo bizarro, la vulgaridad constante y la fetichización del sexo no significan un factor subversivo para nadie, sino más bien una sumisión incondicional (u oportunista) a la frivolidad imperante. Buena parte del pop rock argentino está enclavado en esta encrucijada. Dejando de lado el ejemplo obvio de Miranda (que ha llegado a convencer a cierta crítica de que es original reconocer, ¡40 años después del auge del camp!, las bondades artísticas del Paz Martínez o las novelas de la tarde), Adrián Dárgelos postula un discurso que Babasónicos hace años dejó de simbolizar. Una muestra concreta de acatamiento al costado más tosco de los medios es Mordisco, el último disco de Emmanuel Horvilleur. En la lírica de los temas se dan cita las fantasías más usuales (y elementales) del sexo: la adolescente precoz (“Nena, diecinueve son tus años y tu colección/ Tienes tantos novios como novias ha tenido Dios”); el ménage à trois (“Si no puedo estar con vos/ Me encantaría hacerlo todo con tu hermana/ Y si tu hermana dice no/ Me encantaría seamos mucho, mucho más que dos”); la infidelidad (“Hola Emmanuel mi novio es él/ Así nomás me presentó a su futuro ex”). No hay metabolización palpable del referente, todo es tratado exactamente como en los programas de TV más burdos y, a pesar de cierta denuncia (“En una fiesta que no pasa nada/Con tanta gente que no entiende nada”), se nota cierto relajo y abandono a ese mundo plástico en el que lo esencial es, justamente, lo perecedero: el éxito, el dinero, etc. Así lo demuestra su tema más conocido, “Radios”, macro-hit del verano: “¿Y dónde están esas radios modernas/ que pasan esa música que me hace tan bien?/ Me transportan adónde no importa/ Si sólo sé que nos hace bien, bien (…) Sonando “Soy tu nena”/ Oh nena qué emoción/ Pensar que por esto me pagan/ Y yo te pago a vos”. El límite entre la parodia y la exaltación de un modo de vida nunca es descubierto y tal vez en esa ambigüedad se encuentre lo más interesante de álbumes como Mordisco: mientras actualmente nos parecen pavorosas muestras de sumisión al Mercado (y a la frivolidad de la televisión), en el futuro, quizá, serán analizados como precisas fotografías de nuestra época. Para finalizar, el recuerdo de un extraordinario tema de 1979, que, junto a “Nada personal” y el reciente hit de Horvilleur conforma una trilogía temática a través de los años y las modas:

Frecuencia Modulada- Serú Girán (García/Lebón)

El fracaso de un amor que no hizo escuela
La ignorancia de una vida sin dejar
El desierto de una calle sin rayuela
Nuestro cielo siempre estuvo más allá.

Hoy que estás en penumbras
La radio suena en algún lugar
Tanta música absurda
Es mejor que comencés a hablar.

Si en la música que escuchas ya no hay vida
Si la letra ya no tiene inspiración
Si aunque aumentes el volumen ya no hay fuerza
Son dos tiempos que están huecos de emoción.

Hoy que estás en la nada
Cierras tus sentidos y te das una larga mirada
Algo adentro tuyo va sonar.

lunes, 21 de julio de 2008

Doble post

LA HISTORIA PARALELA

APUNTES BREVES SOBRE UN RECITAL DE FITO PÁEZ

Aquí puede comentar los posts anteriores. Muchas gracias.

LA HISTORIA PARALELA

Hay un cuento de Borges. Perdón: hay un cuento excepcional de Borges. Perdón: hay, por lo menos, treinta cuentos excepcionales de Borges. Y, por consecuencia, Borges es uno de los autores más excepcionales que han habitado el globo. Pero hay uno, uno especialmente para que las familias argentinas lean en estos días. (¿Qué significa hoy la frase nominal “estos días? Verbigracia (las citas pertenecen a la edición de La Nación del día 19/07/08):

“La actitud de Cobos no sólo achicó la brecha entre la dirigencia política y la sociedad (…) el voto del vicepresidente representa, además, una oportunidad para el Gobierno”- Héctor Guyot, La Nación.

“Quiero agradecer profundamente a “esos cuatro señores que nadie eligió” el habernos enseñado, democráticamente, el valor del diálogo y del respeto por el otro”, Rafael M. Vázquez Maistegui (San Nicolás de los Arroyos, LE 653.460), Cartas de lectores de La Nación.

“Tenemos una nueva oportunidad”, Marcos Ah!guinis, La Nación.

“Son horas de esperanza. El gesto de Cobos abrió otra fenomenal oportunidad para dar bases sólidas a la transición argentina”, José Ignacio López, La Nación.

“Sentí que el discurso del vicepresidente Julio Cobos me devolvía ideales perdidos y decidí salir a expresarlo (…) Personalidades tan distintas como Vilma Ripoll, Antonia Laje y Elisa Carrió formaban parte del mismo grupo autoconvocado”, Agustín Restelli (DNI 29.544.493), Cartas de lectores de La Nación.

“A partir del conflicto con el campo esa política deletérea intentó recrear un inexistente enfrentamiento de clases digno de la Guerra Fría y a espaldas de la realidad social del país (…) Con la derrota de Kirchner ha llegado a su fin lo peor del peronismo”, Abel Posee, La Nación.

En el diario Perfil del 20/07/08, Pepe Eliaschev es elocuente y titula su columna en el suplemento “El Observador” de la siguiente forma: “Días extraordinarios”. Establece así 14 ángulos (ni uno más, ni uno menos) para explicar el acabose kirchnerista, en los que no faltan analogías disparatadas (la derrota en el Senado se compara con el ataque a Monte Chingolo de 1975 y la que sufriera Luder en las elecciones del 83’) y una terminología de alto nivel periodístico (“decisionismo salvaje”, “rasgos piramidales”, “moquettes del poder”, “resolución ministerial”, “Cancha Rayada senatorial”). La columna de Eliaschev, entonces, se erige como paradigma de la IDEA de “estos días”: el No de Cobos significa una especie de resurrección institucional (un “amanecer”, me dice Grondona desde la pantalla del televisor) y, por consecuencia, un salto de calidad en el factor cívico de los ciudadanos (los cacerolazos, las protestas de Palermo y Rosario) y una reconciliación entre estos últimos y la clase política (recibimiento de Cobos en Mendoza, discursos de los senadores en contra de las retenciones). Eliaschvev lo “explica”: “Lo que termina por primar son las consecuencias del modo. El modo es la manera, pero algo más que protocolo de cordialidades. Es compacto estratégico: han creído en la superioridad del maltrato (…) La Argentina agotó su proceso de metabolización del colapso de 2001, cuando cayó el gobierno de De la Rúa. Hasta ahora, el país toleraba o se resignaba a permitir un estilo vertical, presentado como alternativa a la pasividad de que se acusaba a De la Rúa”. Pero Eliaschev tiene una mirada sesgada: “Sin el catamarqueño (por Saadi), perdía en primera vuelta. Ejercicio de imaginación: ¿se atreverá ahora Kirchner a ir a la Biblioteca Nacional a explicarles a los intelectuales por qué Saadi forma parte del “modelo” de gobierno nacional y popular”. Evidentemente no, Saadi forma parte (como el mismo Kirchner, no olvidar su génesis duhaldista como presidente y su ambiguo pasado) de un espectro consumido que representa no sólo la corrupción sino la mafia política de los años 90’. Lo que deberían explicar quienes ven en la 125 un espaldarazo positivo para el país (Aguinis, Eliaschev, Mariano Grondona, Joaquín Morales Solá, Nelson Castro, ruralistas, caceroleros, anti K) a través de otro “ejercicio de imaginación” es por qué una idea de país ajena a “soberbias”, “autoritarismos” e “intolerancias” respaldada por Menem, Duhalde, Macri, Rodríguez Saá, De la Sota, Barrionuevo, Carrió, Jorge Asís, Reutemann, Miguens, Blumberg, De Angeli y Llambías es explícitamente mejor que otra defendida por Kirchner, Saadi, D’Elía, Moreno, Kunkel, Moyano y Moreno. El discurso de quienes desaprueban al gobierno y observan en la decisión de Cobos un gesto superador que engloba un nuevo modo de hacer política, declina en muchos aspectos: en primer lugar, se afirma que estar en contra de la Iglesia, las Fuerzas Armadas, el sector reaccionario del campo y los medios es decididamente malo. Sin ofrecer una explicación exacta, según esta óptica, un dirigente no debe oponerse enfáticamente a nada. En segundo lugar, se suele caer en un prejuicio machista al pedir que Cristina se aleje de su marido y quienes “la rodean” para gobernar, por fin, ella misma, como si por su condición de mujer fuese vulnerable y apta para ser manejada por quien quiera. Además: más allá de presunciones, ¿quién puede delimitar exactamente qué decide Cristina y que decide Néstor? En tercer lugar, la “nueva oportunidad” que la “inteligentzia” política le ofrece a Cristina esconde una amenaza velada: ahora que ya no sos mayoría en el Congreso, ahora que tenés un 20 por ciento de imagen positiva, si no hacés lo que nosotros queremos, lo que nosotros pensamos que está bien hacer (repito, “nosotros” es Llambías, Miguens, Carrió, Menem, Macri, Barrionuevo), sos boleta. En cuarto lugar: ¿por qué se le debe dar una “oportunidad” a un gobierno elegido en elecciones libres?, ¿qué otra “oportunidad” es más legítima que la del voto? En quinto lugar: se satiriza, con razón, cualquier posibilidad de “golpismo”, pero no se advierte que si bien quienes están en contra del gobierno no están preparando un Golpe y, por lo tanto, no son “golpistas”, cuentan con una gran parte de individuos que poseen características racistas (Llambías, Miguens), intolerantes (según De Angeli, quien no votara por el campo, perdería su libertad) y fascistas (conjunción de los dos rasgos anteriores). El gobierno (que, por supuesto, también es tendiente a la agresión y la imposición de idearios maniqueos: ¡atención, conglomerado anti K, criticar continuamente al “campo”, a la oposición, los cacerolazos, no significa defender al Gobierno sino entender que todos sabemos lo que se puede esperar de un gobierno que cuenta entre sus aliados a Moyano!) bien equivocará su enemigo hablando de potenciales “golpistas” o “destituyentes”, pero, del mismo modo, cuenta con un enemigo multitudinario que responde a ideales sumamente peligrosos. En sexto y último lugar, se afirma que el gobierno instaló una división social que hasta el conflicto con el campo no existía. Alevosa mentira que ni siquiera necesita ser rebatida). Bueno, comencemos otra vez:

Hay un cuento de Borges. Perdón: hay un cuento excepcional de Borges. Perdón: hay, por lo menos, treinta cuentos excepcionales de Borges. Y, por consecuencia, Borges es uno de los autores más excepcionales que han habitado el globo. Pero hay uno, uno especialmente para que las familias argentinas lean en estos días. Se llama “Tema del traidor y del héroe” y forma parte de Ficciones, tal vez el más excepcional libro de este escritor excepcional. Allí, el autor proyecta el argumento para un nuevo relato:

“Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles”

Desde esta perspectiva, elige un país de origen (Irlanda) y un año (1824) en el que transcurre la acción como así también un narrador contemporáneo (Ryan, bisnieto de Fergus Kilpatrick, héroe nacional) de esta última. A partir de allí, desarrolla la anécdota que, en forma resumida, viene a señalar cómo Ryan (historiador) descubre que Kilpatrick (contrariamente a lo que el pueblo pensaba) traicionó su propia causa y fue asesinado, no en ocasiones oscuras, sino con su consentimiento, para que la Historia de Irlanda no fuese afectada. A su vez, las circunstancias de su muerte han sido íntegramente copiadas de escenas de múltiples obras de teatro de William Shakespeare por la mano derecha de Kilpatrick, James Nolan: “Irlanda idolatraba a Kilpatrick; la más tenue sospecha de su vileza hubiera comprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo de la ejecución del traidor el instrumento para la emancipación de la patria”. Finalmente, Ryan decide silenciar su descubrimiento, “también eso, tal vez, estaba previsto”. Tranquilos: no creo que Cobos sea un traidor. Tranquilos: no creo que Cobos sea un héroe. Tranquilos: no creo que la sociedad sea partícipe de una confabulación. Pero: ¡también intranquilícense! ¿Por qué? Creo que la sociedad y los medios están construyendo, inconscientemente o no, una historia paralela (y aquí está la analogía con el cuento de Borges): no habrá traidores, héroes, asesinatos y puestas en escenas concientes, pero sí una deliberada intención por pasar un hecho político puntal grave (que un Vicepresidente vote en contra de su propio Gobierno) por un nuevo “amanecer” político. Hasta hace poco, la oposición y los sectores más reaccionarios de la sociedad estaban perdidos, ni siquiera podían concretar un espacio político más creíble que la parodia socialista de K and Company. Pero entonces, llegó el conflicto con el campo y con él la oportunidad. Finalmente, el voto en contra de Cobos hizo de la supuesta “ejecución” de un perimido “modelo de país”, “la emancipación de la patria”. Ahora somos libres, se ha acabado el poder hegemónico, los ciudadanos (con nuestras cacerolas, con nuestros carteles, reunidos en Palermo) nos hacemos escuchar. Nos representa un hombre llamado Julio Cleto y un caudillo entrerriano de apellido De Angeli. “El Senado de la Nación, donde hay nombres que recién ahora son reconocidos en sus respectivas provincias, demostró que no todo está perdido”, escribe Marcos Ah!guinis. El Senado está conformado, entre otros, por Menem, Chiche Duhalde y Rodríguez Saá. 935 productores de soja que concentran 35 millones de hectáreas festejan con champagne y Buzzi asume que con la derogación de la 125, los pequeños productores están peor que el bendito 11 de marzo. Ésta es la gran resurrección, amigos, éste es el momento histórico. Entonces se irán los erráticos K, pero vendrán los Macri, los Carrio, los De Angeli y los Cobos. Y la Argentina será diferente, es cierto, pero no menos penosa. Sayonara.

APUNTES BREVES SOBRE UN RECITAL DE FITO PÁEZ

Para Andrea

Alguien le grita “¡Genio!”. Páez responde: “Genio era Mozart”. Acto seguido, alguien le grita “¡Ídolo!”. Páez responde: “Ídolo era Maradona”.

Luego de tocar “Polaroid de locura ordinaria” elabora un improvisado monólogo a favor de Charles Bukowski (un cuento del escritor norteamericano le sirvió de inspiración para el tema mencionado). Desdeña la “inteligentzia literaria” que alaba a Henry Miller sobre Bukowski porque el primero “contaba mejor un polvo”.

En la sala, repleta, hay una temperatura bastante baja. Páez hace algunas bromas y en el tema “Al lado del camino”, en vez de “cantar” “Si alguna vez me cruzas por la calle/ regálame tu beso y no te aflijas”, inventa “Si alguna vez me cruzas por la Rambla/ regálame un echarpe y no te aflijas”. La gente muere de risa. Otras dos observaciones sobre la misma canción: ovación del público cuando nombra a Charly García (consecuencia de otra metamorfosis repentina) y comentario del mismo Páez sobre la frase “que rondan por siniestro Ministerios, haciendo la parodia del artista”: “Parece que la hubiese escrito hoy”.

La puesta en escena es minimalista: Fito, su piano, una pantalla que pasa imágenes inconexas y las luces sobrias (casi siempre iluminando círculos rojos o blancos alrededor del músico).

El único músico invitado fue el guitarrista Coki Debernardi, líder de la los Killer Burritos, quien se sumó a Páez para tocar “Naturaleza sangre”, “Ciudad de pobres corazones”, la mencionada “Polaroid…” y un inédito (y demasiado largo) tema sobre un enano fantasma que come cosas (con letra de Páez y músico de Coki).

El repertorio repasó la mitad de Rodolfo (incluyendo “Sofi fue una nena de papá” y “El verdadero amar”, que contienen en sí toda la virtud y el hartazgo que puede provocar la última época de la obra de Páez) y se centró preferentemente en El amor después del amor (“A rodar mi vida”, “Tumbas de la gloria”, "La rueda mágica", una maravillosa versión de “Dos días en la vida, “Un vestido y un amor” e incluso “Detrás del muro de los lamentos”, joya perdida que cantó con Mercedes Sosa en esa verdadera máquina de éxitos que fue el disco de 1992). También hubo tiempo para evocar Euforia (el infaltable -¿e insoportable?- “Dar es dar” y la magnífica coherencia en texto y música de “Cadáver exquisito”), escuchar en silencio una versión a capella de “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y los clásicos de siempre (“Cable a tierra”, “Mariposa technicolor”, “11 y 6”).

En líneas generales, el concierto fue correcto. Páez se mostró de muy buen humor e hizo reír a la gente. “Dejame tocar un poco el piano”, espetó varias veces ante los típicos desubicados que piden sus temas favoritos (en este caso el más representativo de éstos estaba sentado en la fila inmediatamente anterior a la mía; para más datos, la 11; para más datos: coreaba los temas con emoción y, quizás debido a ello, se adelantaba al fraseo de Páez; para más datos: si alguien lo ve, avísenle que era insoportable). El repertorio es casi infalible y demuestra a las claras que, más allá de ciertas críticas típicas hacia Fitolandia (la afectación, la ambición artística, la pose) estamos ante un instrumentista valioso con una envidiable virtud para la melodía y un par de discos (Giros, Ciudad de pobres corazones, El amor después del amor) que ya sus críticos querrían hacer. Sin embargo, se puede marcar una objeción referida a ese ya mencionado repertorio infalible: con el paso de los años se convirtió en una lista de canciones letales, es cierto, pero también anquilosadas. Por consecuencia me dispongo a elaborar un recuento de temas “desapercibidos” en los discos de Páez (así, justamente, llamó él a “Detrás del muro de los lamentos”) que podrían conformar un recital insuperable y alternativo al clásico generador de hits: “Alguna vez voy a ser libre”, “Sable chino”, “Creo”, “La balada de Donna Helena”, “Bode y Evelyn”, “Carabelas nada”, “Tatuaje falso”, “Ambar violeta”, “Instant-táneas”, “Tu sonrisa inolvidable”, “Torre de cristal”, “La despedida”, “The shining of the sun”, “Tengo una muñeca que regala besos”, “La Verónica”, etc. Personalmente, debo decir que me dirigí al Radio City casi por inercia, sin esperar mucho y hasta subestimando al rosarino. Me encontré, nobleza obliga, con un músico que sigue manteniendo la vitalidad a pesar de los años y los “Salir al sol”. Sayonara.

viernes, 18 de julio de 2008

¿SUEÑAN LOS POLÍTICOS CON RURALISTAS REACCIONARIOS?

Hace algunas semanas, con la liberación de Ingrid Betancourt, pudo advertirse la generación de una nueva derecha mundial. La derogación de la Ley 125 impuesta por el Senado y el inédito Cleto, significa también un replanteo del mapa político argentino. Y este nuevo ordenamiento, tiene su eje en una nueva derecha. Pero, como todos sabemos, los únicos que no admiten la existencia de una derecha son los mismos derechistas. Algo intuyen que no funciona bien en su pensamiento y se dedican a postular conservadurismos de guante blanco. Se trata, entonces, de una dirigencia derechista que no asume su condición y que, con los años (y algún genocidio mediante), comprendió la ineficacia de decir exactamente lo que piensa. Entonces, si hay que defender a 935 propietarios que tienen 35.000 millones de hectáreas de soja se apela a la defensa de la “institucionalidad”. Si hay que acompañar, como sea, la tendencia reaccionaria de las clases altas y medias, se habla en nombre de la “democracia” y en contra de las “tiranías”. Extrañas tiranías elegidas por el pueblo y denostadas por quienes escriben carteles que responden a los cánones de la organización Memoria Completa. Sin embargo, cada tanto, cual flash back de vidas pasadas, se filtran algunas ideas que enturbian: Macri manifestando el fenecimiento de los derechos humanos, Miguens hablando de piquetes “blancos”, el Intendente de Armstrong (¿se acuerdan?, ¿el Grito de Armstrong, como lo definió Perfil?) inquiriendo un “Si quieren venir que vengan”, Llambías haciendo analogías con “zoológicos”. La mayor parte de la sociedad deja pasar estos deslices y ¿por qué habría de hacerlo si en realidad corresponden a las coordenadas de su ideario? Algunos puntos de este (por llamarlo de alguna forma) pensamiento político, aquí en Argentina, incluye frases estereotipidas que, a pesar de su naturaleza, siguen representando a buena parte de quienes en estos días han salido a cacerolear o han festejado la afirmación de la concentración de la riqueza con enorme algarabía: “Con los milicos estábamos mejor”, “Los argentinos somos hijos del rigor”, “Acá hace falta mano dura”, “¿Libertad o libertinaje?”. La utilización del término “negro” como insulto supremo, la recurrente autodenominación “católica apostólica romana” y la xenofobia también hacen lo suyo. El halo conservador (inexistente para el periodismo relativista que inunda los grandes medios; afectado cuando se afirma desde la óptica de los intelectuales K) ha sido captado por los políticos. De otro forma no se entiende el camino recorrido por Elisa Carrió, quien pasó de expresar el hartazgo de un sector progresista a defender los valores de las Fátima White’s de Barrio Norte. Este desplazamiento ideológico no se corresponde con los principios morales y éticos que la mesiánica líder dice defender, sino, más bien, con un estudio de marketing o la estadística de una consultora: es obvio que el gobierno K (en cualquier de sus dos acepciones) fue rechazado por las clases acomodadas. De esta forma, la entelequia “campo” sirvió como espacio de confluencia de un arco político variopinto y marcadamente oportunista. La dirigencia agraria, por su parte, o afirmó los valores reaccionarios de antaño (Miguens, Llambías) o se expresó en un pseudo-caudillismo intolerante (preguntar por De Angeli, Alfredo) o decepcionó en forma extraordinaria (¿dormirá Buzzi por la noche sabiendo que su modelo económico es aprobado por el benemérito Carlos Saúl Menem?). El sector agropecuario en sí, aún trabajador, aún pequeño, mostró su peor faceta: en los cortes de Ruta, en la diferenciación racista frente a los piqueteros, en la necedad, en la alevosa mentira sobre la pérdida de rentabilidad cuando se espera todavía un 20 por ciento de crecimiento de la soja, en la defensa corporativa que agrupó la totalidad de un sector irreconciliable, a quien, a pesar del repetido verso de Borges, más que el espanto, los unió la renta.
El oficialismo, por su parte, quiere representar una idea progresista de la política más cercana a la escuela de Izquierda. Sin embargo, Saadi (ex gobernador de Catamarca) estuvo a favor de la 125. Sin embargo, Moyano es su principal aliado. Sin embargo, las prácticas presuntamente corruptas de algunos de sus principales actores (Moreno, Jaime, De Vido) no se diferencia en demasía de la “noche liberal” (K dixit). Del mismo modo, la creación de una Corte Suprema ejemplar, la nulidad de los decretos que propiciaron la libertad de los genocidas, el aumento de las jubilaciones, el apoyo a las minorías, la ruptura con la Iglesia pacata y el rechazo sistemático a la represión policial también son obras de este gobierno. La puesta en marcha de un supuesto programa de redistribución de la riqueza, incluso, con sus errores y aciertos, hubiese sido impensable en cualquiera de los anteriores gobiernos (exceptuando tal vez el de Alfonsín, también desacreditado por la Sociedad Rural). La reciente re-estatización de Aerolíneas es una fotografía paradigmática del ritmo oscilante de la conducción K: también se dice que el Estado la devolvería a manos privadas. La Izquierda clásica, por su parte, amenaza con desaparecer. Despojada de sus eternas reivindicaciones por un Estado que tejió una fuerte alianza con los organismos de Derechos Humanos, se mueve en las penumbras. La imagen de Vilma Ripoll, dirigente del MST, festejando cual groupie ruralista “un gran triunfo de la movilización popular”, no exige mayores conclusiones. Una máxima me viene a la mente cuando observo el festejo del sector deleznable que se opone a este oscilante gobierno (ya debilitado): no te podés comer al caníbal. O, como dijo Christian Castillo, del PTS, aludiendo a un vocabulario conformado por frases hechas pero no por eso menos verdadero: “Quien crea que derrotar al Gobierno de la mano de la derecha y los capitalistas agrarios sirve a los trabajadores, está perdido”. Sayonara.

lunes, 14 de julio de 2008

Doble Post

Quremos tanto a Whitman

El campo tiene razón

Aquí puede acusarme de bestia poética y/o matemática. Saludos.

Queremos tanto a Whitman

¿Y quién si no yo podría ser el poeta de los camaradas?- Walt Whitman

Todas las líneas escritas sobre la vida de Walt Whitman (los textos que Borges publicó en Discusión, las biografías más elementales de las enciclopedias o manuales de literatura) coinciden en un hecho significativo: a partir de 1855, el poeta norteamericano (1819-1892) se dispuso a escribir, eternamente, el mismo libro: Hojas de hierba. Inicialmente tuvo 12 poemas y luego, a medida que avanzaron los años, fue agregando múltiples piezas (“El transbordador de Brooklyn”, “Cálamus”, “Ecos de la vejez”) que conforman una obra en continua oscilación y, al mismo tiempo, un conjunto poéticamente magistral que, incluso, supera la disciplina poética para ocupar un lugar significativo en la historia del Arte. Este hecho demuestra una ética artística inconmensurable: ajeno a la idea de “originalidad” propia del romanticismo, Walt decide rescribir siempre la misma obra. Whitman se erige así como un poeta orfebre que trabaja sus versos a través de los años constituyendo una poesía coherente, de gran empatía con el lector y revulsiva para la sociedad de su tiempo. Su amor no se circunscribe a nada en especial, sino a la suma de todas las cosas que inundan el globo: la mujer, el hombre (lo que le valió, claro está, no pocas críticas: tuvo que acarrear los costos de edición de su obra acusado de obsceno), el anciano, los niños. Se define a sí mismo como “el hombre crédulo de cualidades, tiempos y razas”, quien escribe poemas para los “hombres comunes”, los desconocidos que ve en medio de la multitud de las ciudades modernas. En Whitman no existe la discriminación, ni las divisiones, ni los antagonismos; cada individuo (con sus creencias, su origen geográfico, su trabajo) es parte de algo mucho más grande que una identidad:

Éstos son en verdad los pensamientos de todos los
hombres en todos los lugares y épocas; no son originales míos.
Si son menos tuyos que míos, son nada o casi nada.
Si no son el enigma y la solución del enigma, son nada.
Si no están cerca y lejos, son nada.

Este es el pasto que crece donde hay tierra y hay agua,
éste es el aire común que baña el planeta.

Su estilo, tendiente al verso libre de largo aliento, concibe un júbilo inaudito por aquello que exalta la existencia humana: el sexo, la amistad, el trabajo, la libertad. A diferencia de la mayoría de los optimistas (que terminan por parecernos idiotas), Whitman logra que el receptor aprehenda el significado profundo de sus versos y halla así un lazo esencial que une a todos los seres del mundo. En su conocido poema “¡Salud au monde!”, canta:

Veo a todos los peones de la tierra labrándola,
veo a todos los prisioneros en las prisiones,
veo los cuerpos humanos deformes de la tierra,
al ciego, al sordomudo, a los idiotas, los jorobados, los locos,
los piratas, ladrones, traidores, asesinos, esclavistas de la tierra,
los niños inermes y los desesperanzados ancianos y ancianas.
(…)
veo jerarquías, banderas, barbarismos, civilizaciones, me incorporo
a todo ello, me mezlo indiscriminadamente,
y saludo a todos los habitantes de la tierra.


La visión de su “yo” se desdobla en varias. Por momentos, parece un Dios todopoderoso (no sería extraño que lo fuera), dictando, con una perspectiva panorámica, música religiosa desde los confines de la galaxia (y no es difícil imaginarlo con su barba blanca observar el infinito):

Miro girar el globo,
los continentes progenitores agrupados allá lejos,
los continentes presentes y futuros del norte y del sur, con istmos
entre ellos.


O:

Por mucho y mucho tiempo la hierba ha estado creciendo.
Por mucho y mucho tiempo la lluvia ha estado cayendo,
por mucho y mucho tiempo el globo ha estado girando.


En otras ocasiones (y esto es lo que fascinó a Borges y tantos otros de sus fans ilustres), entabla una conversación futura con sus lectores, en la que los aconseja o redime de su potencial soledad:

Lleno de vida, hoy, compacto, visible,
yo, de cuarenta años de edad el año ochenta y tres de los Estados,
a ti, dentro de un siglo o de muchos siglos,
a ti, que no has nacido, te busco.
estás leyéndome. Ahora el invisible soy yo,
ahora eres tú, compacto, visible, el que intuye los versos y el que me busca,
pensando lo feliz que sería si yo pudiera ser tu compañero.
sé feliz como si yo estuviera contigo.
(No tengas demasiada seguridad de que no estoy contigo.)


O:

¿Qué haces, muchacho?
¿Te entregas con fervor a la literatura, la ciencia, el arte o los amores?
¿A estas realidades aparentes? ¿A la política? ¿A las puntualizaciones?
¿A tu ambición, a tus negocios, fueran cuales fueran?


También su voz se pregunta “¿Qué oyes, Walt Whitman?” o “¿Qué ves, Walt Whitman?” para largarse entonces con eternas alocuciones a favor de la religión, de Dios, de la diversidad y, por sobre todo, de la Democracia. Por otro lado, sus versos están repletos de enseñanzas, guías escritas en el Siglo XIX para lectores del porvenir (Juro que veo algo que es mejor que contar lo mejor/ Consiste en dejar siempre lo mejor sin decir) y lemas universales que parecen prefigurar a los grandes pacifistas del Siglo XX. La lectura de Hojas de hierba provoca una sensación conciliadora: parece que, a pesar de las constantes diferencias que tiñen de sangre cada uno de los rincones del Planeta Tierra, hay un rasgo fundamental que relaciona a todos los individuos, por más espacial o temporalmente alejados que puedan estar:

El tiempo y la distancia carecen de importancia –la distancia carece de
importancia-,
estoy con ustedes, hombres y mujeres de una generación o de muchas
generaciones futuras,
lo que sienten al mirar el río y el cielo, lo he sentido igualmente yo,
tal como ustedes se refrescan en la alegría del río y en el fluir brillante,
me he refrescado yo


Hoy, Whitman significa un oasis en la vida del hombre posmoderno, ese tipo apurado, paranoico, corrido por los horarios y manipulado por las noticias siempre espectaculares de este mundo deprimente habitado por “hombres huecos” (“Nos apoyamos unos en otros/ por las cabezas llenas de paja/ y nuestras voces ásperas/ cuando cuchicheamos/ no tienen timbre ni sentido”, decía T. S Eliot) . Whitman, profeta que habla desde el pasado, nos quiere decir que el Planeta Tierra es más grande que cada una de las miserables disputas que allí se suceden. Que, entre la agresión infinita y la sinrazón, es posible otro lente para ver lo maravilloso de la condición humana: el amor, la bondad, las hojas de hierba. O mejor que lo diga Borges, que algo de esto sabía: “Así se desdobló en el Whitman eterno, en ese amigo que es un viejo poeta americano de mil ochocientos y tantos y también su leyen­da y también cada uno de nosotros y también la felicidad. Vasta y casi inhumana fue la tarea, pero no fue menor la victoria”. Sayonara.

EL CAMPO TIENE RAZÓN

En la edición del sábado 12 de julio de este año, el diario La Nación informa que la tonelada de soja está 582 dólares. Según informaciones de ese mismo periódico, el gobierno plantea compensaciones, por ejemplo, para aquellos que producen hasta 750 toneladas (yo creía que eran 750 hectáreas, pero bueno). A continuación, tomemos un productor agrario ideal que produce 600 toneladas de soja (por poner una cifra que está dentro de quienes, De Angeli and company, dicen van a “desaparecer” si se aprueba la 125) e, hipotéticamente, implantemos unas retenciones (derechos de exportación) del 50 por ciento. El cálculo tenderá a una simplicidad que de seguro no existe en el negocio agropecuario, pero creo que vale la pena:

600 (toneladas) x 582 (precio en dólares de la tonelada de soja): 349.200 (dólares)

Regla de 3 simple para averiguar cuánto le quedaría al productor agrario si las retenciones fuesen del 50 por ciento (es decir, aún más elevadas que las del actual gobierno):

100 (por ciento) -----------349.200 (dólares)
50 (por ciento) ------------174.600 (dólares)

174.600 (dólares) x 3,05 (valor del peso, moneda que se utiliza en la Argentina): 532.530 (pesos)

Restemos 200.000 pesos de insumos, fletes, comisiones: 332.530 (pesos)
Restemos, también, por las dudas, otros 100.000 pesos en otros gastos (especificidades del sector que desconocemos): 232.530 (pesos)

Saquen sus propias conclusiones; yo, simplemente, quiero preguntar algo: ¿quién (con una mano en el corazón) puede vivir en este país (“sobrevivir” sería el término correcto) con sólo 232.530 pesos al año? Por una Argentina verdaderamente libre, por una Argentina exenta de autoritarismos, tiranías y patotas, por una Argentina más parecida a la Sociedad Rural (emblema de la democracia y la libertad), por una Argentina civilizada como cacerolazo de Barrio Norte, apoyemos, este martes a las 15: 00 hs. en el Monumento a los Españoles, la gesta de la pobrísima y patriótica gente del campo. La Patria (de Miguens, de Llambías, de De Angeli, de Biolcatti, de Elisa Carrió, de Macri, de Duhalde, de Barrionuevo, de los Saá, de mí, de vos, de él, de todos) está en juego.

PD: La crítica a un sector no invalida la crítica a todos los demás sectores del mundo, por ejemplo, aquellos conformados por gente llamada Kirchner, Moyano, Moreno, etc. Sin embargo, el enorme parcialismo de los medios, obliga a apuntar los dardos hacia un sector determinado que, en muchas ocasiones, es claramente enaltecido por oscuros intereses de aún más oscuros empresarios.

jueves, 10 de julio de 2008

LA REVOLUCIÓN AL REVÉS

En la última semana, desde distintos medios, se ha proyectado una analogía que compara a la presidente Cristina con alguna de las profesoras agredidas o la rectora del Nacional Buenos Aires. La relación (como todo lo que se explica en los medios) es evidente y apta para todo público: las tres mujeres exponen una falta de autoridad que las condena a ser doblegadas por aquellos que debieran respetarlas (los alumnos, en el caso de las educadoras; “el pueblo”, en el caso de Cristina). La misión de este breve apunte es dar vuelta la tortilla y ocuparse de los rebeldes: el pueblo que cacerolea, el campo que para el país, los alumnos que toman un establecimiento público, los alumnos que agraden a sus profesores.
Si uno presta atención a los actores que subvierten las normas, podemos observar claramente que estamos inmersos en una revolución al revés. Los que salen a manifestar en contra del gobierno (a excepción de los pequeños productores) no son, como diría Ergueta, el personaje de Arlt, “toda la canalla que sufre abajo sin esperanza alguna” o los burgueses cansados de su hipocresía prefigurados por James G. Ballard en Milenio Negro, sino más bien tipos a los que (en comparación con aquellos que viven en la indigencia) no les cuesta demasiado llegar a fin de mes y, por distintas razones (ideología, convencimiento de que el campo es el país, desinformación, entendible deseo de seguir cobrando una renta considerable), emergen de sus propiedades cortando rutas o decidiendo que aquel camionero que lleva granos no puede pasar o portando una cacerola o enarbolando una bandera o agitando un cartel con dudosas consignas. El caso de los alumnos irreverentes también posee un giro con respecto a lo que antaño (y no tan antaño) se creía era una revolución estudiantil. En The Wall, la obra conceptual de Pink Floyd, los niños se sublevaban contra un espectro educativo autoritario, explicitado en la película de Alan Parker en la emblemática cinta transportadora que los arrojaba directo a un picadero de carne. Hoy, los chicos se revelan, paradójicamente, contra la ausencia de autoridad, es decir, contra la nada absoluta: de otro modo no se puede entender que un adolescente con cerebro activo le queme el pelo o le coloque un preservativo en la cabeza o le quiera dar un beso a una profesora en plena clase, es elocuente que allí no está viendo ni a una mujer, ni a una figura de autoridad, ni a un ser humano. En ese caso, la insignificancia de quienes dan clase es tan clara, entonces, que ya no existen diferencias entre el alumno y el profesor. Los medios (la televisión e Internet, principalmente) han adiestrado a los chicos y éstos creen que todo debe entrar en las coordenadas del espectáculo. Incluso la educación. Lo que a nosotros nos parecía aburrido, a ellos les parece intolerable. Entonces llevan cámaras y celulares con el único objetivo de captar imágenes y hacer de una clase, algo mediático. La vida debe ser un reality show. Imagino que deben asimilar a un orgasmo el hecho de que la secuencia en que un profesor propio es maltratado sea vista por miles de personas. Igual que a los fascistas o los ignorantes, les debe causar indiferencia que Fuentealba haya sido muerto de un balazo. Son los adolescentes que supimos conseguir en un mundo estrictamente construido en base a las normas del Mercado: los floggers, los emos, los que escuchan cumbia. Cada uno podría ser parte de una batea de Musimundo (rock, pop, world music) y puedo asegurar que harían todo lo posible por ser comprados (sólo basta mirar American Idol o Gran Hermano, donde los jóvenes pugnan por ser morfados por el sistema en vivo y en directo). No se revelan contra esa personalidad que les fue arrogada por la alienación que regula la vida cotidiana (como creían hacer, con sus errores y aciertos, los estudiantes del Mayo Francés), sino que pelean por seguir siendo quienes son: verdaderos hámsters que, creyendo adherir a un modo de vida y una libertad personal, en realidad, están inmiscuidos en una moda pasajera y luchan por su opresión. Igual sucede con aquellos convencidos de tener un discurso propio en contra del gobierno y son predigitados por los medios anti K o los militantes del Gobierno, predigitados por un panfleto. Por suerte (como existen quienes no están ni con el campo ni con el gobierno ni con la lamentable oposición), también están los adolescentes que no se adoptan a cualquier moda ni se regocijan de felicidad al maltratar a una profesora y, humildemente, se encargan de intentar ser quienes son. Toda esa masa anónima y silenciosa que conforman los que nunca se sienten a gusto en un condominio determinado y saben que la realidad está hecha de híbridos, lamentablemente, nunca erigirá una revolución ya que llevarla a cabo sería agruparse bajo una denominación determinada, convertirse en aquello despreciado: una entelequia rigurosa que repite discursos preestablecidos. Sayonara.


domingo, 6 de julio de 2008

Z CITA

Los siguientes son apuntes fragmentarios (y sin orden alguno) elaborados en los últimos días.

Las pálidas figuras se acercaron hasta mí/Z no tiene nada que decir, se quedó sin combustible y se está repitiendo. Pero eso no es lo importante: vaya uno a saber por qué razón (esto sólo lo sabe él y no está aquí para que le preguntamos) a Z le agrada incrustar párrafos enteros de posts viejos en textos nuevos. ¿Tal vez por qué de esa forma siente que lo que escribe está unido invisiblemente por fragmentos secretos que se acomodan perfectamente en cualquiera de sus escritos? Sin embargo, enfrentarse a la pantalla de la computadora se ha convertido en una pelea sangrienta, pero la inercia puede más. Entonces, Z (que ha estado releyendo Respiración Artificial) cita/.

Se me ha dormido una pierna. Es como si a uno le inyectaran soda/Z ha estado releyendo El túnel de Sabato y ha encontrado (entre otras) las siguientes frases: “¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?”; “Sentí que una caverna negra se iba agrandando dentro de mi cuerpo”; “El pampero soplaba con fuerza y comenzaron las primeras gotas”; “-Tengo que matarte, María. Me has dejado solo” y, acto seguido, ha recordado un fragmento de las memorias de Adolfo Bioy Casares (Descanso de caminantes), sobre el autor mencionado: “Un día me trajo (…) el manuscrito del Túnel “para que se lo corrigiera”. Me pregunto por qué en el trato de escritores hay tantos malentendidos ¿por falsas modestias? ¿por una vanidad que siempre merodea, como un chacal hambriento? Lo cierto es que leí con lápiz colorado el librito y, según mi costumbre (…), lo corregí casi todas las veces que fue necesario. Cuando Sabato vino a retirar su novela, comprendí mi error. Él venía dispuesto a recibir elogios por un gran libro; yo le devolvía un librito, plagado de errores de composición, que no podía corregirse (como esa patética imitación de Huxley, la discusión sobre las novelas policiales que interrumpía el relato) y con las páginas garabateadas de elementales correcciones en rojo: correcciones de palabras, como constatar, de sintaxis, etcétera. Nuestra amistad, que nunca fue del todo espontánea, empezó a deteriorarse”/.

¿Quién puede comprender mi terror mejor que usted?/Z (no porque no tenga otras actividades “intelectuales” para hacer, sino porque, por ejemplo, todo lo referido a la universidad no le sale o no lo entiende o lo asquea o lo deprime o lo deja estupefacto) ha releído, porque sí, la última entrevista a Roberto Bolaño. Y aún así, Z ríe, descubre frases y apunta:

¿Eugenio Montale, T. S. Eliot o Xavier Villaurrutia?
–Montale. Si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound

¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por parte de sus enemigos?

–Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?

¿Qué cosas lo aburren?
–El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado/

La desesperación es la tristeza que nace de una cosa futura opasada con respecto a la cual no hay más razón de dudar
/Z ha leído el artículo que el escritor and poeta Fabián Casas escribió en Perfil sobre Salinger el domingo pasado. En primer lugar, Z se arrepiente de no haber comprado su diario no-favorito justo cuando uno de sus escritores favoritos escribió una semblanza tan notable. Z nunca ha leído a Salinger pero no faltará tiempo. Guardó unos relatos en su computadora ("Un día perfecto para el pez banana", "El hombre que ríe") para el día en que se termine la marea de “cosas” que tiene que hacer en estos días, como una suerte de recompensación. Por lo que dice Casas (que a través de sus libros ha recomendado escritores, por ejemplo Junot Díaz, que a Z le han parecido muy buenos) se trata de un genio. Pero lo que más le interesa a Z es un fragmento de la nota, uno en el que Casas describe cierta escena de El cazador oculto: “(…) simplemente es una escena puesta en estado de pregunta, con toda la potencia de la poesía (…) En los relatos de Salinger anteriores a su conversión al “glasismo”, este tipo de incertidumbre propia de la mente infantil es muy común. Sus héroes parecen estar atrapados en el mundo de los adultos y desde ahí dan pelea, pero no con certezas, sino con extravagancias”. Acto seguido, Z ha recordado la que quizás sea su secuencia favorita de la literatura (además de unos versos de Walt Whitman que no se cansa de repetir, el final de “El Sur”, el momento en que llega Rosaura a la pensión, gran parte de Zama y Eisejuaz, cuando Robert Maitland decide quedarse en la isla de cemento, cuando el tipo se tira por la ventana en Cicatrices, la metamorfosis del viejo de la tienda de antiguedades en 1984, el último párrafo de “Casa tomada”): cuando Morini, en 2666, se encuentra con el tipo que vendía tazas. A saber:

¿Qué quieres decir?, dijo Andy. Pues que antes las tazas hijas de puta no me herían y ahora me están destrozando por dentro. ¿Y qué demonios las hace tan distintas, aparte de que ahora son más modernas?, dijo Andy. Justamente eso, le respondí, antes las tazas no eran tan modernas y aunque su intención fuera herirme no conseguían hacerlo, sus alfileterazos no los sentía, en cambio ahora las putas tazas parecen samuráis armados con esas jodidas espadas de samurái y me están volviendo loco/

...los combates de verdad, en donde los grandes maestros lucha contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acochina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez/La mejor literatura contemporánea está basada en hechos indecibles, dice Z, con su mejor voz de estudiante de Letras. De paso, releyó uno de sus cuentos preferidos del autor chileno: “Gómez Palacio”. ¿Qué es lo que le gusta a Z de ese cuento? No sabe explicarlo exactamente pero tal vez le guste eso que él tanto repite (narra lo que sucede en esos momentos en que, supuestamente, no pasa nada) o ciertas imágenes poéticas (un auto en la ruta, un Hotel deshabitado, los pequeños sueños de los integrantes de un taller de literatura) que expresan la tristeza que emana de todas las cosas. Z, que últimamente capta la tristeza que emana de todas las cosas, ha pensado escribir un cuento o una novela sobre un tipo que, a los 45 años (separado de su mujer y en la más cruel de las soledades), crea un movimiento literario llamado TRISTISMO o TRISTEZARISMO. Para que todo sea más triste, el tipo debe dar una conferencia informando sobre la creación del movimiento ante un auditorio totalmente vacío y morir a poco de conseguir que alguien le edite un libro. Incluso la novela termina con el sonido del teléfono: ¡es el editor que lo llama pero el pobre tipo ya se murió! O tal vez sea mejor hacer una película. Cuento, película o novela, se llamará TRISTE/.

Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora /Z (influido por un comentario en su blog: Z es una de esas personas ruines que tienen blog) ha leído un cuento de Dino Buzzati. Antes de leer el cuento en cuestión, Z lee que Dino nació en 1906 y murió en el 72’. Que es italiano. Que sus relatos se encuentran a la altura de los de Kafka o los de Borges. Que su receta para escribirlos es narrar con simpleza hechos extraordinarios. Que en uno de ellos a una mujer le crecen alas y en otro un sacerdote discute con un extraterrestre. El cuento que ha leído Z se llama “Algo había sucedido”. Lo primero que piensa Z es: Magistral. Lo segundo: excepcional. Y lo tercero: yo quiero escribir cuentos como Dino. Y más: Yo quiero ser Dino. Y todavía más: ¡Oh, Dios, despójame de este cuerpo, quiero ser Dino! El mencionado cuento está narrado en primera persona desde la perspectiva del pasajero de un tren que atraviesa Italia del Sur al Norte. Poco a poco, el pasajero (y los demás acompañantes, disimuladamente) comienza a observar en las inmediaciones del campo, alrededor del tren, que la gente huye desesperadamente del Norte. Algunos les hacen gestos y hasta alguien llega a alcanzarles un diario que se parte a la mitad: “Un muchacho intentó seguirnos con un paquete de diarios y agitaba uno que tenía un gran titular negro en la primera página. Entonces, con un gesto repentino, la señora que estaba frente a mí se asomó, logrando detener por un momento el periódico, pero el viento se lo arrancó impetuosamente. Entre los dedos le quedó un pedacito. Advertí que sus manos temblaban al desplegarlo. Era un papelito casi triangular. Del enorme título sólo quedaban tres letras: ION, se leía (…) Corríamos como locos hacia una cosa que terminaba en ION y debía de tratarse de algo espeluznante; poblaciones enteras se daban a la fuga”. El relato termina cuando el tren llega a destino. Lo que sucedió, obviamente, no está descripto con palabras. Y aquí vienen las elucubraciones de Z:
-El relato (aún magistral) es una metáfora estúpida sobre la condición humana: vamos hacia algo (la muerte) que no sabemos muy bien qué es.
-El relato es una alegoría sobre la devastación de la guerra (esto suponiendo que el mismo fue escrito en los años 40; la Primera Guerra Mundial fue de 1915 a 1919, Z prefiere pensar que Dino no escribía tan bien de los 9 a los 14 años, aunque tratándose de Dino…).
-El relato es un escalofriante reflejo de la falencia del lenguaje para explicar lo intraducible.
-El relato profetiza el levantamiento social del campo en la Argentina del 2008. La gente desesperada corre hacia un cacerolazo masivo y el “IÓN” del diario es el titular de La Nación o Perfil o Clarín o Crítica: REVOLUCIÓN. O la gente del campo corre desesperadamente hacia algún país limítrofe porque les han confiscado todas sus tierras. El “IÓN” del diario es el titular de Página 12: REVOLUCIÓN.
Lo concreto es que Z se alegra de haber conocido a un escritor “nuevo”/.

Hablan en voz alta, eso sí, con el aplomo de los que ignoran la duda/Z ha estado cursando (en lo que va del cuatrimestre) un seminario dedicado a Borges. Allí pudo conocer la primera obra poética del viejo ciego (Fervor de Buenos Aires-Luna de enfrente-Cuaderno San Martín) y otros textos que no suelen circular con mucha constancia. Las conclusiones de Z son las siguientes (y en algunos casos, ni siquiera son propias):
-Todo escritor argentino, después de Borges, juega por el segundo puesto.
-Todo intelectual argentino intentará demostrar, en vano, que hay algo más en la literatura argentina que no sea Borges y sólo Borges.
-Lo que se dice de la sintaxis de Borges (que es perfecta) es verdad. Hay veces en que, literalmente, copio oraciones enteras de Borges y parafraseo, espeta Z desde un costado.
-¿Borges era un gran poeta? Si.
-No hay con que darle a Borges (ni siquiera con Arlt, por supuesto).
-La calidad literaria de Borges multiplica 1000 veces la de Arlt, 2000 veces la de Cortázar, 4000 veces la de Walsh, 5000 veces la de Bioy. Aunque son todos grandes escritores, desde su posición, incluso, Borges ni siquiera los divisa: primero por su estatura literaria, segundo, porque es ciego/.

¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?/Z observa el video que da cuenta del rescate de Ingrid Betancourt y piensa en la paradoja de tener una filmación de cada hecho “trascendente” ocurrido en el universo: el video vendría a reivindicar la legitimidad, pero, al contrario, termina por destruirla. Sea o no verdad el rescate novelesco de los secuestrados, es indiscutible que Ingrid and Company no hubiesen reaccionado igual de NO estar ante las cámaras: inconscientemente, al enfrentarnos con una cámara, comenzamos a actuar, a desenvolvernos en forma distinta a la normal. Por consecuencia de ello, los gritos y el llanto de Ingrid se convierten (incluso a pesar de que lo sean intrínsecamente y, al modo Zeitgeist, todo se trate de una gran farsa) en comedia/.

…hacia esa humanidad que gesticula hasta con las orejas, vende hasta las uñas de los pies/Z observa a Lanata, en plena entrega de los premios Martín Fierro (monumento a la frivolidad y la estrechez cerebral de la Argentina), enumerar una lista de funcionarios o dirigentes políticos corruptos o sospechados de serlo. ¿Y quiénes festejan la “trasgresión” de Lanata? Moria Casán, una vedette fascista-menemista, Susana Giménez, que piensa que al pasado no hay que tocarlo, los periodistas de Canal 13 y América que trabajan para distorsionarlo todo. Evidentemente, piensa Z con algo parecido a la ironía, estamos ante una nueva “Carta abierta a la Junta Militar” que hará historia. Es que uno siempre debe mirar alrededor antes de decir algo, agrega Z. Mirar alrededor, sólo eso o, como dirían en una novela traducida, “echar un vistazo”. Por eso desdeño la motivación de la gente que asiste a los cacerolazos (no la manifestación en sí), sigue Z, casi enfurecido y enrojeciéndose poco a poco: porque uno no puede estar tranquilo al lado de alguien que escribió en su cartel “TIRANÍA K” o “BASTA DE MONTONEROS RESENTIDOS”. Del mismo modo, Lanata, antes de hacerse el rebelde (contra ese Estado que lo persigue implacablemente), debería prestar atención al hecho de que lo está mirando socarronamente todo un espectro de muñecos manufacturados tan o más infectos que los corruptos de su lista/.

Quisiera hacer contigo una película hablada /Después de mucho tiempo, a Z se le ha ocurrido el argumento para un cuento. Cuando tenga ganas (si es que alguna vez las recupera), lo va a escribir. Debe estar narrador en tercera persona desde la perspectiva de una mujer a la que le agrada dormirse abrazada por su esposo. Debe haber una mínima introducción (tal vez algo melosa o sobreactuando situaciones amorosas) hasta llegar a una noche concreta en la que la pareja hace el amor, apaga la luz y duerme abrazada. A partir de allí, la narración comienza a estar en tiempo presente (siempre en tercera persona y desde la perspectiva de la mujer). En determinado momento el hombre se levanta para buscar un vaso de agua y ella, entre dormida, escucha un ruido en el baño. Se desvela y, sin levantar la cabeza de la almohada, pregunta a su pareja si está bien. La respuesta tarda unos segundos pero llega. La voz de Julián (el tipo se llama Julián) desde el comedor, sin embargo, le parece más grave. O quizás no es grave el calificativo adecuado, sino diferente o inhumana. Luego de unos minutos (minutos en los que ella escucha susurros, pisadas que son y no son de Julián, vacilaciones) él entra en la habitación. Se introduce en la cama, la abraza, pero ella comienza a notar (en el ritmo de la respiración, en la frialdad de su cuerpo, en la fragancia de su cuello) que quien la está abrazando no es Julián. Aterrorizada, la mujer logra sacar una mano de entre las sábanas y prende al interruptor del velador. Cuando ella ve “eso”, el cuento termina/.

------------------------------------Antes de que colgara le dije que tenía a un grupo de judíos en mi poder, ¿qué hago con ellos? No me respondió. A la gente le repugna ver un anciano, un enfermo o un muerto, y sin embargo está sometida a la muerte, a las enfermedades y a la vejez. Si es que no ha sido todo un sueño, el conde me debe haber traído en brazos hasta aquí. No nos gustan las personas en las que no hemos convertido. (La grasa de las capitales no se banca más ¿Spinetta? dixit). Ahí estábamos, por irnos y no. Ahora veo que no hay nada que temer, nada que desear, odiar ni evitar, aquí, nada de que huir ni nada que perseguir. No comprendo cómo en una ciudad no mayor que Nueva York puede caber gente suficiente para quitarnos el dinero a los tontos del pueblo. Lo primero que me llamó la atención al entrar al Colegio de la Cruz fueron esos chicos que daban vueltas y vueltas alrededor del patio. Tú clamarás desde lo hondo de tu memoria: tú bajaras la cabeza como si quisieras acercarla a la oreja del caballo y acicatearlo con palabras. El rubor fugaz que acompaña a un pensamiento feliz es hermoso en el hombre, más hermoso en el adolescente y encantador en la mujer. Cuando más viejo se hace uno, más pronto desaparece este rubor. Yo no soy partidario de las bombas…prefiero los gases. Puedes animar cuanto quieras a quien tenga los ojos vendados a que mire a través de la tela, pero él, no obstante jamás verá nada; sólo podrá ver cuando se le quite la venda. Hubo de pronto una luz enceguecedora, ruido, dolor, y luego nada. Cuando eructé erc erc un par de veces para aliviar mi pobre e inocente estómago, me puse a elegir los platis del día en el guardarropa, al mismo tiempo que encendía la radio. Cuando un hombre ha de servir a dos señores y debe desagradar forzosamente a uno de ellos, debe hacerlo siempre al más poderoso------------------------

Esta vida -con sus complicaciones y llamadas telefónicas- es indecente, y una pérdida de tiempo /Z se ha equivocado tanto en el segundo parcial de Lingüística I que está convencido de que sus respuestas cambiaran para siempre alguno de los modelos que elaboró Chomsky. La perspectiva de Z sobre los modelos de Chomsky es tan errada que hasta se puede decir que entendió otra teoría o que, por lo menos, inventó una para el parcial, hecha de contradicciones, palabras abstractas y ambigüedades que ni el propio Z estaría seguro de interpretar/.

Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta/Z ha observado cómo sus compañeros de Letras, luego de corregir, repasar y recortar la línea de puntos del margen de sus parciales, se quedan absortos, callados, rígidos y mirando la nada. Z, en cambio, es de los que necesitan escribir rápido lo poco que tienen para decir y, luego, huir despavorido. Sin embargo, en el segundo parcial de Lingüística, no sólo inventó una teoría paralela a la de Chomsky que hará las delicias de los lingüistas sino que también se quedó mirando la nada. Y mientras miró la nada, pensó las palabras que conforman este párrafo/.

Soy aquel a quien todos los obstáculos superan/Z recuerda que Kurt Wolff, editor de Kafka, se negó a publicarle a éste el cuento “En la colonia penitenciaria” por considerarlo repugnante. Franz respondió (esta frase está pegada en algún lugar de la habitación de Z): “Como aclaración a este relato, tengo que añadir que no sólo él es repugnante, sino que más bien nuestro tiempo en general, y el mío en particular, fue y es repugnante, en particular el mío”. Sayonara/.

PD: Después de escribir estos párrafos, Martín Zariello fue internado de urgencia en La clínica esquizofrénica de Santa Teresa. Allí se hace llamar Dino Buzzati, relee a Kafka y conversa con Beno von Archimboldi.